LOS SEÑORES DE PUÑANA
En las
actas del Concejo de la villa de La
Puebla junto a Coria desde 1578 a 1590 (1) se cita a
Don Francisco del Alcázar como señor de Puñana. Cuando se estudia la
documentación de la que disponemos nos asaltan serias dudas ante la
consideración que hace el propio Concejo de La Puebla que lo intitula
señor de Puñana, La Palma Gelo
y Collera de forma cobista cuando tenía que pedir su intervención en algún
asunto delicado frente al Concejo y Regimiento de la Ciudad o ante la Chancillería de
Granada e incluso ante el Consejo de Castilla; sin embargo, durante años, le
deniega la vecindad en la villa al Señor de Puñana (2). El Concejo de la villa
de La Puebla
junto a Coria, del que formaban parte tanto hidalgos como cuantiosos, era muy
escrupuloso en cuanto a la defensa de
sus prerrogativas y en absoluto parecido al Concejo que encontramos apenas
sesenta y cinco años después reinando Felipe IV.
La heredad
de Puñana era un latifundio - grande para su época, mediano para lo que vino
después, en la
Desamortización- de
unas mil fanegas en sus mejores tiempos, pero no tenía término ni jurisdicción,
ya hemos indicado cómo Don Francisco del Alcázar pide la vecindad en La Puebla en 1583 y más tarde,
en 1589, Bartolomé García Romano, “morador”
en Puñana, pide la vecindad en La
Puebla (3); no tenía, pues vasallos, al contrario que sus vecinas Rianzuela y
Quema que si tenían término, jurisdicción y vasallaje de sus vecinos, primero
al Cabildo Catedral de Sevilla y, tras su venta, a sus compradores. Don
Francisco del Alcázar, el llamado señor de Puñana, no lo era en puridad de
conceptos; Puñana estaba integrada en el término y jurisdicción de La Puebla junto a Coria,
collación de la Ciudad
de Sevilla. Don Francisco si era señor de La Palma y de Gelo y, su padre lo fue de la torre de
Alpízar, con término y vasallos, pero no de Puñana ni de Collera, que sólo eran
grandes heredades. Si repasamos las Actas del Concejo antes citadas siempre
vemos que a primeros de cada año se elegían junto con alcaldes ordinarios y
otros miembros del mismo, a los dos alcaldes de la Santa Hermandad, uno por el
estado noble y otro por el llano, y los cuadrilleros correspondientes; pues
bien, la única diferencia, más bien deferencia, que se hacía era nombrar un
cuadrillero especial para Puñana.
La saga de
los Alcázar nunca alcanzaron concesión real alguna para la obtención de sus
posesiones, todo lo compraron con dinero contante y sonante. Muy ricos,
formaron parte de la oligarquía financiera y comercial del reino de Sevilla
durante al menos dos siglos, con el tráfico de Indias por medio. Es muy
posible, y esta pendiente de un estudio en profundidad, que los abuelos y el
padre de nuestro Don Francisco tuvieran mucho que ver en el desarrollo del
lugar de La Puebla
junto a Coria que encontramos en el siglo XVI, cuando se le denomina villa y se
ha despojado de su estructura bajomedieval.
Se hace
bastante difícil seguirle la pista a esta familia, que no obstante estar
involucrada en sucesos muy notorios, siempre mantuvo una discreción bastante
cuidada en cuanto a la complejidad de sus actividades económicas; no en balde
eran cristianos nuevos o judeoconversos, vulgarmente llamados “marranos”, que
procuraban siempre borrar pistas de su pasado. Asimismo la repetición de nombres,
especialmente Pedro y Francisco, de los cabezas de esta familia, hace especialmente complicado y difícil
seguir la pista de forma cronológica a los diferentes miembros. A pesar de su
origen converso siempre desempeñaron cargos públicos siendo personajes de
absoluta confianza para la corona en tiempos de Juan II, Enrique IV, los Reyes
Católicos y Carlos I y Felipe II, fundamentalmente. Todo indica que a partir de
la privanza del conde duque de Olivares
y sus ambiciones sobre villas y lugares del Aljarafe, incluida La Puebla y su extenso término,
la estrella de los Alcázar va perdiendo brillo y sus miembros por diferentes
uniones matrimoniales diluyen la raíz originaria conversa hasta hacer casi
imposible el seguimiento de la pista.
