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Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Cuadernos de Casa Alta: diciembre 2017

lunes, 18 de diciembre de 2017

Historias del Viso - Cap 15. Los fantasmas de fuego



15.  Los fantasmas de fuego (tíos bromistas)

Siempre llegaba aquel momento, en el mejor momento (es una manera de hablar, en realidad allí todo el tiempo era el mejor momento).

- Che, quels crios no van a dormir?

A lo que seguía un coro que semejaba un canon en que los mayores iniciaban uno por uno el 'A la cama' y los crios un incrédulo 'Ya?'. El pandemónium duraba un ratito mientras se sumaban los nuevos sonidos de sillas arrastradas, cojines a sus sitios, puertas abiertas, y por último, besos churretosos por doquier.

Pero aquel día no fue igual. Abstraídos como estábamos en nuestros  juegos no nos dimos cuenta que faltaban en la sala los tíos Juan, Rafael y Joaquín.

De pronto suena la llamada en la enorme puerta doble del jardín. Son golpes muy fuertes y se oyen como lamentos furiosos. En pocos segundos hemos quedado en silencio.

La tía Concha se acerca a la puerta a averiguar quien llama.

- Quien es?

- Hujjhfhfhhhrr.

. Quién es?

Una voz sepulcral, como los espectros en busca de Bilbo, una sola palabra

- AAaabreeeee.

Nos quedamos todos acojonados. Se podía oír el siseo del fuego, el crepitar de las brasas y, de una forma aterradora, el latir de los corazones.

- Aaaabreeee o tiramos la puertaaaaa

La tía Concha, para nuestro horror, abrió lentamente la puerta y allí los vimos, enormes, cubiertos de tela blanca de la cabeza a los pies, con las grandes antorchas en la mano.

- Al ninñooo que  no estéeee acostadooo enseguida, NOS LO COMEMOOOOOSSSS.

La desbandada fue tremenda. Tembló el piso, temblaron las escaleras, gritos y zapatazos, llantos de los que cayeron en la avalancha, madres chillando instrucciones.

Rafa, José Luis y yo que salimos de los últimos no nos metimos en el tumulto, pasamos hacia la cocina y, siguiendo a Rafa, sin que nos vieran volvimos atrás y nos metimos en el cuartito que había debajo de la escalera.

Aún había gente subiendo y bastante ruido. Respirando a todo pulmón nos hablamos en cuchicheos.

- ¿Nos habrán visto?¿Nos comerán?

Rafa era escéptico. Estaba emocionado pero intuía que aquello era una farsa, aunque seguro, seguro, no estaba. JoseLu y yo no lo teníamos tan claro.

Abrimos  ligeramente la puerta y por la rendija vimos a los fantasmas que se dividían en dos grupos dirigiéndose a la sala y al comedor. Aun seguían con aquellos gemidos. Al cabo de unos segundos volvieron a juntarse y se dirigieron hacia la escalera. 

Con cuidado cerramos la puerta. Oímos sus pasos acercándose. Se detienen, siguen gimiendo. Miramos por la cerradura con el corazón tan veloz como el de un pájaro. Sorpresa: llevaban sartenes encendidas. Eso no eran antorchas. Un fantasma no puede llevar sartenes.

Los fantasmas habían dejado de gemir y estaban riéndose por lo bajinis, y en nada a carcajada limpia. Se quitaron las capuchas y los rojos rostros de Juan, Rafael y Joaquín terminaron la metamorfosis. Bueno, no del todo, hasta que el sempiterno caliqueño, de escuálida brasa, vivaqueo de nuevo en el córner de la boca del tío Rafael. Creo que lo llevaba debajo de la capucha.  Nosotros nos quedamos allí hasta que se fueron.

Era cojonudo tener tíos así.

(PD. Naturalmente, la mayor parte de las madres estaban allí, y la tía Merche, por supuesto. Los fantasmas solo comían niños insomnes. Hubo división de opiniones, como en un tendido taurino, y cayeron pitos de la tía Isabel Lobato fuertemente apoyada por la tía Merche, y encendidos aplausos de unas carcajeantes  tías Concha y María  apoyadas por el risueño primo Juan. Como debe ser)