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Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Cuadernos de Casa Alta: octubre 2012

miércoles, 31 de octubre de 2012

Historias de Cotos - La temporada (V)



La escuela en primavera.

Por los días en que Luis llegó a Cotos se iniciaba una de las etapas más intensas del año escolar. Hoy es común hablar de los ‘colegiales’ como equivalente a ‘escolares’. Hago esta observación aconsejado por el sabio tío Navarro, mi padre, ya que hay que hablar de ‘escola’ y no de ‘collegium’. Simplemente no habría medios para transitar de la una al otro. Ya era precaria la escola, partiendo del hecho, no tan sorprendente en aquellos días, de estar financiada por los propietarios de los terrenos de cultivo, por los colonos, como se les denominaba en la zona.

Hicieron bien en gastar así su dinero. La chavalería, habida cuenta del entorno y de la pobreza cultural en la que crecían, respondía muy bien, con puntualidad y dedicación, y los padres siempre alentaron su asistencia. Transcurrirían más de 30 años antes de que se iniciara la  Gran Ignorancia, la etapa en la que los padres preferirían, o exhibirían a sus hijos Palurdos pero desahogados caraduras, Incultos pero ya en el camino hacia el famoseo, Catetos vacilones, con un BMW pendiente de tunear, incapaces de entender lo que a duras penas aguantaban leyendo. Las crisis nacen antes entre las telarañas de los cerebros que en las vaciedades de los bolsillos.

En esta escola siempre hubo una maestra. Dª Rosario, Dª Pastora, Manolita,… Hoy valoro más esta palabra, maestra, que profesora, porque me gusta ir contra corriente, porque la mente es caprichosa y avanza incluso cuando tú estás perdido en el delirio de la inseguridad. Porque no acepto la visión común de que el paso de la una a la otra corresponde a una escala de mejora en prestigio. Tan solo son grados, pero en la larga transición que nos ha llevado desde la casi indigencia al derroche hemos sepultado entre nuestras sobras, a las que llamamos basura, algo de lo primitivo por considerarlo de poco rango.

Una de las grandes lecciones de nuestro joven siglo XXI, el desciframiento del Genoma Humano, es la cercanía de los códigos genéticos: apenas podemos mirar por encima del hombro a un ratón. La genética, esa impronta que dio de comer a tanto conde, tanto hidalgo, tanto señor, apenas es un baño de níquel, apenas un primer paso en la Maratón de vivir, de querer y hacerte querer.  Igual que Javier en esta época cree que la modernidad es una barra de bar de acero inoxidable, muchos más con el paso del tiempo querrán situar las últimas luces, esos brillantes y carísimos leds, en todo el camino de su vida. Y no fue así. No hubo collegium ni catedros. Hubo maestras y el sentido real de esa palabra es el de la que ha alcanzado el derecho a guiarte porque en su quehacer diario ya solo puede crecer por su arte, no por necesidad de oficio. Y aprendimos, aunque no todo fue estudiar…

Hace unos días, en una furiosa lluvia que llenó de ranas la zona más poblada de Cotos, el agua se encharcó en el llano que ocupa la parte trasera del grupo en el que está la escuela. Lo de las ranas fue excepcional (en toda mi vida en Cotos lo he visto 2 veces) pero lo del largo charco era como el ‘Ya es primavera…’ En tan solo unos días cientos de botones amarillos de diminutas margaritas y una capa casi continua de delicados ranúnculos vaticanos (amarillos y blancos, claro...) han convertido el enorme charco en una maravilla de la vida. Pero sus riberas son traidoras, y profundas pisadas marcan un ‘hasta aquí llegó fulano en su despiste’. Nos da igual. Todo se usará para mayor gloria de los juegos.

El suelo, algo más allá del charco ha quedado en perfectas condiciones para uno de los juegos estrella: el clavo. En el fondo de las carteras (el porta material escolar, en Cotos ‘la maleta’ …’!! Hostia loh rogco!! ¡¡ Coño, la maleta..!!)  haciendo peso aparecen los clavos. Cada chaval o chavala debe tener uno si quiere ser algo en la vida (obsérvese que no he dicho ‘llegar a ser algo’...). Los más chulos son los de hierro forjado, con cabeza aplanada para que no estorbe en los dedos al lanzarlo. Pero casi todo vale. Muy típicas son las limas, sin mango, que los más espabilados han sacado de la bolsa de herramientas de su casa. Todo vale, rebuscar en los múltiples montones de chatarra de las herrerías y talleres, encontrar el trozo de hierro adecuado  y llevarlo a José el herrero, que gruñe pero le saca punta al chisme, o a Manuel Báez, que se lo toma mejor y calladamente pasa un extremo por la piedra de amolar y lo deja con una punta suficiente no sin decirte amablemente, con su hablar suave a media voz

-          Ten cuidao, shiquiyo, que no es la primera veh que esto deja un pie clavao..

El chico o chica asiente con una cara querúbica y un brillo en los ojos que no lo tienen  ni los lanzadores de jabalina en la vieja Olimpia. El hierro volará como un misil y llegará al cuadro nº 4 con pieses de por medio o sin ellos.

Alguno, solo si está más recomendao que el cuñao de Felipe Gonsale, se atreverá a ir al taller de Vicente Grau, pero es casi seguro que abandonará en cuanto Juan ‘Leches’, brazos en jarra, exija el salvoconducto puesto al día o la presencia del propio Vicente Grau antes de  someterse a tamaña indignidad.

-          Pa ezo no za jesho este tayé.

El auténtico espíritu del ‘¡¡No pasaran!!’

Los pocos que tienen bici arriesgaran su prestigio en la competición de ‘Mah metroh con barro hasta loh oho’, que consiste en lanzar la bici lo más rápido que puedas y cruzar el trozo de charco que pilles. Aquellas bicis de un solo plato, de un solo piñón, de ruedas lisas y sobre todo de aquellos ‘joioh  guarrabarro’ que se atascaban en nada, sucumbían con frecuencia como búfalos alanceados en las corvas, quedaban en imposible equilibrio, la rueda trasera patinando, y luego el lento escorzo, la indecisión de qué pie apoyar y donde, la cara en la que ya todo son dientes y mirada huida, los espectadores con el gesto congelado y la carcajada contenida esperando la perfecta sincronización con el guarrazo

-          Cazi m’ajogo. Anda que no aguanta ná er tío.

Si era el Deme el piloto aún habría antes del chapoteo una lucída exhibición de equilibrios imposibles. Chop.  Lo mejor de todo era que con frecuencia esto se hacía durante el recreo y luego, enlucido de barro y margaritas, había que seguir en clase. Que arte, tú.

También tenían mucho seguimiento las vueltas al grupo con los dos competidores/as girando en dirección contraria. Javier era el favorito en estas lides y Fabiola también competía de miedo, incluso contra chicos. La parte tramposa de este juego era que cuando te cruzabas con el competidor, si era mayor que tú y te pillaba en la esquina opuesta a la salida te podía dar un empujón o una zancadilla y victoria sorpresa.

Entre los juegos de grupos estaba el pañuelito, en el que alguien sostenía un pañuelo y los dos contrincantes tenían que intentar cogerlo y llegar corriendo hasta su propio grupo. El que no cogía el pañuelo debía alcanzar al que lo llevaba antes de que llegara a su ‘casa’. Si no lo conseguía era descalificado. Perdía el grupo que se quedaba sin gente. Este juego gustaba más a los zagalones porque solían ser las niñas las que presentaban el pañuelito y los chavales que la pretendían se ponían en equipos contrarios para poder desafiarse. Todo muy simbólico, ella ‘enseña’ el pañuelo, el otro que viene a cogerlo, yo que lo dejo ‘achantao’ y que le devuelvo a la ‘princesa’ lo que ella me ha prestado. Eso sí, con medio litro de hormonas pidiendo guerra, y las hormonas son cochinamente terrenales.

Para los clásicos juegos de combate: piratas, vaqueros, espadachines, etc... era necesario contar con un mínimo de equipamiento. Durante unos años será Javier el que almacene en su casa los requeridos ‘avíos comunitarios’: pistolas, espadas, cuchillos, escudos, etc. Durante la hora del recreo, si tocaba jugar a ‘espadear’, se formaba una fila en la puerta de su casa y se procedía al reparto. Esta manera de organizarse era llamativa porque se utilizaba para todo. Lo primero era designar dos líderes, aunque como todos sabemos los líderes se auto designan y así era. Cumplido este trámite los jefes iban, por turno que previamente se había jugado al ‘monta y cabe’ (pues no, no es eso...) eligiendo a sus tropas. El ‘monta y cabe’ era una operación más sofisticada que el ‘pares/nones’. Los dos jefes enfrente uno del otro y separados por un par de metros, caminaban hasta encontrarse avanzando un pie cada vez (el pie debía situarse poniendo el talón pegado a los dedos del pie anterior). Así llegaba un momento en el que el pie se encontraba con el del contrario. Si cabía justo en el hueco no valía la medida. Pero si ‘montaba’ sobre el otro pie entonces se ponía el pie atravesado en el hueco que quedaba: eso era el ‘cabe’. Pero si no ‘cabía’, a empezar de nuevo. El sistema era empleado para todos los juegos de grupo: el pañuelito, el futbol, los tiros, las espadas, etc...