Para ir
desentrañando la historia oscura de Puñana tanto como de heredad como de sus
propietarios hasta las postrimerías de Felipe II, procederemos de una forma lo
más ordenada posible:
I.- Todo indica
que Puñana y también Puñanilla y Monternes o Monterneses y parte de Monte Martel estaban contenidas en
el ámbito de “Villanueva la que fue de
Don Jofre” del privilegio fundacional de La Guardia otorgado por
Alfonso X, deducción a la que llegamos por lógica eliminación de los demás
lugares o demarcaciones contenidas en dicho privilegio y que conformaron el
término y jurisdicción de La
Guardia concedida a los “doscientos
omnes” que la poblasen. Todo indica también que en el Repartimiento o en
algunas de sus fases Puñana, llamada entonces Villanueva, fue concedida al tal
Don Jofre, caballero que participó en la conquista de Sevilla, pero que abandonó
un territorio muy conflictivo, al igual que el Alfonso Tellez del privilegio,
que tomaron el camino a sus señoríos del norte tras la revuelta mudéjar de 1264
cuando el rey sabio incumplió los acuerdos con Jerez y Niebla ( de ésta
última era rey Aben Mafut, nuestro
Benamajón, precisamente). En el siglo XI Puñana era una esplendida alquería con
brillo propio en la época almohade, como ponen de manifiesto J. A. Salas
Álvarez y M. Mesa Romero en un espléndido artículo (4). La alquería tendría al
menos setecientas cincuenta hectáreas con tierras de pan, olivares, encinares y
dehesas para sus ganados, molinos y almazaras
para la producción de harina y aceite, caserío y dependencias con su número
correspondiente y necesario de habitantes. No obstante el privilegio
fundacional, la alquería de Puñana formó parte del realengo hasta Juan I en que
pasa como heredad a formar parte de la propiedad privada como luego veremos.
Durante más de un siglo desconocemos el régimen en que se explotó Puñana, al
igual que tenemos un muy escaso conocimiento de La Guardia, luego La Puebla junto a Coria, de la
época bajomedieval y los primeros decenios de la Edad
Moderna. Lo que parece no tener duda es que Puñana durante
más de un siglo se explotó adecuadamente hasta el punto de ser traspasada desde
el realengo a la propiedad privada como heredad y no como baldío, despoblado,
dehesa o cualquier otro concepto que indicara su abandono agropecuario.
Veamos cómo se
produce la privatización de Puñana para lo cual seguiremos a M. A. Ladero Quesada
(5): En 1338 Alfonso XI cede el señorío
de Huelva, que era de Sevilla, a su camarero mayor y Maestre de Santiago,
Alfonso Méndez de Guzmán, hermano de Leonor de Guzmán, concubina del rey,
compensando a Sevilla con el señorío de Arcos y su término. Méndez de Guzmán
muere en el cerco de Algeciras y es
entonces cuando Juan de la Cerda,
señor de Gibraleón, accede al señorío de Huelva que en 1344 cede a su hijo Juan
Alonso y más tarde a su primogénito, Luis de la Cerda; una hija de éste,
Isabel de la Cerda,
casa con el entonces conde de Medinaceli, Bernal de Verán , que une así los
señoríos de Gibraleón y Huelva. En 1380,
Juan I compensa a los Pérez de Guzmán el despojo de ambos señoríos con la
entrega de bienes raíces por valor de 250.000 maravedíes que comprendían las heredades de Puñana y Huevar, además de la de
Torralba en la campiña sevillana y
varias en Moguer, la aldea de Villalba del Alcor, el Vado de las Estacas cerca
de La Algaba,
casas molino y hornos y almacén de aceite en Sevilla y Alcalá del Río, además
la aldea y castillo de Palos y una merced de cincuenta vasallos escusados de
todo pecho para fomentar su población. En esta fecha de 1380, la heredad de Puñana ha
pasado del realengo –suponemos- y se integra entre las propiedades de la casa
de Niebla, detentando su titularidad Alvar Pérez de Guzmán.
