Palabras que abrazan.
‘Lejos está mi amor,
más lejos que el
horizonte,
más allá de la línea que
oculta
las altas velas del clíper
viajero.
A distancia de siglos
hasta mi corazón detiene
la cuenta del segundero…’
Quizás no sean palabras de este tiempo pero cuentan historias que ni la
rapidez de un mensaje virtual, ni de una llamada, han logrado aquietar. Cuando
vivimos la soledad es que estamos solos. Pero no es la soledad lo que nos
inquieta, pues con frecuencia es más refugio que cárcel. Igual, cansados de la compañía
que fatiga nuestra energía, que consume nuestro espíritu, el que nos da ese
licor narcótico de la paciencia, buscamos perdernos un metro mas allá, al otro
lado de un cristal, tras una puerta que no impide el paso sino que cierra el
nido. Y allí estamos al fin con nosotros, en una charla sin voces en la que los
ruidos del mundo son susurros, pulso suave que nos repone, que nos deja
hallarnos en paz. No es la soledad lo que nos inquieta.
Cuando el amor es la droga que llena de ansia al enamorado no hay palabras,
ni intenciones, ni promesas que calmen la necesidad de un beso, siquiera
sumergirte en el agua, que revive y no asfixia, de los ojos amados. Quizás los
enamorados sean los menos dispuestos a entender los símbolos de bellas imágenes,
las palabras de un poema, pues ellos son el propio mensaje, todas las imágenes,
todas las puestas de sol y mucho más que todas las estrellas. Lo que ellos
tienen es tan inexplicable que no pierden el tiempo en entenderlo, es tan
intenso que todo lo demás parece insípido. Por eso son felices y por eso su
felicidad es un repentino vuelo de palomas sin nido.
Pero asentados en la vida, sabiendo lo que somos, con la tranquilidad que
da el no tener que elucubrar sobre nuestras razones, pues de sobra sabemos lo
que somos y que, para bien o para mal, somos todo lo vivido, queremos otras
cosas, otros símbolos, otras palabras, que no resbalen sobre nuestra piel como el agua sobre el aceite.
Nos gustaría sentir, realmente sentir, lo que tu imagen cuenta: una carta escrita en bella caligrafía, tan alta como la mujer que adoras, grande como el hombre que te abrasa de ternuras, impresa en la pared de tu habitación más querida, que adopta la forma mágica del que amas, que desprendida en parte del fuerte muro te abraza y se deja abrazar por ti, murmurando en tu agradecido corazón las hermosas palabras que porta. Palabras que abrazan
Nos gustaría sentir, realmente sentir, lo que tu imagen cuenta: una carta escrita en bella caligrafía, tan alta como la mujer que adoras, grande como el hombre que te abrasa de ternuras, impresa en la pared de tu habitación más querida, que adopta la forma mágica del que amas, que desprendida en parte del fuerte muro te abraza y se deja abrazar por ti, murmurando en tu agradecido corazón las hermosas palabras que porta. Palabras que abrazan
(dedicado a Ana de Alcalá) Javier Navarro
Septiembre de 2012
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