Esta ritualización de los enfrentamientos tenía su importancia pues todos querían ser elegidos para estar en el grupo más fuerte, pero al mismo tiempo estaban las relaciones de amistad, que naturalmente no se basaban en la mayor o menor habilidad para un juego determinado. Así pues eran comunes las miradas de encono, o ‘luego no venga a pedirme na....’, cuando el ‘amigo’ era postergado en la elección por otro más competente o aguerrido.  Los principios infantiloides del marqués de Coubertin eran puestos en evidencia en estos repartos: se compite para vencer y nada de ñoñerías de

-          ‘Lo importante es participar’,
-          ‘yo estuve allí’.

Había que ser francés para no añadir
-          Sí, yo estuve allí pero me dieron telera (*).

(*) En coteño, fuerte y flojo.

Cada mundo tiene su frase para el perdedor : en Cotos  ‘maricón el que pierda’, en Roma  ‘Vae victis’ (en coteño ‘MARICON EL QVE PIERDA’).

Sin embargo había un poema, de estructura paradójica en la más pura escuela de Bertrand Russell,  consolador y vengativo, que daba una segunda oportunidad al derrotado (como bético lo pongo en este orden pero era conmutativo, muy conmutativo):

El Sevilla va delante,
el Betis va detrás.
El Sevilla levanta el rabo
y el Betis le mete el nabo.

 Y ahí queda la cosa para el análisis de las generaciones posteriores (análisis es la acción de destrucción anal ¿no lo sabían?)

Ah, aún nos queda el bonito día en la escuela.

Las niñas entran por el lado de la casa de la maestra y los chavales por el lado de la carretera. El suelo esta aceptable y no hay que rasparse los zapatos en los ‘quita barros’. Con Dª Rosario todos permanecían de pie en sus sitios hasta que hubiera entrado el último y a su orden en un largo suspiro, voces apagadas, sonidos de las banquetas cayendo, los libros sobre la mesa, la configuración pasaba a ‘escolares predispuestos’. Aún se suele conservar esta conducta disciplinada, aunque Manolita no insiste particularmente en ella. A los chavales les gustan las costumbres y los ritos.

Los mayores se sientan hacia la izquierda y delante, en una banca-pupitre larga en la que caben hasta 6 chavales. La mayor parte de las chicas (Lucia, Fabiola, Paqui y Manoli del maja, Pepi Ganfornina, Luisa y Rosi de los bartolos, Isabel Grau, Angustia del carpintero, Merceditas de Juan Leche, ..) se sientan en la parte derecha y en la delantera de ese lado están los más pequeños, de 4 a 6 años, en la zona parvulario. En la pizarra de la izquierda la maestra ha apuntado algunas de las cosas que harán esta mañana.

Hoy el Cuaderno de Clase le toca a Germán. Es por turno rotatorio y tiene cada día el mismo formato más o menos: Se comienza poniendo la fecha del día y el día de la semana. Los más pequeños lo hacen todo a lápiz, a los mayores les toca hacer la página a tinta. Después se copia la lección que corresponda (historia, ciencias naturales, gramática, etc...). Un espacio para las ‘cuentas’ (según el nivel del que le toque serán sumas o divisiones), después algún dibujo (a colores) copiado de la lección del día o de un cuadernillo de muestras, y para finalizar algo de religión o de reglas de buena educación o de las pequeñas lecciones de FEN (Formación del Espíritu Nacional). A Paqui la del maja le salen muy bien los dibujos de chavalas con uniforme y boina falangista. Las dibuja como en el libro, el sempiterno 1er Grado de Álvarez: de perfil y con una robustísima mandíbula inferior que hace pensar en una hembra Neandertal. A Germán que ya apunta buena mano para el dibujo le gustan mucho más los paisajes con un bucólico valle alpino: el rio, los árboles, las empinadas laderas y el cono de nieve coronando las picudas cumbres. Pero hoy no tuvo suerte: le tocó el cetrino Alfonso VIII en las Navas de Tolosa, con tan mala cara que seguro que lo habían pillado antes de la batalla. Otra vez será. Al final una cuidada rubrica de nombre completo cierra el trabajo.

Javier hace a toda prisa la parte que le toca, en una hora prácticamente la ha terminado y pasa a darles la lección a los pequeños del parvulario. Son clientes suyos los Climent (Vicente y Fernando), Juanito (el más pequeño y mocoso de los de Antonio el ‘fabat’), Manuel  Báez (Manolito Bae), alguno de los Cachichi pequeños, dos buenos chavales los hijos de Luis, el de la casilla de la fila del fabat, y otros que están de paso, como Luis. Les toca Lectura, ya han pasado el fatídico ‘tomate’ (¿por qué se atascaban todos aquí?), Escribir la frase del día 10 veces ‘Mi mamá me mima mucho’, Números (del 90 al 100), sumas (11+18, 21+19,..) y algunas cosas más. Olimpia también está entre los pequeños, es la guiri de la escuela con su tez tan blanca, rubia platino y sus claros ojos grises.

Han transcurrido las primeras dos horas y todo ha estado tranquilo, con las típicas salidas al ‘cuartito’ de unos y otras. Manolita toca la campanilla, todos recogen algo sus mesas y con solo algunos gritos, inevitables parece ser, se dirigen a las salidas para la media hora de recreo.

Javier, seguido de Luis, Rafael, Deme, Manolo Gonzalez, Manolito Bae, a veces también Manolito Cachopo y otros más, se dirige a su casa para beber un vaso de agua y repartirse las armas: hoy toca jugar un rato a ‘los tiros’. Entre las armas está el extraño fusil ametrallador ruso, de madera pintada de verde puerta, que hizo el primo Juan en la carpintería del Viso. Javier había hecho otro, más parecido a los Cetme con un cargador de quita y pon. También tiene un Winchester de plástico del año anterior. La mayor parte de las armas son aportaciones de los demás ‘guerreros’: pistolas de agua, pistolas y escopetas de ‘mixtos’ (típicas de las ferias), algunas cartucheras, cuchillos, etc... Es un milagro que su madre aguante tener en casa todo eso, teniendo en cuenta lo estricta que es con los cachivaches. Pero el hecho de haberle asignado un sitio (en la parte baja de la estantería del ‘cuartichi’) y ver que Javier cumple con los protocolos de recogida y almacenamiento puede motivarla a considerar aquello como una confirmación de su máxima fundamental: ‘Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio’. Esta es la piedra básica de su casa, y sobre esta se disponen las demás organizaciones: las tareas diarias, la limpieza, los horarios y el resultado es una diminuta casa limpia, organizada, con todo en su sitio y probablemente el mejor hogar que nunca he tenido. Rosario Grau en estado purísimo. Inapelable y a la vez imposible no obedecerla y quererla.

Las plantas, cardos (alcaucilitos), malvas (‘panecillos’) y margaritas, han crecido a un ritmo de más de 3 cts. por día. Desde Marzo hasta ahora han alcanzado ya el metro de altura y es un gustazo emboscarse entre ellas, pues se han hecho tantas sendas en esos bosquecillos que es difícil saber cuál ha sido recién abierta y cual está ya en los mapas. Como el recreo no dura mucho en este juego no se permite ‘revivir’ al compañero. Así que el que cae se va a jugar a otro grupo.

Es tan bueno el día, y hay tanta vitalidad en el joven aire de primavera que basta con echar una carrera con el que sea para pasarlo bien. La niñas están jugando al teje, a la comba y algunas ya han empezado con los cromos. En los días de invierno jugar a los cromos es muy molesto pues duelen las manos al golpear para alzarlos. Fabiola ya tiene una buena colección de cromos de vestidos y de mariposas. El rato pasa pronto y ya estamos volviendo hacia la puerta cuando Manolita hace sonar la campanilla para que los rezagados se apresuren a volver

Todos sentados, las tareas retomadas y también un murmullo que agota los últimos pasos de un juego interrumpido, de una confidencia inaplazable. El primer aire del día se llenó de pan migado, cafelito, inocentes colonias. Ahora hay guerrillas en el aire: arcilla, yerba recién pisada, fresco sudor, el cabello en la nuca y la saliva que borra un dibujo, un cálculo acabado, en las pequeñas pizarras.