En 1390
Alvar Pérez de Guzmán, alguacil mayor de Sevilla y señor de Olvera y Palos, es
muy poderoso y Juan I, poco antes de morir, ordena a Isabel de la Cerda, condesa de
Medinaceli, que le entregue Gibraleón y Huelva. En la minoría de Enrique III se
reiteró la petición. Alvar Pérez de Guzmán se alía con Pedro Ponce de León,
señor de Marchena, siendo nombrado Almirante de Castilla en 1391, que no logró recuperar Huelva y Gibraleón por las
hostilidades entre los Ponce de León, futura casa de Arcos, y los Guzmán, condes de Niebla, hasta el punto
de que Diego Hurtado de Mendoza, parcial de los de Niebla, se intituló también
Almirante.
Poco antes
había empezado a actuar en Sevilla Diego López de Estúñiga, procedente de
Navarra y fundador de la futura Casa de Béjar, que luego casará a su hijo Pedro
con Isabel de Guzmán, hija de Alvar Pérez de Guzmán y de Elvira de Ayala (hija
del cronista Pedro López de Ayala). Alvar muere joven en 1394 y un mes antes
Enrique III ordena la suspensión del pleito sobre Huelva y Gibraleón a petición
del nuevo conde de Medinaceli, Gastón de la Cerda. Las hijas de
Alvar Pérez de Guzmán, Isabel y Juana, quedan bajo la tutoría de su madre,
Elvira de Ayala. López de Estúñiga (Zúñiga) realiza múltiples
compras, entre ellas adquiere en mayo de
1388 la mitad de los bienes dejados por el anterior Almirante de Castilla,
Fernán Sanchez de Tovar: Señorío de Gines, heredades de Collera, Juliana y La
Algaba, barca de La
Algaba y casas en la collación del Salvador. Tras el asalto a
la aljama de los judíos de Sevilla adquiere numerosos edificios y a finales de siglo compra al Cabildo de la Catedral las aldeas de
Chillas y Gatos, que era dueño de ambas aldeas y había fracasado a lo largo del
siglo XIV en dos intentos de repoblación. Las trocó en 1399 con Juan Sánchez de
Sevilla, contador mayor de Enrique III contra 750 florines de oro anuales de
juro sobre la renta del Almojarifazgo Mayor de Sevilla. Diego López de Estúñiga
adquirió del contador mayor la jurisdicción y propiedad de las aldeas y su hijo
Pedro se concordó con el Cabildo Catedral sobre los diezmos eclesiásticos.
Entre 1395 y
1396, Diego López de Zúñiga casa a sus hijos Juan y Pedro con las dos ramas de los Guzmán: Su hijo Juan con
Leonor de Guzmán, hija de Juan de Guzmán conde de Niebla, que aporta La
Algaba y heredades anejas de Alavaz y Vado de las Estacas,
compradas por Juan de Guzmán a los herederos de Alvar Pérez de Guzmán. El otro
hijo, Pedro, casa con la hija mayor de Alvar Pérez de Guzmán, Isabel, (parece
ser que con la herencia del padre aún indivisa) que aporta los señoríos de Gibraleón y Huelva
en pleito con los Medinaceli, una parte de la herencia del Alvar Pérez de
Guzmán donde se incluía la mitad de Puñana
y el lugar de Palos; Diego López de Zúñiga obligaba, en contrapartida, Capilla
y Burguillos. Finalmente Isabel se quedó sólo con Gibraleón, perdiendo Huelva a
favor de los Medinaceli.
En 1407
finaliza la tutoría de Elvira de Ayala y se procede al reparto de la herencia
de Alvar Pérez de Guzmán:
-
A Juana, la menor,
le correspondieron la villa de La Palma, el castillo de Lapízar, las casas en la
collación de Santiago y otras y huerta en San Román.
