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Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Cuadernos de Casa Alta: mayo 2012

domingo, 20 de mayo de 2012

Memoria del desarraigo - 1957 Ganao bravo

 
1.957

      El jinete enfiló la amplia calle del poblado, casi la única: “¡Ganao bravo....... Ganao bravo!”, gritaba apremiante e iba sembrando el desorden como perro en un gallinero. Prisas y gritos: “¿Y mi Manolito? ¡Manolitooo... Ese niño me va a matar!”. Las mujeres con las cestas del costo buscaban refugio en las casas vecinas. “Yo en la taberna no entro que está llena de hombres”. Últimas carreras. “¡Ay Jesús, que susto!”. Los hombres, agazapados, eran ojos atentos tras los cachivaches de los puestos de comida. La calle quedó desierta en unos instantes. Pequeños remolinos de polvo caliente y un pantalón de soldado en el tenderete de ropa vieja era lo único que se movía.

      La manada se anunciaba con el tolón, tolón, de los mansos y un ronco rumor de pezuñas. Aparecieron de pronto tras la cuestecilla del puente y fueron tomando cuerpo envueltos en el polvo arropados y precedidos por los cabestros de cencerro;  a los flancos y en cabeza los caballistas: someros los estribos, garrochas en ristre, barbuquejos apretados y jacas colinas.

      Al trote largo, dominado los terrenos y prestos a un desmande, los caballistas conducían la manada, tres corridas y los sobreros, por la amplitud de la calle.

      El bufido de un toro traspasó como un frío sablazo el tropel, el polvo y la fanfarria de hojalata de los cencerros, dejando el espanto helado y suspendido en la desolación del poblado.

      Un perro sin amo acosa a la manada. Aspaviento de lancero componiendo una te con la garrocha: “¡Chucho... la madre que lo parió!”. Un cabestro lo voltea y queda destripado y gimiendo débilmente entre una nubecilla de polvo sucio.

      Cuando el tropel enfiló la mangá del cerrado de “La Esperanza” el sol quería hacerse dueño de los cárdenos, negros y colorados de los toros  mezclados con el blanco chorreo de los cabestros; los cascos de los caballos ponían el contrapunto a un rumor de pezuñas cada vez más lejano. El tolón, tolón, desvaído de los cencerros se fue silenciando cuando la manada traspasó la cancela abierta por el vocero anunciador, parando el trote y desparramándose en el alivio del llano limitado en el horizonte por la banda verdiazul de la galería del río, hollando la tierra y venteando el aire calentado por el solano.  

Joan de la Creu Fotut y Arrimat a Marche

domingo, 6 de mayo de 2012

Historias de Cotos - La Temporada (III)


Dónde estamos?

Cotos Regables del Guadalquivir es una zona de cultivo de arroz, de 1000 Has de extensión, situada en la margen izquierda del Guadalquivir. Está a menos de 40 kmts de Sevilla, pero en esa corta distancia hay un mundo entero de separación. Corresponde a una serie de divisiones que se hicieron sobre terrenos de la Isla Menor y la marisma cercana a Las Cabezas de San Juan y Lebrija. Otros poblados o divisiones en esa área eran: La Compañía, la Colonia San Vicente Ferrer, conocida como Casudis o Loh Cazudi (el poblado grande más cercano a Cotos Regables), El Cortijo Viejo, El Reboso, la Sección Segunda y Tercera de Marismas, Cotemsa, etc.

La zona de Cotos se pone en cultivo a comienzos de los años 50 del siglo XX. Como todo lo que se hace en zonas de regadío, las viviendas y carreteras se ajustan a la distribución de canales de riego y desagüe. Todo son líneas rectas y curvas de 90 grados (con pocas excepciones). El territorio es extremadamente plano a lo que se  suma la necesidad adicional de nivelación en las zonas cultivadas para un buen control del riego del arrozal. Los horizontes se perciben con total definición en todas direcciones. El suelo, con la excepción de las carreteras de grava y los escasos parches de asfalto o cemento (secaderos y algunos accesos a viviendas), es todo arcilla, con texturas que oscilaban entre el polvo y el más pegajoso barro que se pueda imaginar. Contiene mucha sal, debido a su origen: un lago abierto al mar y expuesto a sus mareas. Cuando el rio lo fue colmatando la arcilla se impregnó de las sales marinas y eso hacía que tras un chaparrón, cuando la tierra se secaba, aparecían visibles y saladas vetas blancas sobre el suelo grumoso. El color del suelo variaba entre los tonos gris claro de los polvorientos caminos (en las épocas más secas del año el polvo dejaba una larga estela al paso de los vehículos haciendo casi imposible el que pudieran adelantarse unos a otros por la nula visibilidad y la estrechez de las carreteras. También era posible en noches de luna llena ir en moto a gran velocidad con las luces apagadas. Tenías cientos de metros de visibilidad, más que con los amarillentos faros de la época) al gris marrón del barro. La desolación que sugerían los paisajes invernales del arrozal te colocaba en un ánimo que oscilaba entre la melancolía lírica y la depresión más indisimulable. Esta es una de las razones por las que siempre amé las rocas y montañas.

Las viviendas se distribuían de forma que existía una ‘casilla’ por cada parcela (en el caso de fincas grandes) o por cada propietario en los demás casos. Consistían en una edificación de una sola planta en la que podían hallarse una vivienda, un anexo lateral que podía servir como segunda vivienda o pequeño almacén, y una parte trasera que comprendía una cuadra y un almacén de mayor tamaño, aunque esta era una edificación tipo y existían diversas variantes. El tamaño total de la planta oscilaba entre los 100 y 120 mts. cuadrados. También era común la existencia de un corral o gallinero sobre la parte trasera, que no solía estar cubierto de forma original y que se tapaba con placas de uralita ondulada.

Además de estas ‘casillas’ se edificaron otros tipos de viviendas como los llamados ‘grupos’ que eran básicamente edificios de una longitud de unos 60 metros de largo y  7 de ancho, con un tejado a dos aguas (de teja romana) y tabicados interiormente para producir una serie de viviendas ‘hombradas’, por hallar un término equivalente al adosado. Habían 2 de estos grupos: uno cercano al rio, de menor tamaño y el que habitamos nosotros que incluía la escuela, la vivienda de la maestra, y cuatro viviendas más. La nuestra sería la central. En cuanto al tamaño de estas particiones era similar y estaba en torno a los 65 metros cuadrados. Ya describiré la distribución interior cuando hable de nuestra vida en ella, que ocupó unos 30 años.

El llamado ‘Tren Parao’ era una exageración de estos grupos ya que tenía una longitud de unos 90 metros y un ancho cercano a los 8. También el techo era a ‘dos aguas’ y la cubierta de simple uralita. Estaba divido en un total de unas 30 viviendas por lado (12 m2 por habitáculo) y con una capacidad de unas 4 literas por cada vivienda podía alojar casi 250 personas en unas condiciones mínimas de habitabilidad. Aunque tenía, por así decirlo, residentes permanentes su función principal era el alojamiento de temporeros que en el momento álgido de la temporada podía estar cercano a las 600 – 700 personas, que se distribuían por todo hueco disponible en el resto de edificaciones incluyendo almacenes con simples colchonetas o, más comúnmente, jergones rellenos de paja.

El resto de edificaciones tenían propósitos más definidos, como lo eran el grupo formado por la herrería de Juan José, el bar de Manolo ‘el Maja’, la tienda de comestibles y vivienda de Nicolás y Joaquina, la peluquería – bar de Rafael Romero  ‘el Pichita’, y el cine de verano. Al lado de este y en dirección hacia el rio estaban el bar – tienda – cine de verano de Cachopo, y la vivienda de la Francesa. Al lado estaba el que se llamó almacén de Castellón, que fue inicialmente un cine cubierto y luego se dividió en la zona de vivienda de Ignacio, capataz de mi tío Vicente y dos almacenes, uno de ellos de mi padre. Otros anexos a este edificio eran la panadería de Juan José Soriano, que también tendría negocios de transporte con su camión, y la vivienda de mi tío Vicente, la más grande y bonita de todas las de Cotos y la primera que tuvo dos plantas.

También, y por un periodo de tiempo que abarcó más de 30 años, habían chozas, siendo la mayoría de ellas de gran tamaño, es decir que contenían varias viviendas cada una de ellas.

Las chozas tenían paredes de barro y paja, generalmente blanqueadas, incluso con alegres toques añil enmarcando puertas y pequeños ventanucos. Su estructura principal eran grandes postes de madera de eucalipto, y gruesas cañas entre los postes para dar soporte a las paredes de barro. El techo estaba formado por un cañizo que también se rellenaba con una ligera capa de arcilla, a modo de impermeabilización y por encima de este se disponía una gruesa cubierta de juncos, que daban el color intensamente oscuro común a todas las chozas del mundo, desde la selva a los suburbios. El suelo era de simple barro y cascarilla de arroz mezclados y apisonados. Al secar, de forma natural, queda un suelo liso y fresco de color gris. Su único inconveniente es el constante polvillo que desprende del solo pisar de los pies desnudos, de las abarcas y ‘espardenyes’ de ligera suela de caucho de viejas ruedas. El interior, umbrío era muy uniforme en temperatura a lo largo del año, por el buen aislamiento natural de los materiales empleados. El olor era difícil de definir, no desagradable, decididamente húmedo, muy familiar para los que acostumbrábamos a manejar gavillas de paja de arroz. El principal peligro que las amenazaba era el de incendio. En los años en que viví en Cotos vi arder tres de ellas y era un espectáculo impresionante.

La más bonita de estas chozas era la del ‘Tonto de los pilotos’, cercana a la casa del perito, que antes lo había sido de mi tío Vicente. Situada al lado de un pequeño canal de desagüe cuya ribera estaba sembrada de mimbres de un verde intenso y fragante olor, era limpia, bien blanqueada y con sus añiles y tenía el toque de una media docena de pértigas, de unos 4 metros de altura, plantadas en su extremo más cercano a la carretera, que terminaban en pequeños aviones tallados en madera de eucalipto con hélices de lata y sobre un soporte giratorio que las hacía comportarse como veletas. Pintados en vivos colores, azules, rojos, amarillos, mantenían un constante ulular con la más ligera brisa, y daban un extraño toque transcultural, pues recordaban las pértigas de gallardetes típicas de la yurtas mongolas o los lugares de oración tibetanos.

 
La gira: excursión a los secaderos.

Un mes antes de que llegara Luis, el viernes de Dolores se hizo la ‘gira’ en el cole. Nada del otro mundo, pero todos lo pasaban bien. Este año fue una excursión a los secaderos del Cortijo. En ese día todos llevaban una taleguita de tela, que contenía bocadillos y fruta, y chocolate o algún dulce de la época como torrijas o pestiños envueltos en papel de estraza. Las torrijas más típicas en Cotos son las de vino y arrope y los niños más pequeños  con un  par de torrijas o tres se quedan colocados. Lo de ‘tener una torrija encima’ no era una simple frase. De todas formas muchos niños desayunaban en las épocas más frías café con leche y una pachocha de anís (pan mojado en agua, azúcar y anís) y el cole por las mañanas tenía un ambiente de peña taurina cazallezca de lo más entonado. Deme lleva torrijas de vino, como Cachichi y el Churrero. Los Grau Lobato (Isabel la Nena, Olimpia y German) exhiben unas exquisitas de almíbar alimonado y los Navarritos (Javier, Lucia y Fabiola) no llevan torrijas. Su madre, la Señora, es una repostera sin igual y le gusta mantener las tradiciones así que los surte con toda clase de bollería valenciana: Pan-ous, rollets de San Blau, bollitos de leche, un clase de Coca de canela, tortas de ‘carabasa’, coca de pasas y nueces y, los más deseados, unas figuras de pan dulce en forma de cocodrilos, con el lomo lleno de bolitas coloreadas de caramelo. Unos días antes ha montado un buen zafarrancho en la diminuta cocina de su casa para preparar unos 10 kg de distintas masas pasteleras. En la fiesta han participado todos: ella misma, Rosario la muchacha de la casa, una más en la familia, Javier, Lucia, Fabiola y Juan Navarro, su marido, que es el que da el toque artístico al asunto, moldeando figuras y pintándolas con bonitos tonos de acuarela. También, durante años, alegrará los tradicionales huevos duros de Pascua con hermosos dibujos de acuarela: paisajes alpinos, arboles, gallinas, cerditos, caballos, pollitos, lagartos… Además ha decorado la cocina pintando el dintel del saca humos y parte de las paredes con lápices de cera y pintura plástica: huevos, cebollas, berenjenas, gallos, lirios… todo alegre, natural, fresco. Los chicos lo rodean mientras canturrea y dibuja, y se ríen nerviosamente excitados, sobre todo Javier que ve como algo mágico lo que es capaz de hacer su padre. Después han puesto con cuidado toda la producción (incluyendo unas docenas de madalenas de receta única) en bandejas de madera y estas en cestas de mimbre, inclusos la bandeja de mimbre de la ropa planchada entra en el lote, han tapado las cestas con paños estampados de cuadritos, verdes y blancos, rojos y blancos, y las han llevado a la panadería de Juan José Soriano y en una hora o algo más ya están de vuelta, dejando un  rastro de olor capaz de hacer salivar a una tortuga. Por cosas como esta la vida en ese lugar resultará inolvidable para todos ellos, una fantasía en medio de la niebla y la grisura, en medio de la luz y el aire lleno de sonidos del mundo, al principio de la vida.