Manolita se levanta.

-          Voy a salir unos minutos. Javier, Manolo, que nadie salga mientras tanto y no forméis una trapatiesta ¿está claro?

Algunos de los ‘¡Sí, señorita!’ suenan tediosos, otros bienintencionados o distraídos, pero los hay que suenan como una confesión de inocencia en una asamblea de mafiosos.

José Cachichi es el primero en traicionar el pacto. Raudo como una comadreja se escurre hacia la puerta, pero no la traspasa. Mira a uno y otro lado y da la crónica:

-          Er Combate za foyao a la Canela y ehtan pegao.

Antes de que los más aburridos salgan a escape a confirmar el Salsa Rosa canino, sale Deme a la palestra. Toca ligeramente la campanilla y afinando la voz replica:

-          Cachichisss, cuantass vessess te he dichor, que no ze disseee ‘foyá’, que es una palabras muy feasss. Ze disse ‘follás’. Ya pueder zentartes y ponesss mucha atenssión.
-          Y los demass, pueden ir ar cuartito todossss en filasss cuando toque la campanillasss.

Las risas y la algarabía suben unos decibelios.

Rafael el Churrero, se levanta para echar un pulso de pie con otro chaval. La cosa se anima y Javier le pide a Manolo que le ayude a poner un  poco de orden porque luego no le apetece a nadie quedarse el rato extra de castigo que pondrá Manolita.

Manolo el del maja es el grandullón de la escuela. Tiene buen carácter y es poco peleón, pero esta tranquilidad no conduce a que los demás quieran echarse una pelea con él y así el equilibrio esta más asegurado. Hace unos años, en una de las salidas de la maestra, entonces eran los tiempos últimos de Dª Rosario, Deme retó a Javier a una pelea dentro de la escuela. Aunque los dos se habían peleado muchas veces sin que hubiera un vencedor claro, esa era la primera que iban a tener tanto público. No pelean a puñetazos, más bien a derribar y bloquear al otro, pero si alguna hostia se escapa tampoco pasa nada. Cuando Deme se lanzó a todo correr hacia Javier para atraparlo y derribarlo, a Javier, de pura casualidad le salió una clásica llave de judo, una proyección de hombro que dejo al Deme tumbado de un buen costalazo. Se alzó y lo intentó de nuevo y de nuevo Javier lo lanzó por encima del hombro. En un raro arranque de solidaridad (lo normal era que le diera caña), José Demetrio, el hermano de Deme, se levantó con la intención de darle un par de hostias a Javier. En medio de la bulla que se había montado, Manolo el del maja  agarró a José y le dijo que la pelea era entre los chavales y que no se metiera o las hostias serían entre ellos. José se quedó sentado y Javier se encontró inesperadamente con un aliado que hizo su vida en la escuela más fácil. Con el paso del tiempo esta alianza derivó en un intercambio de favores y en una amistad que se mantuvo a lo largo de muchos años, hasta que Manolo dejó de vivir en Cotos.  Javier hacía su trabajo muy rápido porque eran ya casi tres años de repetir lo mismo. Así que le pasaba a Manolo una buena parte de lo que tocaba cada día. Manolo compraba ‘Historias Bélicas’, ‘El Aguilucho’, ‘El Jabato’… en el estanco de Cazudis y Javier se moría por leerlos. Así que todos contentos. Por eso Javier se sentaba con los mayores y por eso pondrán un poco de paz antes del regreso de Manolita.

Hace unos días Manolita decidió hacer algo de limpieza en las bancas: había que eliminar todo lo pintado en varios años de ‘arte grafitero’. Lápices de tinta, de grafito, plumillas de acero, tizas de colores, bolígrafos e incluso clavos habían dejado una buena parte de los tableros como una tapia en días de huelga. Los paños mojados, los estropajos y otros intentos apenas lograron entresacar algo de roña. Entonces a Manolo, o a José o a cualquiera de los mayores se les ocurrió raspar la mesa con un trozo de cristal de una ventana rota. A puro virutazo la mugre salía. En poco tiempo también los medianos estaban implicados en la limpieza y el trozo de cristal ya formaba parte del material que se quedaba de guardia en las bancas. Cualquiera de aquellos cristales afilados como bisturíes podría causar graves cortes, pero no recuerdo que nadie saliera herido tras un mes de fabricar viruta. Algo quedaba demostrado: si te cortas con un cristal por la calle eres un distraído, pero si te cortas con el cristal que manejas eres un gilipollas. Y nadie quería ser gilipollas en esos días. Así que en la última media hora que precedía a la salida para la comida se dejaba que una buena parte de los chavales se dedicaran a limpiar las bancas. Así se relajaban tensiones…

Por la tarde, sin embargo, hay algo de tensión en el ambiente, porque Manolita les ha comentado que habrá reparto de leche en polvo o quizás, ojalá, de un queso parecido al de bola pero de color naranja que está buenísimo. Así que se trabaja pero a poco ritmo en espera del reparto. No es por el hambre, aunque la gente es pobre hay comida suficiente como para poder tirar una parte de ella, así que la impaciencia no viene por ahí. Es por recibir algo inesperado, es el cosquilleo que precede a un regalo. A todos los niños les llena de impaciente alegría saber que te van a dar algo. A nosotros niños, cualquier regalo nos parecía algo estupendo, aunque no sirviera para jugar. Éramos primitivos y no teníamos reparos en sentirnos contentos por eso. Además era colectivo y eso añadía algo más de electricidad ambiental. Aunque en el paraíso de Rousseau ya aparecían síntomas de ruptura:

-          Ehto e de lo que le zobra a loh americano de Rota, y mu güeno no será.

A Manolo le empezaba a crecer una vena anti franquista que en ese momento no podía ser el declararse pro comunista, pero no había problema en criticar los métodos de amansamiento tribal que practicaban los yankees. El Maja padre se soltaba de vez en cuando con enigmáticas frases relativas a la ‘amistad’ norteamericana

-          Te dan cuarquié shuminá y se yeban lo mejore jamone, el aceite puro y lah mejore naranja. Por no hablá de lah mina y to lo que piyan.

Y miraba, con el gesto ya de natural grave y desafiante, con mayor encono comunicativo al que tuviera al otro lado de la barra, el palillo de dientes en el córner, la tiza diminuta en la oreja. El Niño Dioh se encogía un poco más en su asiento, como sintiéndose descubierto en una manifiesta admiración por el Séptimo de Caballería. Hubiera sido mejor tener algo de vinate en el vaso y haber echado un trago de completa hermandad en las ideas. Amaro asentía gravemente y Manolo maja hijo no podía pasar por alto lo que decía su padre. También su cuñado, Antonio Barrón, se dejaba caer con frases por el estilo, y Manolo admiraba mucho a su cuñado.

-          Mira como tengo er brazo de fuerte. Po eh de loh puñetazo que me pega mi cuñao.

Y te enseñaba unos moratones, auténticos ‘hamatoma’ de un verdoso cochino que le cubrían desde el codo hasta el hombro. No sabía uno si era mejor hacer musculo siendo  pedrolari (en vasco-coteño levantador de piedras) o buscarse a alguien que te sacara los bíceps a pura mascá (en coteño, cuñao).

Nunca me enteré, ni pregunté de donde salían aquellos quesos, pero esa tarde se presentaron allí un par de tíos, descargaron un Gouda de medio metro de diámetro, lo pusieron sobre el  tablero que cubría el pequeño depósito de agua en la acera de entrada a la casa de la maestra (al que la maestra había dignificado con un sobrio mantelillo de cuadritos azules) y tras ponernos en fila comenzaron a repartir ricas cuñas anaranjadas que comíamos a boca llena y sobraba para llevar a casa una ración más o menos babosa y con más apretones que los  ojos de un legañoso. Sería americano, aunque Javier, que tenía cierta fama de pedante (luego diría que simplemente era culto), sospechaba que era holandés, incluso podía tener alguna estrambótica teoría sobre las líneas comerciales holandesas y el estrecho de Gibraltar, pero a los indios de aquel poblado no les importaba dejar las armas un rato y dejarse querer por aquellos malvados repartidores de golosinas. Para mortificación de unos cuantos nunca pudo certificarse que alguno de aquellos quesos viniera del Este.