-
A Isabel el
señorío de Gibraleón y los de las villas de Olvera y Villalba del Alcor, más
heredades de Torralba y Almachar, un molino de pan en el río Buerva, cerca de
Guillena con tierras en torno, un almacén de aceite llamado “La Casa de la Moneda”en la collación de Santa
María y 50 maravedíes de moneda vieja.
La aldea de
Villalba del Alcor y las heredades de Puñana
y Torralba y el almacén de aceite en Sevilla procedían de la merced hecha por
Juan I a Alvar Pérez de Guzmán en 1380.
La heredad
de Puñana ya estaba vendida en una
mitad en 14 de agosto de 1405 (Osuna
carpeta 50, nº 1, Sevilla): Noticia de la compra de la mitad de Puñana y Montores
(Montorneses) por Alfón Guillén, vasallo del rey su tenedor de los hornos
de bizcocho de Sevilla a Elvira de Ayala. Fueron 730 aranzadas de olivares,
tierras de pan llevar, encinares, montes, prados, pastos dehesas, aguas y la
mitad de tres molinos por precio de 5.000 doblas moriscas de oro. Parece ser
que la otra mitad permaneció en el mayorazgo de los Zúñiga, aunque
vitaliciamente las rentas junto con Palos las disfrutó Elvira de Ayala como
compensación a las arras que debió entregarle su marido.
Tras la
muerte de Elvira parece que pasó a Diego de Zúñiga, hijo de Pedro e Isabel,
primer conde de Miranda. El mayorazgo de Pedro de Estúñiga incluía Béjar, así
como Gatos y Chillas entre otros muchos.
Juana de
Guzmán, hija de Elvira, casa con Luis de la Cerda y hereda, como ya hemos indicado, entre
otras La villa de La Palma
con su término, señorío y jurisdicción, el castillo
de Lapizar con sus rentas y derechos, y todo indica que la mitad de la heredad y rentas de Puñana, que compartía con su hermana Isabel, tras la venta de la
otra mitad realizada en 1405 por su madre, Elvira de Ayala, por lo que
recibiría la cuarta parte, aunque tal extremo no se puede constatar.
En resumen, a
principios del siglo XV, la heredad de Puñana
-la mitad que había quedado tras la venta de 1405- Estaba dentro del mayorazgo fundado por de
Pedro de Zúñiga, del que era titular su hijo Diego, hijo de Pedro e Isabel,
primer conde de Miranda, aunque parece ser que compartí la mitad de la
propiedad y sus rentas con Juana de Guzmán, hermana de Isabel, y esposa de Luís
de la Cerda. Es
por la vía femenina de los Guzmanes, es decir, descendientes de Alvar Pérez de
Guzmán de dónde procede el principal patrimonio que reunió luego el apellido
Alcázar (heredades del castillo de Lápizar, Puñana, villa de La Palma),
salvo Collera que procedía de una
compra de Diego López de Zúñiga; Gelo
es posterior.
I I.- Mientras todo esto sucede, hay una historia
paralela del apellido Alcázar. El siglo XIV, que en Castilla comienza con la
minoría de edad de Fernando IV y acaba en los primeros años del XV con la
muerte de Enrique III, fue un extenso periodo de desastres de todo tipo,
llenando los veinte años centrales la guerra fratricida entre Pedro I y Enrique
II de Trastamara. En los años finales se acusa a los judíos de tanta y tan
continuada desgracia. En Sevilla, al igual que en otras ciudades importantes
existe una gran animadversión contra la comunidad judía que concluye con el
asalto a sus barrios y la consiguiente matanza y saqueo. En Sevilla la comunidad
judía era rica e influyente, estando en sus manos el comercio por el
Guadalquivir, muy notable ya, y la banca, teniendo además casi en exclusiva el
arrendamiento y recaudación de los diferentes impuestos. En 1391 el populacho,
azuzado por las prédicas de Ferrand Martínez, arcediano de Écija de la Iglesia Metropolitana,
asalta y saquea la aljama matando a cientos de judíos. Los supervivientes huyen
a los territorios de señorío de la poderosa nobleza sevillana donde son bien
acogidos tanto por la riqueza que aportaban como por su probada maestría en
diferentes oficios; gran numero de los que se quedaron se convirtieron al
cristianismo cambiando sus nombres tras el bautismo; estos judeo-conversos, en
gran número, formaron un grupo social especial, el de los cristianos nuevos, al
que los cristianos viejos trataron con recelo durante generaciones y procurando
ellos mismos borrar toda huella anterior, por lo que se hace muy difícil seguir
la pista de sagas familiares completas y
esto es precisamente lo que ocurre con los Alcázar.