Manolita, hermosa la maestra, vive en Cazudi, da unas cuantas recomendaciones antes de salir. Es casi mediodía y el sol está suave. En los charcos que hay delante y detrás de la escuela, grandes y poco profundos, han crecido en días miles de ranúnculos, de pétalos frágiles, y cientos de margaritas de apretado botón amarillo, sin pétalos, que llenan de luz y de aroma el aire, el aroma invisible de la primavera, que mueve las piernas y levanta las ganas de gritar y jugar sin descanso.

-         - No quiero veros ocupando toda la carretera, ni mucho menos jugando a futbol. Tampoco me interesan las ranas ni los grillos cebolleros ¿te enteras Deme? Y no quiero concursos de tirar las piedras más lejos, ni el clavo. Por cierto no quiero ver ni uno o ya sabéis que habrá castigo seguro. Ea, vamos para el Cortijo y a ver si tenemos un diita tranquilo.

Las niñas se ríen cuando se enumeran todas esas cosas que solo hacen los niños: Rosi la bonita rubia, Paqui la del Maja, su hermana la risueña Manoli, las mellizas Lucia y Fabiola, la prima Isabel, la nena, la gran Paqui la de Climent, la de Márquez.. La chica de Benegas es capaz de saltar un canal de desagüe de los anchos, y es casi seguro que hoy lo hará, pero nadie se mete con ella. Es delgada como una ranita, muy morena, sus ojos brillan intensamente y solo le falta una leve marca de casta en la frente para ser una promesa de belleza hindú.

A la gira también se suman los perros de cada familia: la ‘Canela’ sigue a Rafael el del barbero, el ‘Combate’ con los Cachichi, el ‘Escobilla’ de los Demetrio, legañoso y siempre buscando perras salidas, el ‘Lucero’ por cuenta propia, la ‘Marilyn’ la pequinesa con algún lacito… Flanquean la fila de niños y niñas, dan carreras y ladridos cumplidores, tampoco hay que exagerar, el día será largo.

Pasan el puentecillo camino del cortijo, El canal de riego aún esta vacío, tan solo algunos largos charcos mantienen aún algo de vida, carpas, robalos, barbos, la mayoría muertos o agonizantes. Huele a babas de ranas, a algas podridas, a cieno removido. En pocos días, los peces que hayan aguantado recibirán su premio: comenzará el riego y tendrán una gran oportunidad para la puesta. Los chavales también ayudaron a la escabechina, pero ya el pestazo les quita las ganas de seguir agarrando algo.

A  la entrada del cortijo aparece Sisobra, el enorme mastín marrón y blanco, los perros se recogen pudorosa y sabiamente al final de la comitiva, tan solo la Canela, con natural coquetería le pasa por delante haciendo méritos. Una larga cadena lo mantiene sosegado. Unos ladridos profundos, que parecen salir de una cueva, no engañan al peludo rabo que se mueve con digna parsimonia.  La Canela, fea pero perra, le hace un pase cercano moviendo el corto rabillo como un ventilador. El Sisobra se queda como en postura, quieto, alta la cabeza, dejándose mirar y oler.

Pasan la mayoría de las niñas por el sendero que lleva hacia las trilladoras fijas y los pajares. Los niños, superados los diez minutos de disciplina empleados en el corto trayecto, se desmarcan para subir la rampa que conduce a la báscula de camiones, y ya situados en la plataforma de hierro de la misma, dan saltos como locos asegurando cada uno de ellos que notan como la báscula se hunde ‘un cacho’ gracias a su patada. La bascula tiene capacidad para unas 20 toneladas, pero eso para un coteño es lenguaje de señoritos y lechuguinos, ‘ande ze ponga un tío de una veh, que ze quiten tó ezo mierda’. Aprovechan la incorporación al grupo para chocar con los que van en la cola ‘Zeñorita, aquí ya están pegando empujone y me voy a calentá y van a habe oztia’. Manolita hace un gesto como una vaga amenaza, ya solo faltan 100 metros para el lugar de suelta.

Los pajares ya no humean. Las lluvias de Abril los han apagado. Este año, como el invierno ha sido seco la paja entró en auto combustión y durante muchos días se ha visto como se desprendía un humo denso y pesado. Cada vez es menos frecuente que vengan las cuadrillas de empacadores, se paga poco por la paja, y por eso los dos altos pajares, de más de  8 metros de altura, se han quedado casi sin despejar. Los chavales disfrutan tirándose a rodar desde lo alto. El precio a pagar es un picor que en el frio invierno casi no se nota, aunque la roña hace efectos en las caras de los jugadores dándoles un aspecto cochambroso pero machote. En la siega todos odiarán el polvo de arroz pero eso es otra historia.

Los secaderos del cortijo ocupan una superficie de 15000 metros cuadrados y son el mayor terreno asfaltado de todo Cotos. Consisten en una serie de pequeños lomos de unos 30 cts. de altura entre el punto más alto y el más bajo. Cada paño tiene unos 12 metros de ancho por 40 de largo y están hechos de ladrillos cubiertos de asfalto. Cada dos o tres veranos se asfaltan de nuevo. El arroz, cuando viene de las trilladoras esta aún húmedo y debe extenderse y secarse al sol durante dos o tres días, dependiendo de la temperatura y de la humedad ambiente. Cada tarde se agrupara sobre los pequeños lomos formando una barra y se tapará con lonas si amenaza lluvia o si las noches dejan rociada. Hay que evitar que coja humedad para poder venderlo o almacenarlo. Pero eso será en la siega y aún falta un mundo.

Los niños y niñas forman grupos, rota la fila y el poco orden, para jugar: futbol, la comba, el teje, el pañuelo, el coger.. A mediodía paran todos para comer lo que se trae en las talegas.  

Hace un calorcito agradable y los rostros están encendidos por el juego y el sol. La charla se  aquieta y todos le dan al mastique con entusiasmo. Se sientan por grupos de amigos: Javier con su primo Germán, el Deme, Rafael el Barbero, el Churrero, Cachichi, el Nicolás. Manolo el del maja con los mayores, Pepe Climent, Eduardo Báez, Carlos Báez, José el de Demetrio. Lucia y Fabiola con la prima Isabel y la pequeña y rubia Olimpia a la que su madre, haciendo una muy sentida excepción, ha permitido ir también. También esta con ellas Manoli y Pepi Ganfornina, de grandes ojos claros, la del herrero. Rosario, la muchacha está con las hermanas Rosa y Paqui, del maja, Paqui Climent y Rosi de los bartolos. Mucha rosa, y es que es primavera.

-         - Le podíamos habé metido por lo meno do gole ma, zi no fuera por el mamahostia del Cachichi que se azuzto con er Manolo, y la tiró fuera, dice Deme entre bocados, eructos, cuescos y recogida de mocos.
-         - Po y tú con turmano, que te dio una hostia y dejaste que te quitara la pelota, joio vaina, quien va a hablá, replica Cachichi mosqueado
-        - Yo me pongo lo que quiera a questa tarde leh ganemo a to, porque ze van a pone ziego de come, sobre to er Manolo y van a corre meno, afirma tan convencido como siempre el Churrero
-        - Ganemo o no ganemo a mirmano lo dejo zeco de una patá, dice vengativo Deme.
-         - Si, tú te pone mu chulo pero luego te forra a hostia en tu caza, tercia Rafael el barbero.
-         - Po esta noche cuando ze duerma le zuerto un cuesco en la jeta que ze ba a quedá amariyo como zi tuviera ‘tirizia’, se ríe a boca llena el Deme, soltando un cuesco demostrativo.

Los partidos entre mayores y medianos despiertan pasión. Media docena de mayores por un lado y docena y media de medianos y chicos por otro. Los chicos, los pobres, solo duran el primer cuarto de hora, lesionados y silbados se retiran lloriqueando a las bandas y alguno ensaya una pedrada vengativa, las más de las veces contra su propio equipo. Es duro este futbol de división inclasificable, pero nadie se lo pierde. Quedar 12 a 4 es un buen resultado, teniendo en cuenta que no hay arbitro y que cada gol se discute y negocia con pasión.

-        - A zio arta, afirma el enfadado portero cuando la pelota pasa claramente por encima de su cabeza. La portería está marcada con dos montoncitos de piedras y no tiene larguero, claro.
-         - Po a ve zi crece joio mamahostia, que te mata a paja con lo chico que ere, londro que ere un londro, le suelta José Demetrio al portero de turno.

Termina la comida, las niñas charlan quedamente. Todos se tumban y un ratito de paz se establece, algún sueñecito o simplemente mirar el cielo. Después otro partido, juegos de grupo en los que se mezclan niños y niñas, más carreras, muchos gritos y cuando la tarde refresca, de nuevo una más ordenada y cansada fila emprende el regreso.

Lectores del Blog II


ESTADISTICA MENSUAL 6/Abril-6/Mayo



PAIS LECTURAS          %
España
193 85,8%
Rusia 9 4,0%
Colombia 4 1,8%
Francia 4 1,8%
México 4 1,8%
Estados Unidos 4 1,8%
Alemania 3 1,3%
Bolivia 2 0,9%
Argentina 1 0,4%
Chile 1 0,4%

225



ESTADISTICA TOTAL DESDE  12 de Febrero



PAIS LECTURAS          %
España
589 81,7%
Alemania 49 6,8%
Estados Unidos 29 4,0%
Rusia 22 3,1%
Colombia 9 1,2%
Argentina 6 0,8%
Francia 6 0,8%
México 5 0,7%
Corea del Sur 4 0,6%
Bolivia 2 0,3%

721































































































































































Juan Sintierra - La Milicia Urbana y los ataques ingleses a las costas de Cadiz


LA MILICIA URBANA Y LOS ATAQUES INGLESES A LAS COSTAS DE CÁDIZ

La compañía de milicias de La Puebla


1. Sobre la milicia urbana, tropas de composición local, no existen estudios completos, era prácticamente el único ejército interior de la Península durante la época de los Austrias. Los estudios son locales o comarcales, fragmentados a veces y llenos de lagunas. Las villas señoriales tienen documentación más completa que las realengas, interesándonos en este momento aquellas que estaban dentro de las veinte leguas de la costa o más al interior pero cercana a la misma. Carecemos de documentación sobre la compañía de milicias estable en La Puebla. Las noticias que de ella tenemos se obtienen de forma indirecta. Siendo nuestra villa collación y guarda de Sevilla, su compañía dependía de la Ciudad y era su Asistente el Capitán General de todas las milicias de Sevilla y su tierra. Su condición de collación de Sevilla hace suponer, en un principio, que su documentación la deberíamos hallar en el Archivo Municipal  hispalense, aunque no he encontrado nada; sólo referencias indirectas en el Archivo Histórico de Protocolos Notariales y las noticias de dos Relaciones de 1625 y de 1.702 de defensa de Cádiz y sus puertos y las villas de Sanlúcar de Barrameda, Chipiona, Rota y el resto de dicha costa. Ni siquiera hay noticias al respecto en documentos generados por el Alférez Mayor de la villa cuyo oficio por los años cuarenta del siglo XVII lo había adquirido Mateo de la Fuente; debería tratarse de oficio  meramente figurativo, reminiscencia medieval sin trascendencia alguna en esas fechas.