Los que estudiamos con los paupérrimos medios de la escuela franquista pudimos hallar un consuelo, años más tarde, con la aparición,  o mejor dicho con el encuentro de profesores de instituto que exponían una nueva forma de ver las cosas. Al modelo histórico de mi primera enseñanza y primer bachillerato, en el que todo eran batallas y fechas, se comenzó a oponer una visión de la historia en la que lo predominante era entender las razones que conducían al hecho. Me pareció sorprendente, subyugadora, tal visión racionalista. Posiblemente avivada por la coincidencia en el tiempo de mi transición desde lo religioso a lo racional. Descubrir la filosofía fue como hallar una calzada de perfecto trazado al lado del tortuoso sendero de mis dudas religiosas. Así que abracé aquella comprensión interpretada de la historia en la que los hechos solo eran consecuencia de las intenciones.

Todo estaba explicado, tan explicado que incluso dado un hecho podríamos retroceder unos cientos de años y saber el momento exacto en que se gestó inexorablemente la tal batalla, el tal rey tonto, el sagaz ministro, la rebelión popular. Si el pasado era explicable el futuro sería totalmente predecible. La era del racionalismo había llegado para liberar a la humanidad de toda tara histórica, para exculparnos, para dar sentido a lo grande y ocultar bajo la burda manta de lo emocional los pequeños deslices de nuestro pasado tribal. Por fin la historia era abarcable hacia adelante y hacia atrás. Se vivió bien durante unos años.
Pero un día nos enteramos que los racionalistas de al lado habían ‘interpretado’ muy negativamente, de forma escandalosamente irracional, nuestros motivos cuando los derrotamos, para su bien, trescientos años antes. Esto no podía ser ¿de dónde habían salido aquellos pijos incultos? Ya puestos a investigarlos descubrimos horrorizados que según ellos no había habido tal derrota, que fue un tremendo acierto de sus antepasados el retirarse dejando sabiamente sobre el terreno a unos cuantos miles de muertos, el permitir una ocupación militar consentida, y aplaudir la aplicación de diversas leyes represivas, para dejar que nos confiáramos y hoy por fin pasar el plato y recoger los brillantes frutos de su lejana victoria.

La historia interpretada es un sainete, un teatrillo de medias verdades que construye con singular eficiencia futuros divergentes. Ahora vuelvo a los hechos, y el que los quiera interpretar se encontrará, al menos mientras yo viva, con mi memoria, que no interpreta sino recuerda. Yo estuve allí y no me dieron telera sino queso.

También se repartía, con más frecuencia, leche en polvo. Tenía menos éxito, cuestión de sabores, pero lo compensaba con la versatilidad que permitía su larga conservación. Las menos veces se tomaba como estaba previsto: disuelta en agua templada o caliente. Lo más popular era hacer bolas, humedeciendo ligeramente un puñado de material, se amasaba y comprimía hasta dejarlo con la textura y tamaño convenientes. Poniéndolo entre papeles se podía moldear  de acuerdo con la imaginación del amasador. Lo normal era dejarlo tal cual y cuando no tenías algo mejor que hacer sacabas una de aquellas roñosas bolas del bolsillo o ‘la maleta’ y te la ibas comiendo a bocados o en un estilo castor que añadía otra generosa capa de mugre al ya poco apetitoso boliche. La verdad es que tenían un colorcito amarillento como ‘carzone corrios’ que había que echarle valor al tema.

Y aún quedan mucho por contar, pero será otro día. La vida sigue alrededor y hay que hablar de muchas cosas del querido Cotos.

domingo, 21 de octubre de 2012

La habitación cerrada - HAIKUS



                                                                  HAIKUS


IV

Crecido va el rio
gotas de vida lo alimentan.
Ojala desborde


VI

Camina el sol
por el arco del cielo.
Atrás queda el dia

VII

El viento escribe
en el rostro del agua
blandas palabras

IX

El viento grita.
Asustada el agua
húmeda tiembla
                            

XI

Dije te amo.
Indiferente  el sol
siguió brillando

XII

Vestidas de amor
las vacuas palabras
siembran la duda

XIII

Es tu sonrisa
la cama placentera
de armas blancas

XVI

El arbol sin bosque
es presa del cielo,
blanco del rayo

XVII

Raudos narcisos.
En espejos de agua
yacen sus vidas





Javier Navarro

Febrero , Mayo (2007/2008)

Juan Sintierra - Los señores de Puñana



LOS SEÑORES DE PUÑANA

      En  las actas del Concejo de la villa de La Puebla junto a Coria desde 1578 a 1590 (1) se cita a Don Francisco del Alcázar como señor de Puñana. Cuando se estudia la documentación de la que disponemos nos asaltan serias dudas ante la consideración que hace el propio Concejo de La Puebla que lo intitula señor de Puñana, La Palma Gelo y Collera de forma cobista cuando tenía que pedir su intervención en algún asunto delicado frente al Concejo y Regimiento de la Ciudad o ante la Chancillería de Granada e incluso ante el Consejo de Castilla; sin embargo, durante años, le deniega la vecindad en la villa al Señor de Puñana (2). El Concejo de la villa de La Puebla junto a Coria, del que formaban parte tanto hidalgos como cuantiosos, era muy escrupuloso  en cuanto a la defensa de sus prerrogativas y en absoluto parecido al Concejo que encontramos apenas sesenta y cinco años después reinando Felipe IV.

       La heredad de Puñana era un latifundio - grande para su época, mediano para lo que vino después, en la Desamortización-  de unas mil fanegas en sus mejores tiempos, pero no tenía término ni jurisdicción, ya hemos indicado cómo Don Francisco del Alcázar pide la vecindad en La Puebla en 1583 y más tarde, en 1589, Bartolomé García Romano, “morador” en Puñana, pide la vecindad en La Puebla (3); no tenía, pues vasallos,  al contrario que sus vecinas Rianzuela y Quema que si tenían término, jurisdicción y vasallaje de sus vecinos, primero al Cabildo Catedral de Sevilla y, tras su venta, a sus compradores. Don Francisco del Alcázar, el llamado señor de Puñana, no lo era en puridad de conceptos; Puñana estaba integrada en el término y jurisdicción de La Puebla junto a Coria, collación de la Ciudad de Sevilla. Don Francisco si era señor de La Palma y de Gelo y, su padre lo fue de la torre de Alpízar, con término y vasallos, pero no de Puñana ni de Collera, que sólo eran grandes heredades. Si repasamos las Actas del Concejo antes citadas siempre vemos que a primeros de cada año se elegían junto con alcaldes ordinarios y otros miembros del mismo, a los dos alcaldes de la Santa Hermandad, uno por el estado noble y otro por el llano, y los cuadrilleros correspondientes; pues bien, la única diferencia, más bien deferencia, que se hacía era nombrar un cuadrillero especial para Puñana.

       La saga de los Alcázar nunca alcanzaron concesión real alguna para la obtención de sus posesiones, todo lo compraron con dinero contante y sonante. Muy ricos, formaron parte de la oligarquía financiera y comercial del reino de Sevilla durante al menos dos siglos, con el tráfico de Indias por medio. Es muy posible, y esta pendiente de un estudio en profundidad, que los abuelos y el padre de nuestro Don Francisco tuvieran mucho que ver en el desarrollo del lugar de La Puebla junto a Coria que encontramos en el siglo XVI, cuando se le denomina villa y se ha despojado de su estructura bajomedieval.

         Se hace bastante difícil seguirle la pista a esta familia, que no obstante estar involucrada en sucesos muy notorios, siempre mantuvo una discreción bastante cuidada en cuanto a la complejidad de sus actividades económicas; no en balde eran cristianos nuevos o judeoconversos, vulgarmente llamados “marranos”, que procuraban siempre borrar pistas de su pasado.  Asimismo la repetición de nombres, especialmente Pedro y Francisco, de los cabezas de esta familia,  hace especialmente complicado y difícil seguir la pista de forma cronológica a los diferentes miembros. A pesar de su origen converso siempre desempeñaron cargos públicos siendo personajes de absoluta confianza para la corona en tiempos de Juan II, Enrique IV, los Reyes Católicos y Carlos I y Felipe II, fundamentalmente. Todo indica que a partir de la privanza del conde duque de Olivares  y sus ambiciones sobre villas y lugares del Aljarafe, incluida La Puebla y su extenso término, la estrella de los Alcázar va perdiendo brillo y sus miembros por diferentes uniones matrimoniales diluyen la raíz originaria conversa hasta hacer casi imposible el seguimiento de la pista.