No obstante
todos los impedimentos sociales y la comprensible discreción a que
voluntariamente se sometieron durante los primeros años, la capacidad
profesional, los conocimientos, y la aptitud comercial no podían ocultarse, así
en poco tiempo estos conversos o cristianos nuevos se situaron entre la
oligarquía comercial y financiera de la ciudad, si es que habían dejado de
estarlo alguna vez e incluso la conversión les aupó a la oligarquía política,
así el primero que encontramos, Pedro del Alcázar, es veinticuatro en 1430 (6).
A partir de aquí se produce un vacío de noticias hasta los comienzos del
reinado de los Reyes Católicos, así vemos a Rodrigo y Pedro del Alcazar
posiblemente hijos del anteriormente citado. Desde 1477 hasta 1490, al menos, nos encontramos a Rodrigo
como firmante, en calidad de receptor por parte del Concejo hispalense, de las cartas remitidas por los reyes en asuntos siempre tocantes a impuestos, como
podemos ver en el Tumbo de los Reyes Católicos (7). Por carta expedida en
Córdoba en 14 de septiembre de 1482 Los Reyes nombran a Pedro del Alcázar
pesquisidor y recaudador de los impuestos de Sevilla, su Arzobispado y Obispado
de Cádiz, Condado de Niebla y Sierras de Aroche y Constantina (8). El enero siguiente, 13 de enero, el rey, refiriéndose
a la merced que había hecho a Pedro de Villegas de la juradería de la collación
de San Juan de Sevilla, que antes tuvo Tomás de Jaén (condenado a cárcel
perpetua por la
Inquisición por judaizante), manda al Concejo de esta Ciudad
que de posesión de dicho oficio a Pedro del Alcázar, en nombre de aquél y de su
poder (9). En 1486 parece que han surgido problemas con los recaudadores que no
han acudido a rendir cuentas, de este modo, mediante carta expedida en Córdoba
en 28 de mayo de ese año, los reyes dan comisión a Fernando de Llerena para que
vaya a Sevilla, Écija y Carmona, a hacer ejecución en la persona y bienes de
ciertos arrendadores y recaudadores, vecinos de ellas, de la pena de 50.000
maravedíes en que les condenaron a cada uno por no haber ido a rendir cuentas
ante los contadores mayores entre los recaudadores de Sevilla se encuentra
nuestro Don Pedro (10) No debieron cortarse las buenas relaciones con los reyes
y Don Pedro arreglaría las cosas adecuadamente, puesto que en 1502, dos años
antes de la muerte de la reina Isabel nos encontramos con una carta expedida en
Toledo, en 3 de junio, “Carta de
recudimiento de los lugares por encabezar deste anno de mill e quinientos e dos
annos”, en ella se señala a Pedro del Alcázar como “nuestro arrendador e recabdador mayor” por tres años de las
rentas de las sierras de Aroche y Constantina (Cumbres Mayores, Cala, Almadén,
Cortegana, El Pedroso, Aracena, Aroche, El Cerro, Constantina y San Nicolás)
(11). Lo más seguro es que este Pedro sea hijo del anterior, lo que suponemos
por el simple transcurso del tiempo y sea el que tiene amplio protagonismo
durante los años del reinado de Fernando el católico, pasada la primera
regencia del Cardenal Cisneros.