      No debemos confundir estas milicias de carácter urbano, luego integradas en los Tercios de Milicias Provinciales, con las tropas vecinales o milicias concejiles que desde la  Edad Media  hasta la conquista de Granada se formaban en ciudades, villas y lugares, tras el llamamiento del rey, especialmente para la guerra de reconquista y  su defensa posterior. El Alférez Mayor enarbolaba el Pendón de la Ciudad y a él acudían y tras él marchaban las huestes concejiles repartidas por collaciones y villas de la tierra, a las  que se unían las de los señores jurisdiccionales, seguidos por todos los servicios de intendencia. La caballería se nutría en gran medida por hidalgos y los llamados caballeros cuantiosos, es decir, aquellos vecinos del estado general con capacidad económica suficiente para mantener un caballo apto para la guerra, así como el armamento correspondiente, siendo esta una forma de alcanzar un status nobiliario. Esta situación es muy particular en Andalucía, que se alarga hasta la conquista del Reino de Granada. A la guerra debían acudir tanto los llamados del estado general como todos los nobles por obligación y algunos sectores a cambio de privilegios, como los pescadores del Guadalquivir que debían formar la marinería de las galeras, en la que se embarcaban tres meses de verano en funciones de guardacostas o en caso de guerra, bajo el mando del maestre de la nave donde también se embarcaban tropas, dando origen a la Infantería de Marina, junto con la llamada “chusma marinera” con funciones auxiliares que también entraban en combate en caso necesario,  y los galeotes bien a sueldo o cumpliendo condena. 

     Nos referiremos en estas páginas a la Andalucía Baja, la más cercana a la costa por ser la que fundamentalmente interesa para entender la imbricación de la compañía de La Puebla en el sistema general.

      Nuestra compañía existió, sin duda, primero con carácter que podríamos llamar autónomo, y, en la segunda mitad del siglo XVII,  integrada en la Sargentía de Coria, formando parte de las compañías que se formaron en el Aljarafe, debido principalmente al espectacular descenso de la población en general y especialmente en La Puebla.

     En primer lugar centraremos el asunto basándonos en algunos trabajos de calidad para acercarnos al estudio de nuestra compañía. Entre estos trabajos destaca el de Contreras Gay de la Universidad de Almería (1), Mª del Carmen Samaniego Martí de la Universidad de la Rioja (2), y Patrón Sandoval (3)

               El Imperio tenía unidades estables, de gran magnitud, que alcanzarían a formar lo que hoy se denomina cuerpo de ejército, éstas eran fundamentalmente los Tercios como los de Flandes, Italia… etc, que estaban fuera de la Península; también en el interior de la misma mantenían  unidades estables menores como las Guardias Viejas de Castilla, cuerpo de caballería ligera que estaba desplegada en Navarra y Castilla la Vieja, alcanzando escasamente los mil quinientos efectivos. Los soldados que integraban estas unidades eran profesionales; así en los Tercios encontramos junto a españoles (principalmente asturianos, castellanos y andaluces) a naturales de todos los países europeos y no sólo de aquellos que formaban el Imperio. Eran tropas que servían por la soldada y que acababan sus días, cuando ya no servían para soportar los rigores de la campaña,  como dotación de  castillos, plazas fuertes, fronteras, etc, o embarcados en galeras dando origen a la infantería de marina, como antes expusimos, temible en los abordajes, recuérdese su importante participación en Lepanto. También debemos tener en cuenta los integrantes de las Guardas de Costa que prestaban servicio permanente en los presidios y fortalezas de Andalucía y todo el Levante, es decir, Murcia, Valencia y Cataluña, así como en Galicia y las plazas fuertes costeras del País Vasco. Por su parte los Tercios, raramente entraban en el interior de la Península, o lo hacían en situaciones de especial gravedad, así Don Juan de Austria trae  parte de los Tercios de Italia para resolver la guerra de las Alpujarras.

       Ahora bien, estas unidades estables en el interior de la Península eran de todo punto insuficientes en una situación de guerra y sobre todo de emergencia bélica. La organización de las huestes concejiles, de origen medieval, se había ido abandonando desde los años finales del reinado de Los Reyes Católicos y el proceso de creación de la nueva milicia resultó ser largo y complicado, por lo que expondremos el mismo de forma  esquemática:

-       El proceso de reclutamiento comienza con Carlos V, a la sazón en guerra con Francia que se prolonga hasta los primeros años del reinado de su hijo Felipe II. Se contaban los hombres que hacían falta  y el Consejo de Guerra seleccionaba los distritos de reclutamiento necesarios y el rey nombraba un capitán para cada uno de ellos. El capitán nombrado comparecía ante el Concejo de la ciudad o villa y pedía autorización y, una vez concedida, ejercía su “derecho a tocar caxa y enarbolar bandera” o lo que es lo mismo, mandaba tocar el tambor en los lugares públicos para aquel que voluntariamente quisiera alistarse sentara plaza en la bandera. Este sistema de reclutamiento siempre se llevó a cabo al menos hasta la reforma de 1.704. La figura del capitán era de suma importancia; pertenecía casi siempre a la nobleza menor no titulada, con formación militar o sin ella, de conocido prestigio en la localidad, perteneciente a su oligarquía, que debía cuidar del vestido, armamento, adiestramiento y pago de los hombres de su compañía, que  se alistaban en función del conocimiento y prestigio social de su capitán.  En este primer periodo  las consecuencias de la guerra con Francia se reducían a las regiones fronterizas de los Pirineos y al Levante, por ello estimamos que en este primer periodo no llegó a formarse la compañía estable de La Puebla.

-       En 1.562, Felipe II anunció la creación de una Milicia en toda la Península, consistiendo ésta en una reserva ciudadana integrada por voluntarios debidamente adiestrados, mandada por oficiales nombrados por el rey y con destino a la prestación de servicio dentro del reino. Felipe II se dio cuenta de la necesidad de que los municipios acudieran a su propia defensa de forma organizada (lo que se puso en evidencia con los ataques ingleses a Vigo en 1.585 y a Cádiz en 1.587 y 1.596) y cuyos costes debían afrontarlos los municipios, en función del reparto que se hiciera. Este sistema de financiación  se mantuvo al menos hasta la reforma de 1.704 y tenemos documentos del pago realizado por La Puebla cuando el Concejo debía recurrir al arrendamiento de bienes de propios para pago de impuestos, casi siempre dehesas y casi siempre la Cartuja de Santa María de las Cuevas como arrendatario. Así en 1.685 se arrienda la Dehesa de Abajo (4), en 1.689 la Dehesa Nueva de los Fontanales (5) y en 1.694 y 1.697 se arrienda el Agostadero de Afuera a causa de la Guerra con Cataluña y Navarra en el periodo de la guerra con Francia en las postrimerías del reinado de Carlos II (6).

-       El escaso interés del personal por alistarse hizo que las Cortes reunidas en Madrid en 1.566 solicitaran la disolución de la Milicia, lo que motivó  que soldados regulares a sueldo de la corona fueran los encargados de la vigilancia de fronteras y costas, que poco podrían con una invasión a gran escala. Esta situación quedo probada con el ataque a Cádiz del pirata Drake (Sir Francis Drake) en 1.587 y, sobre todo, en el ataque y saqueo de Cádiz en 1.596 con una flota mandada por el almirante Howard y tropas anglo-holandesas mandadas por el conde de Essex. Tras este desastre se pensó seriamente en reconstituir la Milicia con el patrón existente hasta 1.566. Así, las primeras Ordenanzas Generales fueron publicadas en 1.590 y tras su fracaso, se probó nuevamente en 1.598, que nunca fueron efectivas, salvo en Galicia y Andalucía por el peligro inglés fundamentalmente, y Valencia y Cataluña por un Mediterráneo lleno de turcos, piratas y franceses.


-       De acuerdo con  lo indicado, en todas las ciudades y villas situadas dentro de las veinte leguas de la costa las compañías siguieron existiendo siempre, pese a la disolución solicitada por las Cortes de Madrid, por lo que estimamos que Sevilla y su jurisdicción siguió con sus compañías más estables en la primera y segunda línea en la que se sitúa La Puebla, con el añadido de la guarda del río, por lo que podemos dar la fecha de constitución en los meses posteriores a la orden real de 1.562, en que su primer capitán nombrado por el rey pidió autorización al Concejo para levantar bandera y tocar el tambor, llamando a aquellos que quisieran alistarse. Seguro que el curioso lector daría cualquier cosa por saber cómo era esa bandera; yo también. Es posible que sobre el fondo carmesí de la Ciudad de Sevilla, a la que pertenecía la guarda y collación de La Puebla, figurara pintada alguna imagen sagrada de devoción en la localidad, lo que era muy del gusto de la época.

-       Pese a la permanencia de estas compañías, y su relativo adiestramiento, no se pudo evitar su fracaso en la guerra de Las Alpujarras, en que Don Juan de Austria tuvo que trasladar parte de los Tercios de Italia, como antes expusimos, y tampoco  pudo evitarse el desastre de Cádiz  en 1.596 debido al escaso número de sus efectivos, a la bisoñez de las compañías enviadas por el duque de Medina Sidonia procedentes de las villas de su señorío más próximas a la bahía  y a una total falta de organización. Es por ello que en los meses siguientes el Secretario de Guerra, Andrés de Prada, se esforzara en la leva de soldaos para estas compañías encontrándose con que “la mayor parte es gente ruyn y que no ay hombre honrrado que quiera sentarse”


-       Bajo Felipe III, instaurada la paz  con Francia, Inglaterra y Holanda, se reducen los costes de estas compañías, aunque en 1.618 otra vez estábamos en guerra, y sobre todo el peligro inglés en alianza con los holandeses, provoca una recuperación de las compañías haciendo recaer en el poder concejil la responsabilidad de pagar las guarniciones y proveerla de hombres. Es, por tanto, el Asistente el que procura su pago a cargo de la Ciudad y villas y lugares de su tierra. Lo que correspondía a La Puebla se ingresaba en su capital y era ella la que disponía los pagos y el modo de recaudación. Desconocemos el sistema en estos años, sólo sabemos que a partir de 1.685 se reparten a La Puebla los servicios de milicias, como hemos visto, a cuyo pago se atendía, dada la pobreza de los vecinos, con lo recaudado por el arrendamiento de los bienes de propios.  Pero lo que si observamos es que el reparto del servicio de milicias llega a La Puebla cunado ya no tiene una compañía completa sino parte de ella integrada o otra formada con otros elementos de pueblos del Aljarafe.

-       En definitiva, es a partir de 1.618 cuando intuimos un asentamiento de la compañía estable de La Puebla, sobre todo en la Relación del ataque inglés a Cádiz y su costa en 1.625 y el nombramiento del todopoderoso conde duque de Olivares, Don Gaspar de Guzmán, como Capitán General de las Milicias de Sevilla y su tierra el 1.627, cuando el valido de Felipe IV solicita por primera vez el  señorío jurisdiccional de La Puebla y su término, que no obtendrá hasta 1.641, uniendo a la justificación del peligro inglés el intento de segregación del duque de Medina Sidonia y la independencia y guerra con Portugal  y descargar al Asistente de su grave responsabilidad al respecto.


-       Posteriormente, en 1.630, se ordenan las Sargentías Mayores y se les asigna un término. A los Sargentos Mayores se asimilan los  comandantes de batallón de los actuales regimientos de infantería. A la Sargentía Mayor de Coria pertenecía la compañía de La Puebla, con un término que incluía villas y lugares del comarcano Aljarafe. En esta margen derecha del Guadalquivir nos encontramos con las Sargentías Mayores, demás de la de Coria, de Aznalcázar y de Manzanilla y con las de Utrera y Lebrija en la margen izquierda. El paso posterior es la organización en 1.637 de los Tercios Provinciales de Milicias y es a partir de estas fechas cuando la Milicia adquiere verdadera importancia y se convierte en un ejército interior más o menos organizado, pagado y armado por los municipios.