      Para ir desentrañando la historia oscura de Puñana tanto como de heredad como de sus propietarios hasta las postrimerías de Felipe II, procederemos de una forma lo más ordenada posible:

I.-  Todo indica que Puñana y también Puñanilla y Monternes o Monterneses  y parte de Monte Martel estaban contenidas en el ámbito de “Villanueva la que fue de Don Jofre” del privilegio fundacional de La Guardia otorgado por Alfonso X, deducción a la que llegamos por lógica eliminación de los demás lugares o demarcaciones contenidas en dicho privilegio y que conformaron el término y jurisdicción de La Guardia concedida a los “doscientos omnes” que la poblasen. Todo indica también que en el Repartimiento o en algunas de sus fases Puñana, llamada entonces Villanueva, fue concedida al tal Don Jofre, caballero que participó en la conquista de Sevilla, pero que abandonó un territorio muy conflictivo, al igual que el Alfonso Tellez del privilegio, que tomaron el camino a sus señoríos del norte tras la revuelta mudéjar de 1264 cuando el rey sabio incumplió los acuerdos con Jerez y Niebla ( de ésta última  era rey Aben Mafut, nuestro Benamajón, precisamente). En el siglo XI Puñana era una esplendida alquería con brillo propio en la época almohade, como ponen de manifiesto J. A. Salas Álvarez y M. Mesa Romero en un espléndido artículo (4). La alquería tendría al menos setecientas cincuenta hectáreas con tierras de pan, olivares, encinares y dehesas para sus  ganados, molinos y almazaras para la producción de harina y aceite, caserío y dependencias con su número correspondiente y necesario de habitantes. No obstante el privilegio fundacional, la alquería de Puñana formó parte del realengo hasta Juan I en que pasa como heredad a formar parte de la propiedad privada como luego veremos. Durante más de un siglo desconocemos el régimen en que se explotó Puñana, al igual que tenemos un muy escaso conocimiento de La Guardia, luego La Puebla junto a Coria, de la época bajomedieval y los primeros decenios de la  Edad Moderna. Lo que parece no tener duda es que Puñana durante más de un siglo se explotó adecuadamente hasta el punto de ser traspasada desde el realengo a la propiedad privada como heredad y no como baldío, despoblado, dehesa o cualquier otro concepto que indicara su abandono agropecuario.

    Veamos cómo se produce la privatización de Puñana para lo cual seguiremos a M. A. Ladero Quesada (5):  En 1338 Alfonso XI cede el señorío de Huelva, que era de Sevilla, a su camarero mayor y Maestre de Santiago, Alfonso Méndez de Guzmán, hermano de Leonor de Guzmán, concubina del rey, compensando a Sevilla con el señorío de Arcos y su término. Méndez de Guzmán muere en el cerco de Algeciras  y es entonces cuando Juan de la Cerda, señor de Gibraleón, accede al señorío de Huelva que en 1344 cede a su hijo Juan Alonso y más tarde a su primogénito, Luis de la Cerda; una hija de éste, Isabel de la Cerda, casa con el entonces conde de Medinaceli, Bernal de Verán , que une así los señoríos de Gibraleón y Huelva.  En 1380, Juan I compensa a los Pérez de Guzmán el despojo de ambos señoríos con la entrega de bienes raíces por valor de 250.000 maravedíes  que comprendían las heredades de Puñana y Huevar, además de la de Torralba en la campiña sevillana  y varias en Moguer, la aldea de Villalba del Alcor, el Vado de las Estacas cerca de La Algaba, casas molino y hornos y almacén de aceite en Sevilla y Alcalá del Río, además la aldea y castillo de Palos y una merced de cincuenta vasallos escusados de todo pecho para fomentar su población.  En esta fecha de 1380, la heredad de Puñana ha pasado del realengo –suponemos- y se integra entre las propiedades de la casa de Niebla, detentando su titularidad Alvar Pérez de Guzmán.
  
       En 1390 Alvar Pérez de Guzmán, alguacil mayor de Sevilla y señor de Olvera y Palos, es muy poderoso y Juan I, poco antes de morir, ordena a Isabel de la Cerda, condesa de Medinaceli, que le entregue Gibraleón y Huelva. En la minoría de Enrique III se reiteró la petición. Alvar Pérez de Guzmán se alía con Pedro Ponce de León, señor de Marchena, siendo nombrado Almirante de Castilla en 1391, que no logró  recuperar Huelva y Gibraleón por las hostilidades entre los Ponce de León, futura casa de Arcos,  y los Guzmán, condes de Niebla, hasta el punto de que Diego Hurtado de Mendoza, parcial de los de Niebla, se intituló también Almirante.

     Poco antes había empezado a actuar en Sevilla Diego López de Estúñiga, procedente de Navarra y fundador de la futura Casa de Béjar, que luego casará a su hijo Pedro con Isabel de Guzmán, hija de Alvar Pérez de Guzmán y de Elvira de Ayala (hija del cronista Pedro López de Ayala). Alvar muere joven en 1394 y un mes antes Enrique III ordena la suspensión del pleito sobre Huelva y Gibraleón a petición del nuevo conde de Medinaceli, Gastón de la Cerda. Las hijas de Alvar Pérez de Guzmán, Isabel y Juana, quedan bajo la tutoría de su madre, Elvira de Ayala.   López de Estúñiga (Zúñiga) realiza múltiples compras, entre ellas  adquiere en mayo de 1388 la mitad de los bienes dejados por el anterior Almirante de Castilla, Fernán Sanchez de Tovar: Señorío de Gines, heredades de Collera, Juliana y La Algaba, barca de La Algaba y casas en la collación del Salvador. Tras el asalto a la aljama de los judíos de Sevilla adquiere numerosos edificios  y a finales de siglo compra al Cabildo de la Catedral las aldeas de Chillas y Gatos, que era dueño de ambas aldeas y había fracasado a lo largo del siglo XIV en dos intentos de repoblación. Las trocó en 1399 con Juan Sánchez de Sevilla, contador mayor de Enrique III contra 750 florines de oro anuales de juro sobre la renta del Almojarifazgo Mayor de Sevilla. Diego López de Estúñiga adquirió del contador mayor la jurisdicción y propiedad de las aldeas y su hijo Pedro se concordó con el Cabildo Catedral sobre los diezmos eclesiásticos.

       Entre 1395 y 1396, Diego López de Zúñiga casa a sus hijos Juan y Pedro con  las dos ramas de los Guzmán: Su hijo Juan con Leonor de Guzmán, hija de Juan de Guzmán conde de Niebla, que  aporta  La Algaba y heredades anejas de Alavaz y Vado de las Estacas, compradas por Juan de Guzmán a los herederos de Alvar Pérez de Guzmán. El otro hijo, Pedro, casa con la hija mayor de Alvar Pérez de Guzmán, Isabel, (parece ser que con la herencia del padre aún indivisa)   que aporta los señoríos de Gibraleón y Huelva en pleito con los Medinaceli, una parte de la herencia del Alvar Pérez de Guzmán donde se incluía la mitad de Puñana y el lugar de Palos; Diego López de Zúñiga obligaba, en contrapartida, Capilla y Burguillos. Finalmente Isabel se quedó sólo con Gibraleón, perdiendo Huelva a favor de los Medinaceli.

       En 1407 finaliza la tutoría de Elvira de Ayala y se procede al reparto de la herencia de Alvar Pérez de Guzmán:

-          A Juana, la menor, le correspondieron la villa de La Palma, el castillo de Lapízar, las casas en la collación de Santiago y otras y huerta en San Román.
-          A Isabel el señorío de Gibraleón y los de las villas de Olvera y Villalba del Alcor, más heredades de Torralba y Almachar, un molino de pan en el río Buerva, cerca de Guillena con tierras en torno, un almacén de aceite llamado “La Casa de la Moneda”en la collación de Santa María y 50 maravedíes de moneda vieja.

       La aldea de Villalba del Alcor y las heredades de Puñana y Torralba y el almacén de aceite en Sevilla procedían de la merced hecha por Juan I a Alvar Pérez de Guzmán en 1380.

       La heredad de Puñana ya estaba vendida en una mitad  en 14 de agosto de 1405 (Osuna carpeta 50, nº 1, Sevilla): Noticia de la compra de la mitad de Puñana y Montores (Montorneses) por Alfón Guillén, vasallo del rey su tenedor de los hornos de bizcocho de Sevilla a Elvira de Ayala. Fueron 730 aranzadas de olivares, tierras de pan llevar, encinares, montes, prados, pastos dehesas, aguas y la mitad de tres molinos por precio de 5.000 doblas moriscas de oro. Parece ser que la otra mitad permaneció en el mayorazgo de los Zúñiga, aunque vitaliciamente las rentas junto con Palos las disfrutó Elvira de Ayala como compensación a las arras que debió entregarle su marido.

