La
RECOMPENSA
DEL AMOR
Villancico de Martin de
Tours
Juan,
Bosco
y Javier
navarro.
Navidad 2012.
A una ciudad de Francia,
comienzos
del siglo cuarto,
se
acerca Martín de Tours
con
un grupo de soldados.
Al
llegar a la muralla
su
caballo se ha parado:
un
hombre en el suelo tiembla,
desnudos
muestra sus brazos.
“Por
caridad, tengo frío
y
están rotos mis zapatos.
Tened
piedad de este pobre.”,
suplica
el hombre al soldado.
Martín
se conmueve al verlo
en
tan lamentable estado;
con
un tajo de su espada
ha
partido en dos el manto.
“Tomad,
hermano, esta pieza
de
lana para taparos;
la
otra mitad pertenece
al
ejército romano.”
Ya
los colores le suben,
ya
la sangre golpeando,
el
hombre la mano besa
de
Martín, el buen soldado.
Pasan
los años y pasa
la
miseria junto al santo.
Camina
Martín perdido
por
un sendero nevado,
y
en su tristeza le llega
el
relincho de un caballo:
son
tres jinetes que siguen
una
luz sobre los campos,
un
plateado cometa
que
va guiando sus pasos.
“Ven
con nosotros, Martín,
-le
reclama el más anciano-
Vamos
a adorar a un Niño,
y
vamos ya rezagados.”
Las
noches pasan y un día
descabalgan
del caballo:
la
estrella ilumina ahora
a
pastores y rebaños,
los
más pobres de la tierra
que
le ofrecen sus regalos
a
un Niño recién nacido
en
un pesebre agrietado.
Pero
el brillo de sus ojos
reconforta
a nuestro santo:
ha
merecido la pena
este
camino tan largo.
Esa
noche Martín sueña
con
el mendigo de antaño:
era
Jesús que ahora lleva
sobre
los hombros su manto.
Perdone
la concurrencia
tantas
faltas cometidas,
no
solo en palabras torpes
sino
también en la vida.
Que
el bueno de San Martín
siga
vivo en la memoria.
Aquí
se despide el ciego,
que
Dios me tenga en su gloria.
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