-       Dos años después nos aparece en los papeles del Archivo Histórico de Protocolos el nombre de su capitán Don Fernando de Salcedo, como consecuencia de la testamentaría de su esposa, Catalina de Cevallos (7), y en la almoneda que se celebra el año siguiente (8)  y concediendo carta de pago por la venta de una esclava procedente de la misma testamentaría puesta en almoneda (9), sucediéndole en el cargo su propio hijo Nicolás de Salcedo (10), que en otros documentos aparece como Nicolás Hurtado de Salcedo o Nicolás Hurtado de Mendoza (11).  Estos, junto con los capitanes Don Fernando Bravo de Vargas y Don Juan Andrés de Nestares de los que luego nos ocuparemos, son los únicos capitanes cuyos nombres he logrado hallar siempre en documentos indirectos, que no tratan de la compañía sino de negocios particulares de sus capitanes, salvo el último de ellos. Del mismo modo, en 1.653 nos encontramos con el  nombre del Sargento Mayor de Coria y su partido, a la que pertenecía la compañía de La Puebla, con ocasión de la compra de un esclavo, este era “el capitán Diego Solórzano Jaraquemada, Sargento Mayor del partido de Coria y vecino de la ciudad de Sevilla”(12)

-       El conde duque  de Olivares, si bien no pudo obtener el señorío de La Puebla en 1.627, tras la dura experiencia de dos años antes con el ataque inglés y holandés a Cádiz, si pudo obtener al principio de la década de los treinta el señorío de Coria y casi de forma inmediata  la propiedad del barcaje y del oficio de Alguacil Mayor de la villa ribereña donde por estos años invernaban las galeras reales repartidas entre Coria, y el puerto del Borrego, dada la prohibición de atracar en Sevilla debido a los conflictos que producía la soldadesca embarcada y la  chusma marinera, sin olvidar a los galeotes condenados al remo que había que airear y reponer.
     Este es en síntesis el proceso de creación y consolidación de la Milicia en el interior de la Península y, especialmente, en las zonas de frontera tanto terrestre como marítima, participando La Puebla de ambas situaciones.

2. Toca ahora ocuparnos de algunas particularidades de la organización de la Milicia. Se pagaban mediante el impuesto correspondiente, a cargo del estado llano, los pecheros, y cuando la penuria era generalizada se arrendaban bienes de propios o con cargo a los mismos como hace Sevilla en el ataque inglés de 1.702. El reparto lo hacía la Ciudad  para todas sus collaciones y guardas –y, por tanto, para La Puebla- que debía pagarlas y armarlas.

      Ya nos hemos referido a la importancia del capitán y de su pertenencia a la oligarquía local. De los cuatro conocidos, Don Fernando de Salcedo, del que tenemos noticia en 1.633 (13), y su hijo Don Nicolás formaban parte de la oligarquía local como hemos visto en los documentos indicados en las notas. Además el Don Fernando instituye un mayorazgo que entre otros bienes poseía una buena parte de los granadales de Isla Hernando (14)  y tierras en la Vega que su hijo Nicolás vende a Francisco de Alcázar, señor de La Palma y del heredamiento de Puñana en término de la villa de La Puebla (15). Don Nicolás se encuentra más tarde formando parte de la larga nómina de los Veinticuatro de Sevilla (16), lo que pone de manifiesto su condición nobiliaria; había casado con Catalina de Torres  que era hermana de María de Torres, esposa de Francisco Ponce de León que era personaje importante de la villa en estos años, de la casa  ducal de Alcalá, posiblemente estuviera en la defensa de Rota, señoreada por el duque, en el ataque anglo-holandés de 1.625. Las hermanas Torres, Catalina y María eran arrendadoras del diezmo de corderos y lana del Deán y Cabildo de la Catedral en la jurisdicción de la villa (17), haciendo los negocios el Ponce de León (18), que mantenía buenas relaciones con la nobleza menor de la localidad y alrededores (19).  En 1.647, Don Nicolás manifiesta en un documento ante el escribano que es alcalde ordinario de la Villa por el estado noble (20) . En el capítulo correspondiente a la esclavitud vemos el número que montan el Don Nicolás Hurtado de Salcedo y el Don Francisco Ponce de León con la compra de una esclava negra, Gregoria, de diez y ocho años, en la almoneda que se hace con los bienes de la madre del primero.  

      El tercer nombre de capitán que encontramos es el de Don Fernando Bravo de Vargas (Bravo y Vázquez de Vargas se apellida en otro documento), que en 1.675 era un propietario importante en la villa como lo demuestra la relación de propiedades de Antonio del Castillo Camargo, realizada en noviembre de ese año (21). En los tiempos de este capitán ya estaba organizada la Sargentía de Coria y La Puebla había perdido gran parte de supoblación, por lo que los miembros de su compañía se integraban en otra formada con elementos de los pueblos cercanos, como ya hemos puesto de relieve. En 1.684 nos aparece vendiendo el hierro y ganado de su esposa (22).

       El cuarto nombre nos aparece en una escritura de 1.679 (23), que nos demuestra la organización de las milicias en el último tercio del XVII, así comparece ante el escribano el Alférez Don José Diego del Pano de la compañía del capitán Don Juan Andrés de Nestares que según nos dice el alférez la tenía alojada en distintos lugares del Aljarafe, lo que nos indica que para formar la compañía al completo debían integrarla elementos de varios pueblos. Ante el escribano manifiesta que ha recibido del alcalde ordinario 110 reales de vellón sueldo del soldado Jerónimo de Lucena, que ha prestado servicio en La Puebla durante cincuenta y cinco días y por orden del Asistente, mariscal de campo de las milicias, debe trasladarse a la villa de Manzanilla. Debe tratarse de un soldado profesional y veterano; algunos de ellos  sentaban plaza en una compañía de milicias, que era voluntaria, y los capitanes les confiaban el adiestramiento de los reclutas, pasando de La Puebla a Manzanilla para continuar con el adiestramientos de los milicianos de aquella villa. Cobraba dos reales diarios, más el alojamieto que como mínimo consistía en  un sitio para dormir, el pan la sal y el agua. Esto nos indica que las milicias no era una hueste concejil de corte medieval, sino una tropa entrenada en las técnicas de combate del siglo XVII basada en la infantería. También nos indica que parte del entrenamiento corría a cargo del Concejo, independientemente del reparto del servicio de milicias que pagaba la villa.
       En tiempos de los capitanes Salcedo, padre e hijo, nos encontramos en los años más álgidos de la fase de esplendor de La Puebla, con el cura Peñaranda y su hermano Antonio haciendo negocios, los Pineda y los de la Fuente peleándose por los puestos más representativos, con el encargo del inacabado retablo a Miguel Cano, padre de Alonso, y la intervención indirecta de Juan Martínez Montañés, con los puertos del Borrego y las Horcadas con actividades de maestranza naval y, también hay que decir, en años muy próximos al declive de la segunda parte del siglo.

       Los integrantes de estas compañías de milicias, aparte el capitán, eran el alférez y el sargento y la tropa, formada ésta por hombres del pueblo. No constituían un ejército profesional, sino que se trataba de lugareños dedicados al campo, al ganado y a labores artesanales durante todo el año que permanecían junto a su familia, en su casa, de ahí el buen número de casados, y que estaban obligados a la instrucción los días que lo tenia establecido su capitán y a marchar tras su bandera cuando así lo dispusiera el Asistente o su capitan general en tiempos del conde duque. Cobraban cuando entraban en acción mediante el llamado auxilio y era su capitán el que se cuidaba de su adiestramiento, vestido y armamento. El alistamiento era voluntario, aunque siempre se podía acudir a  la leva obligatoria mediante sorteo ya que debían estar integrados en  la Milicia el diez por ciento de sus vecinos y formarse la compañía con un mínimo de cien hombres, de ahí los lugares escogidos donde se situaban las compañías estables. Aparte de cobrar auxilios cuando entraban en acción, el soldado de milicias gozaba de una serie de privilegios fiscales que lo eximían de algunos pechos como los servicios ordinarios y extraordinarios, el privilegio de no poder ser encarcelado por deudas y también el privilegio de portar armas, entrando a veces en trifulcas más o menos graves con los hijosdalgo que en Castilla pretendían monopolizar tal derecho y consideraban peligrosa la existencia de tanta gente armada.

     No debemos confundir este alistamiento en la Milicia con la leva obligatoria para determinadas unidades, que es cosa distinta. Así en 1.641, dos miembros del Concejo de la villa, Alonso García Rasero y Pedro Alonso Rasero, se obligan a llevar a Cádiz tres infantes por su cuenta y riesgo (24), que debían ser producto de un sorteo y con destino a las dotaciones de los baluartes de la costa; el compromiso de conducir a  los reclutas era interesado ya que permitía a los portadores llevar un determinado número de caballerías sin pagar barcajes ni portazgos, y sin pagar almojarifazgos ni sufrir inspecciones de ningún tipo, especialmente el del temible estanco del tabaco.  Asimismo, en 1.643, se reparten a La Puebla, y su Concejo se obliga, a entregar seis soldados para la Armada en la ciudad de Cádiz (25), que en realidad era el denominado Tercio de Infantería de la Armada de la Mar Océano, siendo su primer maestre de campo Don Pedro Paniagua y Zúñiga; dicha unidad participó en la guerra de Portugal y que con el paso del tiempo daría origen al Regimiento de Infantería nº 40 –“El Peleador”- hasta su disolución en Mallorca en 1.960, encontrándolo en América, Guinea, guerras de Cuba y  del norte de África, guerras carlistas y  guerra civil  . La profunda reforma que a duras penas lleva a cabo Felipe V en 1.704 para convertir la Milicia en un verdadero ejército regular lo suficientemente numeroso y adiestrado que le sirviera para la guerra contra el Archiduque, estableciéndose un sistema de quintas y ordenándose aquellos sujetos que podían estar exentos. La falta de tradición en España del sistema que instauró el rey francés hizo que su principal inconveniente fueran las deserciones que comprometían expresamente a los Concejos de las villas y así ocurrió en La Puebla que desertó y fue apresado un quinto posiblemente del primer sorteo de aquel año de 1.704 (26).

       Como ya hemos expuesto carecemos del libro de la compañía donde estaban los alistamientos y las listas de asiento, las muestras (revistas) y alardes (exhibición con armamento y desfile) así como un breve expediente personal de cada uno de sus integrantes con fechas de alta y baja, reenganches y acciones. En Sevilla no lo he encontrado, lo que no quiere decir que no exista. Contreras Gay hace un documentado estudio de los libros de las compañías de Córdoba y algunos de sus pueblos donde existían.

      El carácter de estabilidad de la compañía de La Puebla, hasta la primera mitad del siglo XVII lo da su situación geográfica que la incluyen en la defensa de un territorio concreto, es decir la costa gaditana con el río, cuya jurisdicción a finales del  siglo XVIII iba desde la Torre de los Herberos hasta Bonanza y la segunda línea de la frontera portuguesa; eso explicaría la carencia de noticias de desplazamientos a las guerras de Cataluña y Portugal en la década de los cuarenta de este siglo XVII, que afectaron de modo serio a los alistamientos en las compañías de ciudades y villas del interior, como fue el caso de Córdoba destacado por Contreras Gay.

     Sin que conozcamos el número exacto de sus efectivos, estimamos que en su mejor época rondaría los cien hombres y estaría ubicada en un fortín que ocupaba el solar donde hoy se levanta la casa cuartel de  la Guardia Civil, perfectamente situada para vigilar el río y varias leguas a la redonda del territorio, aunque esta afirmación la dejamos para los investigadores del casco histórico de la villa.

      El armamento era el propio de la época con el uso y estilo español: la pica de unos cinco metros de longitud (recuérdese el cuadro de Las  Lanzas  de Velásquez ) que portaban los piqueros armados con casco, loriga, peto y espaldar, que servían para el ataque o para defenderse de la caballería con el cuadro formado y las picas apoyadas en el pie izquierdo y en el muslo derecho en ángulo de cuarenta y cinco grados, intercalados estaban los arcabuceros con arcabuces de mecha (cuerda), de más de cinco kilos de peso y muy eficaces sobre blancos situados no más allá de los cincuenta metros; detrás los mosquetes también de mecha, más pesados que los arcabuces precisaban una horquilla para apuntar pero muy eficaces hasta los cien metros. El cuadro erizado de picas y disparando sin cesar constituía un arma terrible si mantenía la formación (de este orden cerrado tenemos recuerdo los que hicimos la mili, con instrucción diaria en el patio del cuartel). En campo abierto los cuadros se formaban con dos o más compañías, aproximadamente doscientos cincuenta hombres y auxiliados por unidades de caballería.


El ataque a Cádiz en 1.625

1. Tras los ataques a Cádiz en las postrimerías del siglo XVI, que ya hemos citado, y el fracaso de la Armada Invencible, Felipe II se ocupa en la realización de una serie de defensas que protegieran más eficazmente tan importante enclave sobre todo porque en su costa se despachaban y recibían las Armadas y Flotas de Indias. Entre estas nos encontramos con la construcción de los baluartes de San Sebastián, Santa Catalina, San Felipe, Puntal o Puntales, encontrándonos también con la construcción de una serie de torres dispuestas para hacer almenara  en la costa atlántica y que vigilaban una larga porción de la misma que carecía de plazas fuertes desde Huelva a Sanlúcar de Barrameda, son las conocidas  de Mazagón, Oro, Asperillo, Higuerita, Carboneros, Zalabar y San Jacinto, de las que nos ocupamos en otra parte de estas notas.

