Homenaje a la tía Maria
Juan Grau
Hoy es viernes, ya cerca de mediodía. La tía Merche
está preparando el puchero uy huele en la cocina; la cazuela de arroz, con una
chapa con carbón encendido a modo de tapadera hará el arroz sabroso y más seco del mundo.
Ya van llegando los tíos y tías;
los primeros tras el peregrinar por los bancos y el Sindicato Arrocero y las segundas
del recorrido por los escaparates de tiendas y almacenes de tejidos. Ya en la
mesa la conversación era animada, los tíos hablaban de arroz, solo de arroz en
todos sus aspectos o se metían con mi padre, que era carlista; el tío Vicente
preguntaba si los carlistas subirían el precio del arroz y ante el gesto de mi
padre todos seguían con su pelea particular con las patatas, los garbanzos, la
gallina y el tocino del puchero; para beber agua; el vino era bulo privado de
mi tío Silvio; de postre naranjas del Viso. Finalmente el rezo después de comer
que iniciaba mi padre después de que muriera el abuelo. Mi tío Navarro mordisqueaba
su postre favorito de pan con chocolate.
Los recuerdos de la calle
Dormitorio, 4 están relacionados con la tía Maria donde nos enviaron a los
mayores para desasnarnos. Tras el internado en Dos Hermanas me matricularon en
la academia Ifar y pase dos cursos desentrañando endecasílabos latinos y griegos con Don Jose Olivares por el que paso mi hermana
Manola y algunos primos.
Tras aprobar el Preu en el
Instituto me matriculé en la Facultad de Derecho y mi tía Maria soportó mi pelea
con el Derecho Romano de Don Francisco de Pelsmaker. Recuerdo que luego me dio
por ingresar en Filosofía y Letras y el examen de latín estaba a cargo de Don
Jose Olivares que puso de prueba un poema de Catulo y al examen asistían 10 o
12 monjas con habito que se sonrojaban tal y como traducían el texto; ante mi
cara de cachondeo Don Jose me retiro el examen y me dijo que estaba aprobado.
Luego vinieron los veranos en casa estudiando historia. Cuando acabé Derecho, después
de darme de alta en el Colegio de Abogados, entré en pasantía con Don Jose Luis
Gómez de la Torre “Fabiolo” y allí estuve tres años aprendiendo con aprovechamiento.
La tía Maria siempre estuvo presente y era ella quien me daba ánimos en esta
fase de mi vida. Me dejaba libre pero
vigilado, me dejaba tener mis amigos, como Ramón que tocaba muy bien la
guitarra y acabé intentando aprender algo con una guitarra que no recuerdo bien
quien me la compro y pese a mis esfuerzos poco aprendí del arte de mi amigo y
un día me dijo que los “tientos” que el intentaba que aprendiera más que “tientos”
eran “pellizcos”. Tuve que dejar semejante empeño.
Mi hermana Manola también
paso por calle Dormitorio, 4 y allí preparó no sé si oposiciones o el examen
final. Para rematar el cuadro mi hijo Paco, tras acabar Medicina, preparó el
MIR en calle Dormitorio con notable éxito. MI paso por la calle Dormitorio, 4
significo mucho para mi tras una infancia muy movida primero en Casa Alta, en
casa del abuelo Juan, la zona y después dos años en Sueca con los abuelos Cesar
y Elisa, la tía Angelina y dos de las siete hermanas de mi madre. Eli y Tere, y
el trote por los internados de Utrera, la escuela de Don Juan Linares y Dos
Hermanas, parecía que todo aquello tocaba a su fin y estaba integrado en un
sitio a mi medida donde había libros que podía leer y revistas de la Casa
Americana que la tía traía para que viese sus ilustraciones que me descubrieron
otro mundo y un día me regalos la poesía completa de Fernando Villalón que todavía
conservo y releo con deleite. Son muchos los gratos recuerdos y a veces a lo
largo de mi vida compleja recuerdo con cariño aquella época tan importante para
mí.
Te queremos mucho tía Maria y siempre
serás una referencia importante en nuestras vidas.
JUAN
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