       Tras la muerte de Elvira parece que pasó a Diego de Zúñiga, hijo de Pedro e Isabel, primer conde de Miranda. El mayorazgo de Pedro de Estúñiga incluía Béjar, así como Gatos y Chillas entre otros muchos.

        Juana de Guzmán, hija de Elvira, casa con Luis de la Cerda y hereda, como ya hemos indicado, entre otras La villa de La Palma con su término, señorío y jurisdicción, el castillo de Lapizar con sus rentas y derechos, y todo indica que la mitad de la  heredad y rentas de Puñana, que compartía con su hermana Isabel, tras la venta de la otra mitad realizada en 1405 por su madre, Elvira de Ayala, por lo que recibiría la cuarta parte, aunque tal extremo no se puede constatar.

      En resumen, a principios del siglo XV, la heredad de Puñana -la mitad que había quedado tras la venta de 1405-  Estaba dentro del mayorazgo fundado por de Pedro de Zúñiga, del que era titular su hijo Diego, hijo de Pedro e Isabel, primer conde de Miranda, aunque parece ser que compartí la mitad de la propiedad y sus rentas con Juana de Guzmán, hermana de Isabel, y esposa de Luís de la Cerda. Es por la vía femenina de los Guzmanes, es decir, descendientes de Alvar Pérez de Guzmán de dónde procede el principal patrimonio que reunió luego el apellido Alcázar  (heredades del castillo de Lápizar, Puñana, villa de La Palma), salvo Collera que procedía de una compra de Diego López de Zúñiga; Gelo es posterior.

I I.- Mientras todo esto sucede, hay una historia paralela del apellido Alcázar. El siglo XIV, que en Castilla comienza con la minoría de edad de Fernando IV y acaba en los primeros años del XV con la muerte de Enrique III, fue un extenso periodo de desastres de todo tipo, llenando los veinte años centrales la guerra fratricida entre Pedro I y Enrique II de Trastamara. En los años finales se acusa a los judíos de tanta y tan continuada desgracia. En Sevilla, al igual que en otras ciudades importantes existe una gran animadversión contra la comunidad judía que concluye con el asalto a sus barrios y la consiguiente matanza y saqueo. En Sevilla la comunidad judía era rica e influyente, estando en sus manos el comercio por el Guadalquivir, muy notable ya, y la banca, teniendo además casi en exclusiva el arrendamiento y recaudación de los diferentes impuestos. En 1391 el populacho, azuzado por las prédicas de Ferrand Martínez, arcediano de Écija de la Iglesia Metropolitana, asalta y saquea la aljama matando a cientos de judíos. Los supervivientes huyen a los territorios de señorío de la poderosa nobleza sevillana donde son bien acogidos tanto por la riqueza que aportaban como por su probada maestría en diferentes oficios; gran numero de los que se quedaron se convirtieron al cristianismo cambiando sus nombres tras el bautismo; estos judeo-conversos, en gran número, formaron un grupo social especial, el de los cristianos nuevos, al que los cristianos viejos trataron con recelo durante generaciones y procurando ellos mismos borrar toda huella anterior, por lo que se hace muy difícil seguir la pista de sagas familiares completas  y esto es precisamente lo que ocurre con los Alcázar.

      No obstante todos los impedimentos sociales y la comprensible discreción a que voluntariamente se sometieron durante los primeros años, la capacidad profesional, los conocimientos, y la aptitud comercial no podían ocultarse, así en poco tiempo estos conversos o cristianos nuevos se situaron entre la oligarquía comercial y financiera de la ciudad, si es que habían dejado de estarlo alguna vez e incluso la conversión les aupó a la oligarquía política, así el primero que encontramos, Pedro del Alcázar, es veinticuatro en 1430 (6). A partir de aquí se produce un vacío de noticias hasta los comienzos del reinado de los Reyes Católicos, así vemos a Rodrigo y Pedro del Alcazar posiblemente hijos del anteriormente citado. Desde 1477 hasta  1490, al menos, nos encontramos a Rodrigo como firmante, en calidad de receptor por parte del Concejo hispalense,  de las cartas remitidas por los reyes  en asuntos siempre tocantes a impuestos, como podemos ver en el Tumbo de los Reyes Católicos (7). Por carta expedida en Córdoba en 14 de septiembre de 1482 Los Reyes nombran a Pedro del Alcázar pesquisidor y recaudador de los impuestos de Sevilla, su Arzobispado y Obispado de Cádiz, Condado de Niebla y Sierras de Aroche y Constantina (8). El enero  siguiente, 13 de enero, el rey, refiriéndose a la merced que había hecho a Pedro de Villegas de la juradería de la collación de San Juan de Sevilla, que antes tuvo Tomás de Jaén (condenado a cárcel perpetua por la Inquisición por judaizante), manda al Concejo de esta Ciudad que de posesión de dicho oficio a Pedro del Alcázar, en nombre de aquél y de su poder (9). En 1486 parece que han surgido problemas con los recaudadores que no han acudido a rendir cuentas, de este modo, mediante carta expedida en Córdoba en 28 de mayo de ese año, los reyes dan comisión a Fernando de Llerena para que vaya a Sevilla, Écija y Carmona, a hacer ejecución en la persona y bienes de ciertos arrendadores y recaudadores, vecinos de ellas, de la pena de 50.000 maravedíes en que les condenaron a cada uno por no haber ido a rendir cuentas ante los contadores mayores entre los recaudadores de Sevilla se encuentra nuestro Don Pedro (10) No debieron cortarse las buenas relaciones con los reyes y Don Pedro arreglaría las cosas adecuadamente, puesto que en 1502, dos años antes de la muerte de la reina Isabel nos encontramos con una carta expedida en Toledo, en 3 de junio, “Carta de recudimiento de los lugares por encabezar deste anno de mill e quinientos e dos annos”, en ella se señala a Pedro del Alcázar como “nuestro arrendador e recabdador mayor” por tres años de las rentas de las sierras de Aroche y Constantina (Cumbres Mayores, Cala, Almadén, Cortegana, El Pedroso, Aracena, Aroche, El Cerro, Constantina y San Nicolás) (11). Lo más seguro es que este Pedro sea hijo del anterior, lo que suponemos por el simple transcurso del tiempo y sea el que tiene amplio protagonismo durante los años del reinado de Fernando el católico, pasada la primera regencia del Cardenal Cisneros.

     Hay que tener presente que al final de este periodo, a partir de 1478, asistimos en Sevilla a unos años terribles con la fundación de la Inquisición. El Tribunal de la mano de los inquisidores dominicos del convento de la Magdalena, mandan a la hoguera a cientos de cristianos nuevos acusados de cripto-judíos o judaizantes, sin que sepamos si alguno o algunos de los Alcázar fueron condenados, aunque parece ser que si, por los acontecimientos posteriores que luego veremos. La Inquisición de Sevilla que dejó tranquilos a los judíos hasta 1482 en que los expulsó de  la ciudad, se encarnizó con los conversos judaizantes que no habían renunciado a su fe y la seguían practicando en secreto. Los bienes de los condenados eran confiscados, no podían haberlos sus herederos, ni podían ocupar cargos públicos ni podían tampoco pasar a Indias.  

       Isabel I, la Católica, fallece en 1504, y su augusto viudo, Fernando V de Castilla y II de Aragón , resulta evidente, no compartía el entusiasmo en la defensa de la fe de su esposa fallecida. También en menos de un año se casa, con 53 años, con Germana de Foix, de 18 abriles, y está hecho un brazo de mar con sus ambiciones en Italia y en el norte de África. Germana dio muy buenas tardes a la afición, una vez viuda, con el nieto de Fernando, Carlos I, como luego veremos. Fernando necesita dinero y lo busca allí donde hay, importándole muy poco la pureza de sangre de los donantes, al fin y al cabo es levantino y práctico y el dinero no es más que un bien fungible, acudiendo a cualquier argucia legal para obtenerlo.

        Desde aquí, para seguirle la pista a los Alcázar, debemos examinar el extenso artículo publicado en Francia en 1963 por Claudio Guillén (hijo de Jorge Guillén, ilustre poeta de la generación del 27) a partir de un manuscrito anónimo depositado en la Biblioteca Nacional de París (12), seguramente producto de la rapiña francesa que se produjo en la guerra civil de primeros del siglo XIX a la que de forma eufemística se le ha denominado Guerra de la Independencia. Veamos esta cuestión lo más ordenadamente posible: Las Pragmáticas de los Reyes Católicos de 4 y 21 de septiembre de 1501 prohibían a los hijos y nietos de reconciliados que ejerciesen oficios públicos o reales. Años después se inician  los procesos de limpieza de sangre para cerrar el paso a todo linaje de conversos. Durante los primeros 15 años del XVI, Fernando V dispuso se anulasen sus propios mandatos en determinadas ocasiones y regiones concediendo licencia a hijos y nietos de judaizantes y herejes como la no confiscación de sus bienes, permiso para pasar a Indias y desempeño de cargos públicos. No obstante, la corona imponía a los cristianos nuevos una serie de cargas económicas durante determinados años (con Felipe II la situación se hace menos flexible). Así, desde 1508, Fernando comienza una serie de composiciones para hijos y nietos de condenados y reconciliados de la Inquisición por herejía que se hallaban en precaria situación jurídica desde 1481.