      Con Felipe III se alcanza un periodo de paz con Inglaterra que se rompe en los primeros años del reinado de su hijo Felipe IV, en 1.624,  prolongandose la guerra por espacio de seis años por lo que se encarga el duque de Medina Sidonia ( el hijo del incompetente de la Armada Invencible), a la sazón Capitán General de Andalucía, la reanudación y preparación de las defensas de Cádiz y de dotarla convenientemente de efectivos y bastimentos. El gobernador de la ciudad era Don Fernando Girón con un papel destacadísimo en la defensa a pesar de su avanzada edad y mal estado de salud.

      Carlos I de Inglaterra y su valido el duque de Bukingham, con el apoyo de las Provincias Unidas de los Paises Bajos, preparan el ataque a Cádiz  con la finalidad de ocuparla y apoderarse de la Armada de Indias cuyo regreso se esperaba. Ponen al mando a Sir Edward Cecil (nombrado antes de partir vizconde de Wimbledon) como almirante, y como vicealmirante al conde de Essex,  con más de cien barcos y 10.000 hombres de armas.

2. La mejor versión de las jornadas de noviembre de 1.625 la encontramos en una Relación redactada por un testigo directo al año siguiente de los sucesos; éste era Luís de Gamboa y Eraso (27); debería servir en la secretaría del duque y afirma en el preámbulo de la Relación: “Halleme entre los ruydos y alteraciones que ocasionó el atrevimiento del Ingles en nuestras Costas, a vista de las prevenciones del Duque, con  los Ministros, que entendían en ellas. Y cerca de los sucessos de aquellos días con particular observancia de todo.”  Como buen vasallo, Gamboa le da coba a su señor el duque a más y mejor; no obstante la narración de los hechos es muy minuciosa y descriptiva aconsejando su lectura encontrándose en una en una colección de impresos raros, incunables y manuscritos de la Universidad de Sevilla indicándose la página en la nota expresada.

      Por ella sabemos que el de Medina Sidonia, maliciándose el ataque ingles, había mantenido un considerable número de tropas tanto en Cádiz como en Sanlúcar y toda la costa intermedia durante la primavera y el verano.

      Las compañías de Sevilla y, especialmente, aquellas que tenían como misión la defensa de la costa y estaban dentro de las veinte leguas entre las que se encontraba la compañía estable de La Puebla, permanecieron todos esos meses a la espera; posiblemente nuestra compañía estaría destinada en Sanlucar. A finales del mes de octubre, metido el tiempo en agua y dado lo avanzado de la estación, el duque no esperaba el ataque enemigo, por lo que remitió las tropas  a sus lugares de origen hasta nueva orden. Así se expresa en la Relación: “Porque aunque todo el verano avia tenido el Duque de presidio allí las Compañías de la Milicia de los lugares de la tierra adentro, que dice la Certificación de los Oficiales Reales de Cádiz, por aver entrado ya el invierno, parecio que se podian retirar, como se avia hecho  pocos dias antes de la venida del enemigo.”

      La Relación comienza contándonos cómo el duque, estante en su palacio de Sanlúcar recibe un correo a las cinco de la tarde remitido por el gobernador de Cádiz, Fernando Girón, en el que se le daba noticias que en ese día se descubría en dirección a la Bahía gran número de velas que podrían corresponder a la Armada de Indias. Sin embargo, a las once de la noche recibe otro correo del gobernador en el que se le indicaba que se trataba de armada enemiga y que se contaban ciento cuatro buques que ya habían entrado en la Bahía. Esa misma noche, el duque “con correos en diligencia ordenó primeramente a los lugares señalados, y diversas veces prevenidos para el socorro de Cádiz, que se entrassen luego en aquella Ciudad; y lo  mesmo para los que están para socorrer los demás marítimos de la costa.   Después a toda la Provincia de la Andalucía, Sevilla, Écija, Córdoba, Jaén, Úbeda, Baeza, Carmona y a los Estados de los señores; advirtiéndoles a todos, que remitiesen luego la Infantería a la ciudad de Jerez, que es Plaça de Armas, donde habia de asistir su Excelencia, por orden de su Majestad.”  Asimismo mandó aviso a Gibraltar, Málaga, Lisboa, Ceuta, Sagres  y Tánger.  Seguidamente se traslada a Jerez donde instala el Cuartel General.

      Como vemos, el duque distingue entre aquellos que deben regresar a Cádiz para sumarse a la defensa que serían compañías formadas en las villas más próximas a la misma, casi todas pertenecientes a su estado señorial y a la casa ducal de Alcalá, y aquellos que están para socorrer los demás enclaves marítimos de la costa. Es en este segundo grupo en el que debería encontrarse, lógicamente, la compañía estable de La Puebla junto con Coria (aún no se habían organizado las sargentías mayores), Aznalcázar y quizás Manzanilla, así como Utrera y Lebrija. El tercer grupo corresponde a Sevilla, citándose en la Relación la compañía de Dos Hermanas que acude a Jerez con prontitud y es destinada a la defensa de Puente del Zuazo ya en la Bahía donde la lucha fue bastante encarnizada. Las demás compañías llegaron a Jerez cuando se alejaba el enemigo por lo que quedaron de guarnición por un tiempo.

      Cuando el duque llega a Jerez a las dos de la madrugada se encuentra con que su Corregidor, el capitán de guerra, Don Luís Portocarrero, había partido hacia el Puente del Zuazo con toda la gente de armas que le pudieron seguir. Armó el duque a las tropas que quedaban en Jerez y remitió a Portocarrero “siete pieças de bronce con encabalgamientos de campaña, peltrechos, municiones y bueyes de su servicio.” Y envió también al dicho Puente “Confesores, Cirujano práctico, y todas las medicinas de votica que para curar los heridos pudieran ser necesarias.”   

      Cuando la armada enemiga entra en la Bahía, había en Cádiz doscientos ochenta y un soldados “del Presidio”, es decir, de guarnición fija, que eran soldados profesionales y prestaban su servicios en los baluartes, así como “novecientos de las nueve compañías de Milicia del cuerpo de la Ciudad”. En pocas horas, a las once de la noche del mismo sábado, entran en Cádiz cuatrocientos de las compañías de Chiclana con cincuenta caballos y en el amanecer del domingo entran cuatrocientos un infantes y ochenta caballos de Medina Sidonia; de Vejer trescientos cuarenta y cinco infantes y ciento veinte caballos y siete compañías más de la misma villa quedaron en el Puente del Zuazo. Además de esta gente, entraron en Cádiz el domingo procedente de Jerez  trescientos sesenta infantes, de las Galeras de España quinientos cincuenta y de los Navíos de la Armada doscientos doce, además cabos artilleros y ayudantes de artillería en número de ciento cincuenta y siete, es decir que dentro de Cádiz, en pocas horas, se reunieron mas de cuatro mil combatientes.

La Bahía  de Cádiz hacia 1.640

        La compañía de La Puebla, recién regresada a la villa, debió volver por el río, reembarcando en el muelle de la villa o en el Puerto del Borrego y entrando en Sanlúcar el lunes tres de noviembre.
    
      Cuando aparecen los ingleses se encontraban en la Bahía catorce galeones de la Armada Real que habían arribado de Brasil días antes, así como siete galeras que se refugian en La Carraca  hundiendo varias tartanas (carabelas de vela latina) a la entrada del río del Puente de manera que el navío enemigo que quisiera entrar recibiera fuego por babor y estribor.

      El primer ataque es al pequeño fuerte del Puntal  “que esta defendiendo la desembarcación media legua de la Ciudad; y con muchas cargas de artillería le batieron veinte y seis horas, defendiendose la gente que estaba en el con valor, y daño del enemigo, a quien mataron mucha, hasta que habiendole apeado la Artillería y començado a desmantelarle, se rindieron a partido honroso, saliendo con las Vanderas tendidas, balas en la boca y cuerdas encendidas.” 

    Uno de los graves problemas a resolver fue el suministro de víveres a Cádiz, pues dado lo avanzado de la estación y la retirada de tropas se habian vaciado  los almacenes y sólo quedaban suministros para tres días. Por ello, el duque “escribio al Señor Arzobispo de Tiro, Capellan y Limosnero mayor de su Majestad su hermano, a cuyo cargo avia dexado el gobierno de Sanlucar, que desde aquel puerto en barcos luengos remitiese a Cadiz lo que fuese posible.” 
De este modo, se estableció una línea que con regularidad suministró víveres a Cádiz durante los días que duró la invasión. El barco luengo no era solo de cabotaje, cargaba veinticinco pipas lo que equivale a unas doce toneladas; con un solo palo de vela latina y equipado de galeota era el correo con América, cargando también mercancía menor; muy rápido, hacía la ruta entre Sevilla, Sanlúcar y la Habana en menos de un mes en circunstancias normales. Asimismo eran los utilizados, junto a otras embarcaciones menores, para subir las mercancías que traían Armadas y Flotas de Indias hasta Sevilla desde Sanlúcar, Cádiz y otros Puertos del sur atlántico dado el tonelaje cada vez mayor de los galeones y las dificultades de navegación que ofrecía el río. En estas jornadas, burlando el bloqueo, entraban en Cádiz por La Caleta. Es perfectamente posible que efectivos de la compañía de La Puebla sirvieran como  tropa embarcada  en dichos barcos luengos que todo indica habían navegando en la ida y en la vuelta un buen número de ellos, cruzándose en cada viaje.

       Por la Relación sabemos que en tres y cuatro de noviembre llegan a Jerez once compañías de Sevilla al mando de su Asistente y su Capitán General, Don Fernando Ramírez Fariñas, así como un nutrido grupo de nobles con tropas, entre los que destaca el duque de Osuna y el marqués de Zahara.

     La lucha fue encarnizada en los días cuatro, cinco y seis de noviembre, puesto que el enemigo unía al constante bombardeo el desembarco de casi todas las tropas, unos diez mil hombres, por todos los lugares, especialmente en el Puente del Zuazo, donde se destacaron las compañías de Utrera, Dos Hermanas y Lebrija.

      Los ingleses no pudieron entrar en Cádiz, perdiendo un tercio de la flota y cuando se retiraron habían dejado sobre las playas y junto a los baluartes gaditanos más de mil muertos, que unieron a la ruinosa operación el desprestigio entre las potencias europeas, según nos cuentan quienes de esto saben. 


Guerra de Sucesión, el ataque a Cádiz de 1.702 y las defensas del río Guadalquivir en término de La Puebla.

1. Los preparativos en el río Guadalquivir para repeler un desembarco aliado (Inglaterra, Holanda y Austria) en la primera fase de la Guerra de Sucesión son poco conocidos por la escasez de documentación coetánea. Sólo existe una Relación impresa  y dos copias localizadas de la misma; dicha texto se intitula así: Relación que con Orden del Excelentíssimo Señor D. Manuel Arias, Arzobispo de Sevilla, del Consejo de Su Majestad, de la Junta de Gobierno, Presidente del Real y Supremo de Castilla, en carta del Señor Marques de Vallehermoso, Asistente y Maestro de Campo General de esta Ciudad, se ha formado de las disposiciones y providencias, que así para su resguardo, como para el socorro  del Ejército y Costas de Andalucía, dio la Noble y Muy Leal Ciudad de Sevilla, con la noticia de hallarse en ellas las Armadas de Inglaterra y Olanda, y de las que fue ejecutado con aviso de sus operaciones. Dispúsola Andrés Bermuda Tamarit, familiar del Santo Oficio de la Inquisición, escribano del Rey N. Señor y del Cabildo desta Ciudad, a que ha tocado la asistencia a la Junta formada para esta ocasión, en virtud de su Orden y arreglada a los cuadernos de Autos y acuerdos pertenecientes a la referida Junta, que para su Oficio. En Sevilla: Por Juan Francisco de Blas, Impressor Mayor. Año 1.702. La primera copia la encontramos en el Archivo Municipal de Toledo, siendo la que utiliza para un espléndido artículo Antonio Espíldora Peñarrubia, Coronel de Infantería, publicado en la Revista de Historia Militar (28)   y que utilizaré como base de esta nota, aunque el autor no nos da la referencia para localizarlo. La segunda copia del impreso se encuentra en la Real Academia de la Historia dentro de la Colección formada por Don Luís de Salazar y Castro (29).   No he examinado ninguno de los dos originales porque mi menguada hacienda no me permite destinar partida alguna a aficiones que precisen largos desplazamientos y concretos desembolsos. No obstante, el Coronel Espíldora Peñarrubia nos expone con suficiente amplitud y brillantez los acontecimientos.

