Diálogos íntimos.
Verrugas plantares
(Época: Otoño 2008)
La consulta con
el dermatólogo es a última hora. Sobre 20:30.
Nada tiene de
especial. Un piso normal, una sala de espera normal, revistas de automóvil,
‘Diez Minutos’, ‘HOLA’… Pinchazo en el pie, grrrrr.
Hace un par de
años observe un día en la parte superior de la planta del pie derecho (en la
zona que muestra la flecha de la figura más abajo) una curiosa marca circular
casi perfecta de unos 2-3 mm de diámetro. Ribeteada en un elegante tono gris pizarra
roto escrotal, o cualquier otra denominación ‘nouvelle cuisine’ (1) que un gay
imaginativo le puede dar a los más infumables colores. Creí que había sido
causada por haber pisado una recortadura de metal, por lo que supuse que
desaparecería en poco tiempo.
Pero no fue
así. Se mantuvo y al cabo de unos meses apareció una ‘amiguita’ a su lado. Ya
no me quedó duda de su origen biológico, pero como no se notaban, ni causaban
dolor o picor, deje pasar el asunto.
Un día, cuando
ya eran tres bolillos, sentí un pinchazo agudo en esa zona. Duró poco pero lo sentí
perfectamente. Y así, varias veces al día el alegre corrillo me recordaba que
estaban allí. Pero yo, siguiendo aquello de que ‘la vida son esas cosas que te
pasan cuando no está haciendo algo importante’ dedicaba una gran parte de mi
tiempo a preocuparme por cosas que no podía resolver y a vivir en una queja continua
sobre la esquilmada existencia del endeudado.
Al final,
cuando ya los pinchazos comenzaban a remedar el ritmo de una ‘escuela de samba’
pedí cita con el dermatólogo.
Cuando me pide
que me descalce me acuerdo de aquella anécdota del paleto que fue al hospital García
Morato (la parte más vieja del actual ‘Virgen del Rocío’), en mi aldea de la
marisma le decían a eso ‘dí en c’al Morato’ (ir a la casa del Morato), y cuando
el médico le pide que se descalce el pie izquierdo le responde que ‘Discurpe
usté pero solo traigo preparao (lavado) er derecho’.
(1)
Tipo
de cocina en la que el recipiente de servicio está elegantemente vacío con
curiosas manchas de colores de materia comestible y esta tiene un nombre que
tarda en recitarse el triple de tiempo que tardas en comerlo.
(2)
La
imagen ha sido tomada de:
-
Son verrugas plantares
A esta
declaración sigue una minuciosa descripción de los medicamentos y protocolos de
aplicación de estos.
-
Dos veces al día la crema se frotará con
movimientos circulares sobre la zona afectada. Las manos deben protegerse con
guantes ya que las verrugas son bastante contagiosas y lavarse cuidadosamente
tras cada aplicación.
-
Lo normal es un tratamiento de varios meses,
etc..
Me despido,
agradeciéndole su trabajo, y tras pasar por una farmacia de guardia para
proveerme de los materiales recetados me subo al coche en un estado de
irritación contenida contra el grupo de ‘amiguitas’ punzantes. A estas alturas
son casi media docena.
Por la noche,
tras la cena, hago un pausado pediluvio, y ya sobre la cama me pongo la cara de
ATS y tras deslizarme los guantes comienzo a distribuir la crema sobre el corro
de cabronas. Es pringosa y se absorbe mal. Con varios inspirados ‘me
cagoentoloquesemenea’ acabo, guardo la crema, tiro los guantes y dedico otros
dos o tres ‘mecagoen…’ al recordar que mañana a mediodía debo hacer esto mismo
en el poco adecuado ambiente de mi oficina.
Naturalmente no lo hice. Vaya coñazo. Mi irritación crece internamente al pensar en los meses extra que supondrá el no hacerlo dos veces al día.
Esa noche ya
pertrechado de los ridículos guantes y cuando iba a ponerme la pringosa crema,
mi yo más batallador se hace cargo del asunto:
-
Eres un idiota pie. No tienes una gran vida
social pero lo de darle cobijo a estas cerdas por tener compañía me parece una
pasada. Ahora por tu descuido tengo que perder el tiempo y andar con estas
pringues y los mierdas guantecitos que parezco un vicioso a punto de ensayar
una masturbación higiénica.
-
Esto hay que arreglarlo. Esas cosas NO SON
NUESTRAS. Son unas aprovechadas, te han engañado y NO LES VAMOS A DAR DE COMER.
NI GOTA DE SANGRE, NI GLUCOSA, NI COSAS RICAS PARA ELLAS. QUE SE VAYAN AL
CARAJO.
-
Te voy a recordar esto cada noche y más de un día.
No voy a dejar que te relajes ¿te enteras cretino?
En las
siguientes noches, o cuando pinchaban, no deje de practicar este extraño estado
zen en el que la nada era sustituido por una imagen victoriosa de las cabronas
con sus hatillos de agujas camino del destierro, como en las tragedias de Goya,
Delacroix o Gericault.
-
Que les den. QUE NO ME ENTERE YO QUE LES DAIS DE
COMER, NI NADA DE ‘YO LO SIENTO PERO EL JEFE..’: AL CARAJO CON ELLAS!!.
Varias noches más
tarde solo tres círculos eran visibles, los otros dos no podían ser descritos
en términos de colores gays, todo era adorable y familiar color ‘planta del pie
de MI PIE’.
-
Esto va bien capullo. Veo que te estas tomando
en serio tu trabajo y si quieres charla aquí estoy YO. También puedes charlar
con las orejas o con el carajo, que como es tuerto se lo tiene creído pero agradece
un poco de adulación. Cualquiera de CASA y nada de esas guarras ¿capicci
imbécil?
A las dos semanas de iniciada la campaña solo tenía buenas palabras
para mi pie, pero ya estaba acostumbrado al idioma de legionario y así fue la
ceremonia de condecoración:
-
Que bien lo has hecho SIPOTE. NO HA QUEDAO NI
UNA GUARRA. ESTÁS IMPARABLE MARICONAZO. POR FIN UNA ALEGRIA ¿VES COMO
PODIAMOS?. Y AHORA A DISFRUTAR: ¿Ves este paquete de gasitas, guantes,
pringue..?. PUES DALE YA UNA PATADA EN LOS HUEVOS CABRONAZO QUE TE LO HAS
GANAO, COHONE.
Y así acabó
este dialogo. Siete años después, ahora, ni rastro de verrugas, pero mis pies siguen socialmente activos, así que algo habrá que contar. En otro episodio.
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