       El manuscrito anónimo citado, y estudiado por Clauidio Guillen, nos refiere las distintas composiciones dirigidas al colectivo converso de Sevilla y otros distritos de su arzobispado, el más importante de España a principios del siglo XVI. La primera composición se redacta en 1508; los herederos de penitenciados pueden realizar sus bienes hasta el 30 de noviembre de 1508 a cambio de 20.000 ducados de oro. En la segunda composición de 1509 para Sevilla, Lepe, Ayamonte y La Redondela se aumenta la cota hasta 40.000 ducados para poder pasar a Indias. En 15 de septiembre de 1510 se realiza un padrón para la composición en el que nos encontramos 390 apellidos de conversos e incluso algunos penitenciados y quemados, publicándose al año siguiente en 15 de junio de 1511 la composición definitiva hecha en nombre de la reina de Castilla, Juana I (la loca). En la redacción de la composición de 1509 manifiesta el rey: “Yo mandé tomar cierto asiento con Pedro del Alcázar y Alonso Fernández de Jerez, vecinos de Sevilla, e Luis de Bolabos, vecino de Sanlúcar, por sí y en nombre de las personas susodichas e de los otros que con ellos entraren e quisieren entrar en el dicho asiento e contratación”. La negociación se llevó a cabo con Pedro de Villacís, Receptor del Santo Oficio.

       La composición definitiva de 1511 aumenta la cantidad exigida a 80.000 ducados que incorporaba a los privilegios anteriores (adquisición de bienes confiscados, licencia para Indias) la posibilidad de vivir sin nota, ni infamia, ni mácula y la posibilidad de ejercer oficios y cargos públicos y los repone al estado anterior, no pudiendo sólo ser asistentes, corregidores y alcaldes con jurisdicción criminal. Por estas fecha (1511) Fernando V se encuentra en Sevilla reuniendo una armada  en el Guadalquivir para la campaña africana, aunque tuvo que abandonar el proyecto debido a los sucesos de Italia, como nos indica Ortiz de Zúñiga (13) que también nos informa que ese año era alcalde de la Santa Hermandad de Sevilla por los hijosdalgo precisamente Pedro del Alcázar. En el padrón citado, junto al nombre y apellido y en muchos casos el oficio, figura la cantidad que deben aportar, correspondiéndole a Pedro del Alcázar la segunda cantidad más alta, 800 ducados, después de Alonso Fernández de Jerez, aunque por una carta de Villacís se asegura que con anterioridad Pedro ya había entregado 1.000 ducados. En 12 de febrero de 1515 Diego de Deza, arzobispo e Sevilla, promulga el decreto de limpieza de sangre. En 1516 estaba encargado de la recaudación Pedro del Alcázar junto con Gonzalo Fernández y Manuel Sisbón y ya tres años después, con Carlos I en el reino, los conversos seguían pagando la deuda.

I I I.- Coetáneo de este Pedro del Alcázar nos encontramos a su pariente (no sabemos en qué grado y parece ser que algo más joven) Francisco del Alcázar, ambos posiblemente fueran nietos del Pedro del Alcázar que en 1486 fue multado por no rendir cuentas a tiempo en su calidad de recaudador, como antes vimos. Este actual Francisco del Alcazar fue el padre del Don Francisco que aparece en la época que nos ocupa y que es nombrado con frecuencia en el Cabildo del Concejo de La Puebla; además fue el padre de Baltasar del Alcázar el poeta como nos dice Ortiz de Zúñiga en el pasaje antes también citado de sus “Anales”. Todo indica que este Francisco es el que constituye el gran patrimonio fundando diversos mayorazgos a favor de sus hijos. Pero vayamos por partes, a partir de aquí debemos seguir a Manuel Jiménez Fernández  que es el que nos da una reseña mas completa de nuestro personaje y su tiempo al biografiarnos a Fray Bartolomé de las Casas (14). Don Manuel Jiménez Fernández hace gala de una escasa simpatía hacia el sector de conversos muy numeroso en Sevilla, muy rico y, por supuesto, influyente. Nos muestra la situación política de Sevilla en 1520: “Si el gobierno eclesiástico de Sevilla en manos de Deza, de linaje de conversos, Dominico no predicador, gran nepotista, autor plagiario de Capreolo y ante todo y sobre todo politicastro acomodaticio, dejaba mucho que desear, no ocurría menos con el secular, donde se echaba de menos una autoridad digna de tal nombre, pues el Concejo era hechura de la Casa de Medina que no había sabido impedir tuvieran acceso al mismo destacados conversos como los veinticuatro o Regidores Alonso Gutiérrez de Madrid Y Francisco del Alcázar o los jurados Antón Bernal y Juan de Torres”.  Los Guzmanes (duques de Medina Sidonia y condes de Niebla), protectores de los conversos y con todos los resortes del poder sevillano en sus manos, estuvieron favorecidos por Fernando V  cuya nieta, Ana de Aragón, llegó a  ser la duquesa de Medina Sidonia; era hija natural del Arzobispo de Zaragoza y Regente de Aragón, Alonso de Aragón, a su vez  hijo natural del rey Fernando. Frente a los Guzmanes estaba los duques  de Arcos y señores de Marchena, es decir, los Ponce de León, que agrupaban a todos los descontentos, especialmente a un sector de la nobleza menor que se hallaba empobrecida, arruinada, a causa de la supresión de los acostamientos y llena de resentimiento contra los conversos muy enriquecidos con el nuevo tráfico mercantil. El jefe de este grupo de conversos  era Don Francisco del Alcázar, con su hermano el capitán Hernán Suárez y su pariente ya mencionado, Pedro del Alcázar. En 1518, Don Francisco viaja en secreto a Roma a fin de interesar al Papa León X en la supresión o al menos en la reducción de atribuciones de la Inquisición castellana, con escaso éxito. Curiosamente nuestro hombre se agrupaba en el sector de los Ponce de León a quien protegía económicamente, hasta que acompañó al duque de Arcos a Barcelona,  en 1519, donde estaba la corte del recién llegado Carlos I y se apercibió de la poca importancia que se le daba al duque, por lo que llegado a  Sevilla, cambió él y los suyos de bando y se agruparon con los Guzmanes . “Con ello  los Ponce y sus amigos se vieron privados de las ventajas que de aquella amistad nacían, y que habían llegado a gruesos préstamos garantidos con tributos sobre la hacienda del duque de Arcos, y otros a sus nobles parientes y amigos, de cuya cuantía puede dar idea el detalle de que Francisco del Alcázar  pudo permitirse el lujo de romper ante un grupo de caballeros el albalá representativo de un préstamo de doscientos mil maravedíes hecho a Don Juan de Guzmán, veinticuatro de Sevilla.”  

     Por aquellos días, Don Francisco, además de veinticuatro era arrendador del Almojarifazgo para el periodo 1516 – 1519 y había logrado comprar el oficio de Tesorero del mismo a Luís de Medina.  En septiembre de 1519, mediante puja compra el señorío de La Palma y la torre y heredad de Alpízar, que tuvo que vender  Diego de Colón, II Almirante de las Indias, arruinado por los dispendios y cohechos a los flamencos que precedieron y acompañaron a Carlos I “arrebatando tan pingüe negocio  a Don Diego y Don Pedro Suárez de Castilla, destacados partidarios de los Ponce, captándose además la gratitud de la casa de Medina Sidonia al pagar a fines del mismo año los cuatro mil ducados del precio de aquel señorío que Don Diego Colón había dejado aplazado  al comprarlo en 7-VIII-1516 en 11.800.000 maravedis a los hermanos Don Juan, Duque de Medina Sidonia, Don Juan Alonso de Guzmán, Don Pedro de Zúñiga y Don Pedro de Guzmán.”