       En el Archivo Municipal de Sevilla, Secciones V y X, encontramos noticia de los acontecimientos de forma muy incompleta y sin la unidad narrativa que nos ofrece la Relación indicada.

2.  Es necesario en este momento dar un repaso breve a los sucesos que se habían producido en España en los últimos dos años para que, a grandes rasgos, recordemos un poco la situación. En noviembre de 1.700 muere sin sucesión Carlos II, cambiando su testamento casi en el último momento principalmente por influencia  del cardenal Portocarrero, designando heredero al trono de las Españas al francés Felipe, Duque de Anjou y nieto de Luís XIV y de María Teresa de Austria   que era hija de nuestro Felipe IV, y desheredando al anteriormente designado, que era el Archiduque Carlos de Hausburgo.

       Pocos años antes de la muerte de Carlos II, las potencias europeas, es decir, Inglaterra, Holanda y Francia, habían llegado a un acuerdo para repartirse  las extensas posesiones del Imperio Español a la muerte del monarca. Ni que decir tiene el ataque de cuernos que sufrieron Inglaterra y Holanda cuando se enteraron del cambiazo, considerando traidor a Luís XIV y aliándose ahora con Austria. La guerra era la salida, una guerra que ensangrentó España durante quince años y que en una primera etapa se desarrolla en el sur y en una segunda  en Levante principalmente.

      En 1.702 Felipe V se encuentra en Italia, defendiendo las posesiones españolas tanto en la Península Italiana como en Sicilia, dejando en Madrid  a su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya, como Reina Gobernadora, que tuvo un papel destacado en la defensa  del reino en los primeros momentos.

3. El coronel  Espíldora Peñarrubia  nos cuenta los prolegómenos recogidos del relato que de esta guerra ofrece el marqués de San Felipe publicado en Madrid en 1.727. Así nos dice que en 1.700, todavía vivo el monarca español, llegó a Cádiz un comerciante holandés, agente de su gobierno, para avisar a los comerciantes holandeses de la zona gaditana de lo que se estaba preparando y aconsejándoles que abandonaran la ciudad. Asimismo debía informar del estado de salud del rey, tropas, fortificaciones y plazas fuertes y también del sistema de aquellos pueblos y su genio , así como su devoción por el Archiduque; o lo que es lo mismo, un espionaje en toda regla. Este personaje se traslada a Madrid y traba amistad con Don Juan Tomás Enríquez, Almirante de Castilla y partidario en secreto del Archiduque Carlos, que le manifiesta que Andalucía era la llave de España. El marqués de San Felipe cuenta que el Almirante no tuvo reparo alguno en hablarle del descuido, cuando no abandono, de las plazas fuertes y de su anticuada arquitectura militar, llegando incluso a facilitarle un plano muy detallado de la región. El coronel recoge las palabras de San Felipe en estos términos: “…desde Rosas hasta Cádiz, no había alcázar ni castillo, no solo presidiado, pero ni montada la artillería. La misma negligencia se admiraba en los puertos de Vizcaya y Galicia; no tenían los almacenes sus provisiones, faltaban fundidores de armas y las que habían eran de ningún uso. Vacíos los arsenales y astilleros, se había olvidado el arte de construir naves, y no tenía el Rey más que las destinadas al comercio de Indias y algunos galeones, seis galeras consumidas del tiempo y del ocio se encontraban en Cartagena.” 

      Con este panorama el día 22 de agosto de 1.702 aparecen frente a Cádiz unos ciento cincuenta  barcos de la armada anglo-holandesa al mando del almirante sir Jorge Rooke, con tropas que sumaban 14.000 efectivos al mando del Duque de Ormont, uniéndose más tarde el príncipe Jorge de Hessen-Darmstadt. Desde hacía, al menos, siglo y medio, los ingleses habían considerado a Cádiz como llave del Estrecho y del Mediterráneo, aparte del importante valor económico de Cádiz como puerta del comercio con América.

      Cuando aparece tan poderosa armada, el Capitán General de Andalucía es el marqués de Villadarias, un militar muy experimentado.  Cuenta San Felipe que todas las tropas de las que disponía Villadarias eran 150 veteranos y 30 caballos, no llegando a trescientos los defensores de Cádiz; los almacenes estaban vacíos y no había armas para las milicias urbanas, es decir, las milicias provinciales. Ya veremos como la compañía de La Puebla se envía a Sanlucar prácticamente sin armas.

     El 26 de agosto desembarcan en Rota quinientos ingleses y su gobernador se rinde, entregando la plaza sin resistencia alguna y recibiendo como recompensa el título de marqués con la finalidad de atraerse a la causa del Archiduque a otros responsables de la defensa de Andalucía. El pueblo  de Rota no apoyó la actuación por lo que fue sometido a un saqueo terrible, siendo victimas muy principales, precisamente, los comerciantes holandeses e ingleses residentes en la villa. Días después se produce el desembarco y saqueo  del Puerto de Santa María.

4. En Sevilla se constituye la Junta de Defensa ante las noticias de la costa gaditana y el conocimiento de que la escuadra anglo-holandesa tenía previsto remontar el Guadalquivir para conquistar la capital andaluza y hacerse con el control administrativo del comercio de Indias y de las riquezas que a ella llegaban y avanzar luego hasta el mismo Madrid.

      El coronel Espíldora Peñarrubia, sigue aquí la Relación obrante en el Archivo Municipal de Toledo anteriormente citada, que es la misma que la que se encuentra en la Real Academia de la Historia, como se ha indicado.  De este modo sabemos que en Sevilla, en 25 de agosto de 1.702, se reúne el cabildo de la ciudad presidido por el Asistente, Francisco Antonio Bucarelli,  marqués de  Vallehermoso. El Asistente era Maestre de Campo General y ostentaba el mando, entre otros cuerpos,  de las Milicias Provinciales. La Junta de Defensa constituyó a la vez una Junta de Guerra compuesta por el marqués de Paterna, Alguacil Mayor, el marqués de Paradas, Provincial de la Santa Hermandad, los Veinticuatro Bartolomé Pérez Navarro, Francisco Domonte y Robledo, Juan Ortiz de Zúñiga, Diego de Torres Ponce de León, los Jurados José Velero de Urbina, Juan Alonso de Cárcamo Urdiales y el Procurador Mayor Jerónimo Ortiz de Sandoval y Zúñiga.

     La Junta de Defensa comunica a Villadarias su constitución y se pone a su disposición, comunicándole éste que el enemigo había desembarcado en Los Cañuelos, jurisdicción del Puerto de Santa María, no pudiendo hacer nada para impedirlo dado su escasez de medios, no obstante intentarlo a costa de numerosas bajas. Pide dinero y tropas.

      Ante esta petición se le envían urgentemente dos mil doblones que se recaudaron a rédito por miembros a caballo de las Rondas de las Rentas Reales. Seguidamente se toman las oportunas medidas para ir reuniendo las milicias de la ciudad y su partido y al mismo tiempo se da orden a los Sargentos Mayores de los partidos de Manzanilla, Coria, Aznalcázar y Utrera, las más próximas a los puertos gaditanos, para que reunieran mil hombres y partieran en busca de Villadarias y se pusieran a sus órdenes. También se ordena a los Sargentos Mayores de los partidos de Aracena, Alcalá del Río, Fregenal y Constantina, que reunieran sus efectivos y acudieran a Sevilla, para enviarlos al campo de batalla cuando fuera necesario. Destacamos en este punto dos aspectos: el primero es que la compañía estable de La Puebla se moviliza desde el primer momento, ya que en la organización de las milicias el partido de la Sargentía Mayor de Coria era muy amplio,  incluyendo parte del Aljarafe – San Juan, Tomares, Mairena, Almensilla, Gelves, Palomares, etc- y, por supuesto La Puebla. Nos encontramos en 27 de agosto, cinco días después de que la escuadra aliada se presentase ante Cádiz. El segundo aspecto a destacar es el distinto tratamiento que da la Junta de Defensa a las milicias, ya que a las Sargentías en las que se encontraba La Puebla les da órden de marchar, lo que nos indica que sus cuadros de mando estaban constituidos y su personal inscrito en los libros de compañía, no así en Sevilla que se tardaron en constituir y se solicitaron patentes en blanco a la Reina Gobernadora para cubrir las plazas de sus capitanes, al mismo tiempo que se solicitaba se autorizasen los gastos con cargo a los Propios y Arbitrios de la ciudad sin necesidad de arbitrar un nuevo impuesto.

      De este modo, la misma tarde del 27, la Junta tomó el acuerdo que a partir del día siguiente, los capitanes de milicias, con compañías sólo constituidas por sus primeras planas, arbolasen bandera para que  se alistasen cuantos vecinos voluntariamente quisieran con una soldada de tres reales diarios a cargo de la ciudad. Al mismo tiempo se convocó a la nobleza para que acudiese con sus armas.

      Ante la escasez de armas y pertrechos, aparece por primera vez un elemento notable, Gaspar Román, Juez Oficial, Contador de la Casa de Contratación y Veedor General de la Artillería de Flotas y Galeones. La ruina de la marina y el ejército que había encontrado Felipe V a su llegada, contrastaba poderosamente con los buques y pertrechos disponibles para la Carrera de Indias, donde se concentraba lo mejor que quedaba. La Junta le pide a Gaspar Román que entregase todas las armas y artillería que existiesen en los almacenes reales. Se encarga además al gremio de cordoneros la cuerda necesaria (mecha para arcabuces y mosquetes)  y se mandan correos a Granada y Murcia para que envíen toda la pólvora que puedan, al mismo tiempo que en Sevilla se había instalado una fábrica de pólvora en las afueras, con carácter provisional.
      Al día siguiente, Gaspar Román puso a disposición de la Junta cuatrocientas pistolas y varios cañones de hierro con todos sus pertrechos, encargándole la Junta que revisase y proveyera la reparación y puesta en uso de los cañones de bronce que había en la Alhóndiga.

     El día 30, Villadarias comunica a la ciudad la toma de Rota, y vuelve a pedir armas y dinero, la cual pide a Madrid armas y pertrechos, intuyendo, además que el enemigo se acercaba peligrosamente a Sanlúcar para remontar el Guadalquivir hasta Sevilla, tomando una serie de medidas paralelas que para no hacer un relato confuso las exponemos así:

1º.- Encarga al diligente Gaspar Román que, junto con otras personas expertas, estudie los lugares del río más idóneos para construir fortificaciones.
2º.- Encomienda al capitán Bartolomé Garrote acondicionar y armar todas las embarcaciones que encontrase y fueran necesarias para la defensa del río para impedir el paso a la capital. El mando de las mismas fue encomendado al maestre de campo, Diego de Retana, Caballero de Santiago y Veinticuatro.
3º.- Se completa el alistamiento en las compañías de milicias de la ciudad constituyéndose treinta y cinco repartidas en sus parroquias y collaciones.
4º.- El mismo día 29, la Junta mandó proclamar un bando para que todos los vecinos de la ciudad y sus arrabales que tuviesen caballos fueran, en las próximas veinticuatro horas a inscribirse en la escribanía de guerra, con apercibimiento de incurrir en graves penas.
5º.- El día 31, convocada la Junta, el Asistente le comunica que tenía dispuestos seiscientos hombres en Coria, pertenecientes a las milicias de aquel partido y a los partidos de Aznalcázar y Manzanilla. Se encargó a  Diego de Retana que trasladase de inmediato las tropas a Sanlúcar  en los barcos que había buscado Garrote y se encargo a Diego Domínguez, tenedor de municiones, que los proveyera de armas, cuerdas y municiones. Una vez cumplida la misión Retana debería volver a la ciudad con los barcos. Debemos llamar la atención sobre algunos aspectos: en  los efectivos del partido de Coria se integraba la compañía estable de La Puebla; estos seiscientos hombres partieron prácticamente con lo puesto, ya que el suministro de armamento fue escaso, llegando después. Los de Manzanilla llegarían por el camino natural del vino de las Armadas y Escuadras de Indias, es decir, hasta el puerto de las Nueve Suertes, y desde allí en barca o andando por la cañada real hasta La Puebla y Coria, aunque todo apunta que los seiscientos hombres debieron reunirse en el puerto del Borrego.
6º.- Un detalle curioso es que en estos días la Junta designa al Veinticuatro Francisco Domonte Robledo para que solicite fondos del cabildo de la catedral, contestándole el deán que ya había remitido a Villadarias mil doblones, mil fanegas de trigo y quinientas de cebada. Domonte se dirige después a tres monasterios, La Cartuja, San Jerónimo y San Isidro; la Relación no cita otros. Se dirige a éstos porque eran los más ricos de Sevilla tanto en grano como ganado. La Cartuja tenía en término de La Rinconada, La  Algaba, Vega de Triana…… mucha tierra de labor, y también en la Vega de La Puebla y mucho ganado tanto en los montes como en la marisma de esta villa, sobre todo en la Isla Mayor y el ejército tenía que comer. Los Jerónimos de Buenavista tenían un importante hato en la Isla Mayor, al igual que los isidros de Santiponce.
7º.- Mientras estaba reunida la Junta el día 31, se recibe confirmación de Villadarias de que el invasor, tras la previsible  conquista de Sanlúcar, remontaría el Guadalquivir a la conquista de la capital. Por este motivo, ese mismo día se convoca a las cinco de la tarde a todos militares  vecinos o residentes en Sevilla  que como mínimo tuvieran el grado de capitán de caballos. Los reunidos recomiendan que por ruta terrestre se envíen las milicias de Utrera  para unirse a las de Coria, Aznalcázar y Manzanilla que se envían a través del río; también debían reunirse a los soldados veteranos licenciados para lo que pudiera suceder. Asimismo, recomiendan, que se siga con el estudio del río para localizar el emplazamiento de artillería y el lugar más idóneo para hundir algunas naves que obstaculizaran la navegación enemiga. En cuanto a las compañías de las collaciones de la ciudad se siguiera con la instrucción por tratarse de tropas bisoñas. Y solicitar a la Reina Gobernadora el envío de piezas de artillería y municiones.
8º.- El siguiente día 1 de septiembre, en la reunión de la Junta se lee una nueva carta de Villadarias dando cuenta de que el enemigo había fondeado frente a Sanlúcar, con la intención  de realizar una acción conjunta por mar y tierra para la conquista de la villa. Ante esta situación había dado orden al gobernador de su plaza fuerte de que buscase algunos barcos que, fondeados en la barra, impidieran el paso de las naves enemigas, comunicándole el gobernador que no disponía de tales embarcaciones. Ante estas noticias, el Asistente convocó a varios capitanes y pilotos sevillanos o estantes en la ciudad para pedirles su opinión en cuanto a resolver la petición de Villadarias; éstos le indicaron que en La Margazuela y Horcadas del río se encontraban varias embarcaciones que podían servir para tal cometido. La Junta acuerda encomendar otra vez a Diego de Retana para que acompañado de pilotos expertos examinara tales embarcaciones y las condujera a la barra, aprovechando el viaje para llevar tropas de refuerzo. Estas tropas de refuerzo debieron reunirse en el puerto del Borrego o, en todo caso, en La Ermita en Isla Mayor, debido a la proximidad  de Las Horcadas y  La Margazuela. Como vimos al tratar sobre el río y su tráfico, existían dos importantes enclaves portuarios en término y jurisdicción de La Puebla donde se hacía maestranza naval y sus operarios desde los maestros hasta los aprendices eran los que mas cobraban de España, el doble que en Sevilla, uno era el Puerto del Borrego y otro Las Horcadas. El primero  estaba, como sabemos, aguas abajo de nuestra villa tras  la Isla de Hernando o Isleta. El segundo, Las Horcadas, estaba en el extremo o punta sur de la Isla Menor, encima de la confluencia del Brazo del Este con el canal principal de navegación o Brazo de Enmedio. La Margazuela formaba parte de este mismo enclave, en un ensanchamiento del Brazo del Este frente a las  Islas y bodegón del Rubio y Caño de la Vera. En estos sitios, en la época que nos ocupa no sólo se daba carena a los barcos y se calafateaban sino que se construían naves nuevas.
9º.- En la misma reunión se acordó que Gaspar Román plasmase, con la colaboración de otros expertos, las fortificaciones a realizar en el río y las iniciara de inmediato.
10º.- El día 2 de septiembre, Villadarias anuncia la toma y saqueo del Puerto de Santa María y con los caballos reunidos por el marqués de Pastrana se acuerda organizar un regimiento, nombrándose primer cabo a Fernando de Paz y Fajardo y se nombraron como capitanes de sus compañías a Nicolás Bucarelli, el marqués de Paradas (sustituido después por el marqués de Buenavista, cuando Paradas fue nombrado Maestre de Campo), José Federigi, Alonso de Guzmán y Ábalos, el marqués de Pozo Blanco, el marqués de Tablantes, Felipe Ramírez de Arellano y José Bocardo Mejía. El curioso lector puede informarse sobre la constitución de los regimientos de caballería sevillanos que actuaron en la Guerra de Sucesión en un brillante artículo de Francisco Javier Hernández Navarro y Francisco Javier Gutiérrez Núñez (30).
11º.-  Así mismo se toman otros cuatro acuerdos: el primero nombrar responsable de la defensa de Sevilla al general conde de Montemar con la ayudantía del conde de Villanueva, de Guillén de Ribera, el marqués de Brenes y Juan de Loarca; el segundo acuerdo era el encargo de que buscara naves y las aprestara para la defensa del río; el tercero es que se encargara de dirigir la construcción de las fortificaciones diseñadas por Gaspar Román; y el cuarto acuerdo es que estableciera el puesto de mando para la defensa de Sevilla en la villa de La Puebla para dirigir las operaciones con la mayor eficacia. La Relación no nos dice en qué parte de La Puebla se instaló el puesto de mando, pero es fácil imaginar que se ubicó en el sitio más idóneo que no es otro que el  fuerte que ocupaba el solar donde hoy se encuentra el cuartel de la Guardia Civil que podía dominar varias leguas de río y marisma; al fin y al cabo La Puebla ejercía su papel de Guardia de Sevilla.
12º.- Las fortificaciones se construyeron en ocho días. La primera en la Isla Hernando con capacidad para cuarenta y ocho piezas de artillería con todos sus pertrechos y se le puso el nombre de San Felipe y Santiago. La Isla Hernando  tenía en aquella época una superficie que podría ser superior a las setenta hectáreas, de las que no queda más que una pequeña porción tras las cortas y ensanches del canal de navegación de los dos siglos posteriores, conociéndose hoy como La Isleta. El armamento sería desmontado de, al menos, dos galeones de la Armada de la Carrera de Indias, no se olvide que el diseño es de Gaspar Román que, además era Veedor de la Artillería de Flotas y Galeones de la Casa de Contratación. Decimos dos galeones porque los buques con setenta y dos cañones, que son los que suman los tres fortines, se empiezan a construir con los diseños de  Jorge Juan llegados a la mitad del XVIII con el ministro Ensenada. Por tanto, la artillería montada en los fortines era naval, con el diseño de sus cañones y cureñas lo mismo como si estuvieran montados en un barco. Se desconocen sus calibres.
      Al mando de este fortín se puso a los capitanes Francisco Salguero, Manuel Sánchez y Marcelino Roldán de Villavicencio que era ingeniero y había colaborado con Gaspar Román en el diseño de los fortines. Cada uno de los capitanes reclutó una compañía de cincuenta hombres para el servicio de la artillería, que hacían un total de ciento cincuenta  que debían componerse por maestres y marinería de la Carrera de Indias que se encontraba en Sevilla  con personal auxiliar de la villa  de La Puebla y sus proximidades.
     La Relación nos dice que los otros fortines se situaron en tierra firme y lugares avanzados que dominaran las entradas naturales desde Sanlúcar, situándose uno al este y otro al oeste, no aclarándonos nada más. No obstante en cuanto a su ubicación y teniendo en cuenta las breves indicaciones podemos aventurar que el del este se situaría en la parte cóncava del meandro que forma el río en Casas Reales  y frente a ésta en la parte convexa del meandro, por la venta de La Negra o La Gorriona en un cerrillo que domina perfectamente el río (no olvide el avispado lector que la corta del Borrego es muy posterior) se situaría el fortín del oeste. Se armaron con doce cañones cada uno y dominaban la confluencia del Brazo de la Torre con el Brazo de Enmedio. Al fortín del este se le impuso el nombre de Ntra. Sra. de la Estrella, lo que hace suponer que los cincuenta hombres a su servicio mandados por el capitán Juan Ginés eran marineros corianos. Al mando del fortín del oeste se puso al capitán Bartolomé Garrote, el que había llevado las tropas a Sanlúcar, al mando de otros cincuenta hombres; a este fortín se le puso el nombre de San Gabriel y San Fernando.
13º.- El 3 de septiembre se encarga al marqués de Paterna que siga buscando caballos hasta completar diez compañías. Esta decisión se toma acompañada de un detalle sevillanísimo, pues en plena vorágine de la organización de la defensa, se encarga al gremio de alfayates que confeccione los uniformes de la caballería en elegante paño de color azul, faltaría más.
14º.- El día 6, Villadarias comunica a la Junta que ya habían llegado a Sanlúcar  los seiscientos  hombres (en los que iba la compañía de La Puebla o parte de la misma) y las embarcaciones que se habían enviado desde Las Horcadas y La Margazuela para cerrar la barra. También en esta junta se lee una carta del Conde de Montemar comunicando que ya se encontraba en La Puebla, teniendo las embarcaciones y gabarras preparadas para impedir el paso, que seguramente estarían fondeadas en el puerto del Borrego; asimismo, comunica que la construcción de los fortines han comenzado a buen ritmo con la colaboración de sus ayudantes y de un buen número de trabajadores de la zona.
15º.- El día 9 se convoca a todos los artilleros de Sevilla, Triana y sus arrabales de los que fueron seleccionados treinta que se envía a Cádiz al mando del capitán Bartolomé Garrote, que estaba en todas partes. Así mismo se pide ayuda a las principales ciudades de Andalucía. Ante la falta de granadas, se manda fabricar dos mil granadas de vidrio.
16º.- El día 10, Villadarias comunica a la Junta que Puerto Real había caído en manos del invasor, solicitando que de inmediato se le envíe caballería, toda la posible. Villadarias sabía que ante un contingente de catorce mil invasores, la mayoría piratas y gentuza de los puertos del norte de Europa, la caballería era fundamental.  
     En este día se lee una carta del gobernador de Sanlúcar  dirigida al Asistente en que le comunica los gastos que había tenido que hacer reparando las armas del contingente de milicias enviado debido al mal trato, solicitando pólvora, cuerdas y balas.
17º.- El día 12 se recibe nueva carta del gobernador de Sanlúcar en la que indicaba que, dada su cortedad de medios, se veía imposibilitado para socorrer a la infantería de las milicias al mando de los sargentos de Coría, Aznalcázar y Manzanilla, no obstante conservar éstas su buen espíritu. Los sargentos mayores de dichas milicias remiten cartas corroborando esta necesidad y expresando su temor de que las tropas a su mando se desmoralizaran de seguir en esa situación. La Junta acordó que el pagador general de las milicias, Diego Domínguez, enviase a Sanlúcar un socorro para quince días consistente en cuatro pesos escudos de plata para cada sargento mayor, a los capitanes cuatro pesos escudos, a los alféreces, ayudantes y sargentos dos pesos y a la tropa un peso; Villadarias se  encargaría de la manutención.
18º.- Desde el día 5 al 12 de septiembre se transportaron por el río mil trescientos infantes de las milicias que unidos a los seiscientos anteriores sumaban mil novecientos.
19º.- El día 14 Villadarias comunica se le envíen cañones de campaña  y se le envían seis cañones de bronce de los que estaban en la Alhóndiga y que fueron reparados por Gaspar Román. Los conduce hasta encontrarse con Villadarias,  Bartolomé Garrote, que regresa el día 20.
20º.-  El día 15 el Asistente pone en conocimiento de la Junta la llegada de un mensajero de Cádiz de parte del General de Galeones que se encontraba defendiendo el castillo de Matagorda  y ante los insistentes ataques enemigos estaba prácticamente sin pólvora, proveyéndose al respecto para enviar, vía Jerez, parte de la poca pólvora de la que se disponía.
     Por comunicado recibido ese mismo día de Granada y Extremadura sabemos que en ambos reinos se habían reclutado infantería y caballería para remitir al ejército de Andalucía, llegando al día siguiente parte de la caballería extremeña a Sevilla.
21º.- El día 18 por la tarde se recibe carta de Villadarias en la que comunica que el enemigo había levantado el sitio del castillo de Matagorda con grandes pérdidas; al fin una buena noticia.
      Se discutió la conveniencia de enviar a Villadarias un tercio de milicias reclutadas en la ciudad que permanecía acuartelada, decidiendo consultárselo antes, el cual contestó el día 20 que tal como se presentaba la situación era mejor que permanecieran en la ciudad continuando con la instrucción diaria.
22º.- El día 25 la Junta tomó el acuerdo de encargar capas para los soldados que habían marchado a Sanlucar y otros lugares.
      Ese mismo día por la tarde se recibe carta de Villadarias comunicando que el enemigo había abandonado el Puerto de Santa María perseguido sin descanso por su ejército, lo que supone no había podido embarcar.
23º.- El día 26 llega carta de Villadarias informando que el enemigo desembarcado y huido del Puerto de Santa María (y posiblemente de Sanlúcar) se había refugiado en la plaza fuerte de Rota y lo tenía a la vista de su ejército.
24º.- Finalmente el día 29 se recibe la noticia en que Villadarias comunicaba el asalto a Rota por la infantería y la caballería, habiendo obligado a embarcarse a todas las tropas invasoras. Seguramente Villadarias esperó a tener un número de efectivos cuatro o cinco veces mayor que los refugiados en Rota, como mandan  elementales reglas de táctica militar impidiendo además en la playa cualquier desembarco, convirtiendo Rota en una ratonera. No tenemos dato alguno, pero es lógico pensar que las compañías de las Sargentías de Coria, Aznalcázar y Manzanilla, y, por tanto, la compañía estable de La Puebla, estuvieron en esta acción que fue muy sangrienta; en la fortaleza y en campo abierto quedaron muertos seiscientos enemigos, además en el reembarque se ahogaron varios cientos, como pone de manifiesto el marqués de San Felipe. No hubo prisioneros; no se admitió la rendición; la infantería formada en cuadro y las cargas constantes de la caballería empujaron al mar a los huidos que hundían las barcas del rescate por la excesiva cargazón.  Villadarias apresó al gobernador traidor de la villa y lo mando ahorcar.
25º.- El día 3 de octubre se recibe noticia de Villadarias en la que comunicaba que la escuadra anglo-holandesa había partido con rumbo norte y se había perdido de vista.
26º.- El día 10 llegan a Sevilla las compañías de las Sargentías de Coria, Aznalcázar y Manzanilla  y pasan revista en los Reales Alcázares.