     Por estos años , una compañía formada por Don Francisco, su esposa, Leonor de Prado (también de origen converso), su hermano el capitán Hernan Suárez y su pariete Pedro del Alcázar, pujaron el encabezamiento o arriendo en remate de las alcabalas en Sevilla que elevarona a 34.000 ducados en beneficio del equipo gobernante flamenco y en claro perjuicio de la ciudad. Además logran una Real Cedula para la saca de ochenta mil cahices de trigo andaluz  con lo que en pocos días subió el precio en la Alhóndiga de Sevilla veinticinco o treinta maravedíes la fanega, lo que irritó al pueblo hasta el punto de apedrear su casa  en la calle Alcázares junto a la Iglesia de San Pedro, hoy Santa Ángela de la Cruz.

      En 1520 la Guerra de las Comunidades de Castilla y las Germanías de Valencia estaba en marcha y hay en Sevilla un clima prebélico alentado por los Ponce de León que en realidad lo que querían era su parcela de poder y, desde luego, eliminar, es decir matar, a cuanto converso rico encontraran. En los días 16 y 17 de septiembre de 1521 se produce el  motín capitaneado por Juan de Figueroa, hermano menor del duque de Arcos, que fracasó, no siendo preciso extendernos más en ello, porque como de costumbre nuestro Don Francisco salió indemne acostumbrado ya a todas las intrigas y maquinaciones.

I V.- Parece ser que a partir de estos sucesos Don Francisco del Alcazar se dedicó a consolidar un rico patrimonio rural. Ya hemos visto que en  1519 había comprado el señorío de La Palma y  la próxima torre y heredad de Alpízar  y entre esta fecha y 1530 compra la mitad de Gelo, Collera, y Puñana. Así vemos que en 1532 constituye el Mayorazgo de Gelo a favor de su hijo Jerónimo del Alcázar (15). Al solicitar la devolución de la blanca de la carne concedida en 1538, se dice que eran hidalgo notorio y señor de Collera, sobre la que parece constituyó mayorazgo a favor de su hija Mariana. Es muy posible que ya en estas fecha había adquirido Puñana que junto con la Palma, y Collera en término de Huévar, constituyó mayorazgo a favor de su hijo, Francisco del Alcázar, el citado en nuestras actas del Cabildo. Sabemos que también compró el oficio de escribano de La Puebla, teniéndolo arrendado Juan de la Parra, hasta la recuperación del mismo por el Concejo y Regimiento de Sevilla.

    En 1546 estaba considerado como una de las principales fortunas de Sevilla como se demuestra en el pedido de ese año para la lucha contra los luteranos (16).

      En 1.590. El que vuelve a reunir todas las propiedades es Pedro del Alcázar, veinticuatro, que se presenta como señor de la villa de la Palma, Puñana, Gelo y Collera  y así es reconocido en la devolución de la blanca de la carne en 1599 (17). Los herederos de este Pedro y otros alcázar se enfrascan en una serie de pleitos sucesorios  que ya no interesan porque exceden el tiempo de nuestro estudio; no obstante el curioso lector puede examinar los documentos recogidos por Don Luís Salazar y Castro (18).


NOTAS

1.- AHPNS, Legajo 2659, Año 1578, mayo.
2.- Actas del Cabildo, Jueves 9 de junio de 1583.
3.- Actas del Cabildo, Domingo 22 de enero de 1589.
4.- Jesús de la Ascensión Salas Álvarez y Manuel Mesa Romero. “La dehesa de Puñana. Una alquería almohade en el sur del Aljarafe sevillano”. Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología.  Nº 41, 2001, págs. 131 – 148.

5.- Miguel Ladero Quesada. Cuadernos de HISTORIA, Anexos de la Revista Hispania 7, “Andalucía, de la Edad Media  a la Moderna”. Instituto Jerónimo Zurita, C.S.I.C., Madrid 1977, págs. 60 y ss.

6.- Inventario de papeles del Mayordomazgo del siglo XV. Ayuntamiento de Sevilla, pág. 274.

7.- Ramón Carande Tovar y Juan de Mata Carriazo. “El Tumbo de los Reyes Católicos del Concejo de Sevilla”. Sevilla 1968-1971. Tomos II y III (1477 – 1485)

8.- Ibidem. Tomo III (1480-1485), página 261.
9.- Ibidem. Tomo III (1480-1485), página 304.

10.- Ibidem. Tomo IV (1485-1489), página 115.

11.- Marcos Fernández y Pilar Ostos. “El Tumbo de los Reyes Católicos del Concejo de Sevilla”. Sevilla  2005, Tomo X (1501 – 1502), pág. 416.

12.- Claudio Guillén. “Un padrón de conversos sevillanos (1510)”. Bulletin Hispánique. Tomo 65, núms.. 1 – 2, 1963, págs. 49 – 98 (Manuscrito de la Biblioteca Nacional de París)  “Cristianos nuevos e Andalucía a principios del XVI”.

13.- P. Ortiz de Zúñiga. “Anales eclesiásticos y seculares de la ciudad de Sevilla”, 1796, III, Pág. 282.

14.- Manuel Giménez Fernández. “Bartolomé de las Casas” Volumen II, Sevilla 1960, págs. 948 – 955.

15.- Página Web del Ayuntamiento de Benacazón

16.- Manuel Fernández Álvarez. “Corpus documental de Carlos V”, Tomo I I (1539 – 1548)
Documento CCCLI, pág. 494
De Felipe II (príncipe) a su padre Carlos V.
RELACION DE LOS PRÉSTAMOS PEDIDOS EN CASTILLA A PARTICULARES
Madrid, 7 septiembre 1546
     Cuaderno sobre lo de los empréstitos para ayuda de la empresa contra luteranos. Hízose el despacho de Su Alteza en conformidad de los que S.M. mandaba, en Madrid, a 7 de septiembre de 1546.
      Las personas que paresció que con más comodidad podían prestar a S.M. y la cuantidad que a cada una se demandaba, así por S.M. como por su Alteza, son las siguientes:
SEVILLA
El Duque de Medina-Sidonia, diez mil ducados…………………………………..…10.000 ducados
El Duque de Arcos, diez mil ducados.........................................................10.000      “
El Conde de Ureña, diez mil ducados……………………………………………………..10.000      “
Mercaderes de Sevilla, treinta mil ducados, aunque por
La memoria de S.M. se señalaban veinte mil………………………………………….30.000      “
Marqués de Tarifa, diez mil ducados………………………………………………………10.000      “
Condesa de Gelves, cinco mil ducados……………………………………………………  5.000       “
Conde de Olivares, cinco mil ducados…………………………………………………….   5.000       “
Pedro del Alcázar, cuatro mil ducados.......................................................   4.000       “
Que suma todo ochenta y cuatro mil ducados........................................  84.000 ducados

    Lo de los mercaderes de Sevilla se encomendó al Marqués asistente, y se le enviaron dos cartas en blanco para dar a mercaderes que favoresciesen la negociación  y copia de todo.
     Lo de los Señores se encomendó a Sancho de Paz que estaba en Sevilla, y se le enviaron copias de las cartas de S.M. y de su Alteza e instrucción de todo lo que había de hacer, y se hizo un pliego de todo y se entregó a Loyando, que despachó correo a 9 de septiembre de 1546.

(Sigue luego la relación de Burgos, Madrid, Guadalajara, Córdoba, Valladolid, etc., etc.)


17.- José Díaz de Noriega y Pubul. “La blanca de la carne en Sevilla”, 1975, tomo I, págs. 180-181.

18.- Baltasar Cuartero y Huerta y Antonio de Vargas Zúñiga y Montero de Espinosa. “Ïndice de la colección  de Don Luís Salazar y Castro” (Real Academia de la Historia), Madrid 1976. Tomo XLVI- Pleitos sobre Mayorazgos y Señoríos.
X-56, 1494, Leg. 73.490, 3 (pág. 314) – “Por Doña Mariana del Alcázar contra Don Pedro, Don Luís y Doña Beatriz de Alcázar  en el pleito sobre la tenuta del Mayorazgo de Collera, que se pretende haber fundado Francisco del Alcázar y Doña Leonor de Prado, su mujer, vecinos de Sevilla.” (X-54, folios 28 a 47).
Nota.- El pleito original se conserva en el Archivo Histórico Nacional, Sección Consejo de Castilla y llena los núms. 1879 y 2331 del Catálogos de Pleitos.
Leg. 73.492, 5 (pág. 314) – “Por Doña Mariana del Alcázar con Don Pedro, Doña Beatriz y Don Luís del Alcázar sobre la tenuta del Mayorazgo de Gelo, que fundaon Francisco del Alcázar y Doña Leonor de Prado, su mujer, vecinos de Sevilla” (X-56, folios 66 a 85).
Leg. 73.493, 6 (pág. 314) – “Por Doña Mariana del Alcázar  con Don Pedro del Alcázar en respuesta de su información sobre la tenuta del Mayorazgo de Collera (X-56, folios 86 a 97).