 5.  Hasta aquí la parte de la Relación que nos interesa. Debemos ahora detenernos brevemente en algunos aspectos.  Don Francisco del Castillo y Fajardo, II marqués de Villadarias, tenía en estas fechas sesenta años y era un veterano muy experto de las Guerras de Flandes. Había sido Capitán General de Cataluña durante la guerra con Francia (1.690-97). Con anterioridad lo había sido de Guipúzcoa  y hasta meses antes de los hechos relatados Gobernador militar de Ceuta, entre otros altos cargos militares. Con muy pocos efectivos derrotó y destruyó en parte a un ejército invasor sin ningún ideal salvo el botín y la rapiña.  Es cierto que no tuvo piedad con el vencido, no hizo prisioneros porque era consciente de su debilidad y debía utilizar el factor sicológico que no era otro que aterrorizar al enemigo y mantener alta la moral de sus escasos efectivos. Al fin y al cabo hizo lo que debía, hasta el punto que dos años después, en 1.704, la escuadra anglo-holandesa paso de largo por estas costas sin detenerse, internándose en el Mediterráneo; a su regreso ocupó por sorpresa la mal defendida plaza de Gibraltar donde se encastillaron los ingleses y allí están todavía, tres siglos después.
      También es de destacar la inmediata reacción de Sevilla y su tierra y la capacidad de reacción de sus regidores con el Asistente a la cabeza, con el apoyo incondicional del pueblo llano, sin cuya colaboración Villadarias se hubiese visto en la imposibilidad de actuar.
      En el puesto de mando de La Puebla al cargo de los tres fortines y de las embarcaciones armadas estaba, como hemos visto, el conde de Montemar, José Carrillo de Albornoz y Montiel, que nació en Sevilla el 8 de octubre de 1.671, por lo que en estas fechas de la defensa de Sevilla tenía treinta años. Cuatro años después lo encontramos como coronel de Regimiento de Caballería de Montesa y después con el grado de mariscal de campo en la batalla de Villaviciosa, que fue fundamental para la consolidación de Felipe V. En 1.734 recuperó para los Borbones Nápoles y Sicilia que perdió Felipe V en 1.700 expulsando a los austriacos en la batalla de Bitonto, e instaurando como rey de ambos territorios al infante Don Carlos, hijo de Felipe V y futuro Carlos III. La carrera militar de Montemar es muy dilatada excediendo a esta breve referencia, solo añadiremos que fue Ministro de Guerra en 1737-41 y que falleció en Madrid  seis años después con setenta y seis años.

        


NOTAS

1.- José Contreras Gay. El control de tropas en el siglo XVII: Los libros de las compañías de milicia. Revista de Historia Militar, nº 82, año 1.997.

2.- Mª del Carmen Samaniego Martí. El servicio de milicias en el siglo XVII: Un privilegio de exención en Logroño, Calahorra y Alfaro. Segundo Coloquio de Historia de la Rioja, Volumen 2, 1.986. http.//www. unirioja.es/servicios.

3.- Juan A. Patrón Sandoval. Milicianos tarifeños en Las Algeciras: La compañía de Escopeteros de Getares. http.//tarifaweb.com/aljaranda/num46/art2.htm

4.- AHPNS, Legajo 1.931-PB, año 1.685, folio 29: Para pago del servicio de milicias se habla de la Dehesa de Abajo “que es de los vecinos de la villa” y que lleva arrendada José Morales, vecino de Sevilla y que cumple el día de San Miguel de este año. Se vuelva a arrendar por otros tres años al mismo en atención al poco ganado  que hay y  falta de dinero con una renta de 2.000 reales anuales.

5.- AHPNS, Legajo 1.931-PB. Año 1.689, folio 9: 25 de diciembre de 1.688. Solicitud al Asistente para el arrendamiento de pasto y espiga de la Dehesa Nueva de los Fontanales para pagar el tercio provincial y de milicias que se han repartido a la villa. Se remata en Fray Diego González de Vidachoaga, Procurador de las Cuevas. 1.100 reales de vellón cada uno de los 3 años.

6.- AHPNS. Legajo 1.920-PB, año 1.694, folio 105: 9 de marzo. Autorización al Concejo dada por Rodrigo Navarro de Mendoza, del Consejo de S.M. y oidor en la Real Casa de la Contratación de las Indias y juez privativo para tomar cuentas de arbitrios y para la cobranza de los efectos de ellos. Autoriza a arrendar por dos años el Agostadero de Afuera que está en la Vega de la villa y con su producto se reintegre los 759 reales de vellón que alcanzó en la cuenta de los efectos de los años 91, 92 y 93 y lo que sobre se pague a cuenta del tercio provincial y milicias repartido en base a lo manifestado por el Concejosobre la pobreza de los vecinos.
Año 1.697, folio 35: 2 de marzo.  Guerra de Cataluña y Navarra. Servicio de milicias ordinario 37.000 maravedís

7.- AHPNS. Legajo 1.982-PB, año 1.639, folio 15 de 7 de febrero: Testamento de Catalina de Cevallos, esposa del capitán Fernando de Salcedo. Entre las mandas encontramos: “Mando y es mi voluntad que una esclava mía llamada María de Lopas, sirva al dicho capitan Fernando de Salcedo, mi marido, como esclava todos los días de su vida....”

8.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,640, folio 51.

9.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,640, folio 61.

10.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,643, folio 74.

11.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,645, folio 42 y año 1.645, folio  94 y año 1.647, folio 148.

12.- AHPNS. Legajo 1.919-PB, año 1.653, folio 12: Carta de pago otorgada por  Antonio de Pineda, Albaceas de María de Salas y Sotomayor, en la que afirma  que el esclavo Diego  nació y se crió en la villa. María de Salas lo heredó de su padre, Juan Lázaro de León, difunto, vecino que fue de la villa. Se vendía el esclavo con sus tachas, buenas y malas. Gonzalo Ruiz declara que lo compró para el capitán Diego Solórzano Jaraquemada, Sargento Mayor del partido de Coria y vecino de la ciudad de Sevilla.


13.- AHPNS. Legajo 1.982-PB, año 1.633, sin foliar: Juan de Pineda, como principal, y Juan Caro, como fiador, arriendan a Sevilla la venta y barcaje de San Antón. Fernando Salcedo firma como testigo.



14.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,645, folio 94: Nicolas Hurtado de Mendoza vende los granados de la huerta de Isla Hernando a Juan Velásquez. La huerta pertenece a un mayorazgo fundado por su padre Fernando Salcedo.

15.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,645, folio 42: Nicolás Hurtado de Salcedo vende a Francisco de Alcázar, señor de la villa de La Palma y del heredamiento de Puñana, “término de esta villa” un pegujal de trigo y cebada en diferentes hazas de la Vega.
      La cebada 39 fanegas, 3 al sitio de Los Olivillos y otras al sitio del Tobar  de 10 fanegas y dos cuadrejones  en el dornajo de 14 fanegas y 12 fanegas en el Picacho del Puntal.
      El trigo 33 fanegas, 14 de ellas en dos hazas al sitio de La Margarita y otra en Antolín de 5 fanegas y en el mismo sitio de 7 fanegas y otra en la  <Sepideras> de 7 fanegas.

16.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,654, sin foliar.

17.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,643, folio 74.

18.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,642, folio 100 vto: Carta de adeudo de Francisco García , vecino de la villa y residente en San Bernardo de Sevilla, a favor de Francisco Ponce de León, residente en la villa, por la compra de 628 borregos. Hipoteca otros 600 borregos que Francisco García tiene en Isla Mayor.  

19.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1,640, 20 de enero: Cristóbal García Tirador y su mujer María Corega se obligan a pagar a Francisco Gaspar de Solís Manrique, señor de Rianzuela, la suma de 400 reales por la madera que se quemó en dicha villa donde tenía las vacas y había puesto pleito. Francisco Ponce de León firma por el señor de Rianzuela.

20.-  AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1.647, folio 148.

21.-  AHPNS. Legajo 1.918-PB, año 1.675, folio 36

22.- AHPNS. Legajo 1.931-PB, año 1.684.- Folio 43: Venta de hierro y señal de ganado vacuno. Fernando Bravo y  Vásquez de Vargas, marido de María de Oropesa, heredera de Alonso Díaz de Oropesa, vecino de La Puebla, su padre, vende el hierro y señal de la ganadería a Tomás Guerra, vecino de La Puebla, declarando que con anterioridad le había vendido una partida de vacas de dicho hierro. Precio ilegible.

23.- AHPNS. Legajo 1.931-PB, año 1.679, folio 19.

24.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1.641, folio 70.

25.- AHPNS. Legajo 1.917-PB, año 1.643, folio 76.

26.- AHPNS. Legajo 1.920-PB, año 1.704, folio 54: Fianza para un quinto sorteado que desertó y fue preso.

27.- Luís de Gamboa y Eraso. Verdad de lo sucedido con ocasión de la venida  de la Armada inglesa del enemigo sobre Cádiz en primero de noviembre de mil seiscientos y veinticinco. Impreso en Córdoba por Salvador de Cea en 1.626. Universidad de Sevilla http://fondosdigitales.us.es/public_books/2291/645378_high.jpeg


28.- Antonio Espíldora Peñarrubia. Guerra de Sucesión. La defensa de Sevilla. Revista de Historia Militar nº 79 de 1.999, páginas 95 a 128.


29.- Don Luís Salazar y Castro. Colección de documentos, índice formado en 1.979, legajo 41, carpeta 2 nº 1, documento número 77.071 del indicado índice.


30.- Francisco Javier Hernández Navarro y Francisco Javier Gutiérrez Núñez. La formación de los Regimientos de Caballería en Sevilla durante la Guerra de Sucesión (1.702 – 1.707) y prosopografía de sus oficiales. Revista Archivo Hispalense, Diputación de Sevilla, año 2.002, nº 259 – 260, págs. 41 a 81.