Hay que tener
presente que al final de este periodo, a partir de 1478, asistimos en Sevilla a
unos años terribles con la fundación de la Inquisición. El
Tribunal de la mano de los inquisidores dominicos del convento de la Magdalena, mandan a la
hoguera a cientos de cristianos nuevos acusados de cripto-judíos o judaizantes,
sin que sepamos si alguno o algunos de los Alcázar fueron condenados, aunque
parece ser que si, por los acontecimientos posteriores que luego veremos. La Inquisición de Sevilla
que dejó tranquilos a los judíos hasta 1482 en que los expulsó de la ciudad, se encarnizó con los conversos
judaizantes que no habían renunciado a su fe y la seguían practicando en
secreto. Los bienes de los condenados eran confiscados, no podían haberlos sus
herederos, ni podían ocupar cargos públicos ni podían tampoco pasar a Indias.
Isabel I, la Católica, fallece en
1504, y su augusto viudo, Fernando V de Castilla y II de Aragón , resulta
evidente, no compartía el entusiasmo en la defensa de la fe de su esposa
fallecida. También en menos de un año se casa, con 53 años, con Germana de Foix,
de 18 abriles, y está hecho un brazo de mar con sus ambiciones en Italia y en
el norte de África. Germana dio muy buenas tardes a la afición, una vez viuda,
con el nieto de Fernando, Carlos I, como luego veremos. Fernando necesita
dinero y lo busca allí donde hay, importándole muy poco la pureza de sangre de
los donantes, al fin y al cabo es levantino y práctico y el dinero no es más
que un bien fungible, acudiendo a cualquier argucia legal para obtenerlo.
Desde aquí,
para seguirle la pista a los Alcázar, debemos examinar el extenso artículo
publicado en Francia en 1963 por Claudio Guillén (hijo de Jorge Guillén,
ilustre poeta de la generación del 27) a partir de un manuscrito anónimo
depositado en la Biblioteca Nacional
de París (12), seguramente producto de la rapiña francesa que se produjo en la
guerra civil de primeros del siglo XIX a la que de forma eufemística se le ha
denominado Guerra de la
Independencia. Veamos esta cuestión lo más
ordenadamente posible: Las Pragmáticas de los Reyes Católicos de 4 y 21 de
septiembre de 1501 prohibían a los hijos y nietos de reconciliados que
ejerciesen oficios públicos o reales. Años después se inician los procesos de limpieza de sangre para
cerrar el paso a todo linaje de conversos. Durante los primeros 15 años del
XVI, Fernando V dispuso se anulasen sus propios mandatos en determinadas
ocasiones y regiones concediendo licencia a hijos y nietos de judaizantes y
herejes como la no confiscación de sus bienes, permiso para pasar a Indias y
desempeño de cargos públicos. No obstante, la corona imponía a los cristianos
nuevos una serie de cargas económicas durante determinados años (con Felipe II
la situación se hace menos flexible). Así, desde 1508, Fernando comienza una
serie de composiciones para hijos y nietos de condenados y reconciliados de la Inquisición por
herejía que se hallaban en precaria situación jurídica desde 1481.
El
manuscrito anónimo citado, y estudiado por Clauidio Guillen, nos refiere las
distintas composiciones dirigidas al colectivo converso de Sevilla y otros
distritos de su arzobispado, el más importante de España a principios del siglo
XVI. La primera composición se redacta en 1508; los herederos de penitenciados
pueden realizar sus bienes hasta el 30 de noviembre de 1508 a cambio de 20.000
ducados de oro. En la segunda composición de 1509 para Sevilla, Lepe, Ayamonte
y La Redondela
se aumenta la cota hasta 40.000 ducados para poder pasar a Indias. En 15 de
septiembre de 1510 se realiza un padrón para la composición en el que nos
encontramos 390 apellidos de conversos e incluso algunos penitenciados y
quemados, publicándose al año siguiente en 15 de junio de 1511 la composición
definitiva hecha en nombre de la reina de Castilla, Juana I (la loca). En la
redacción de la composición de 1509 manifiesta el rey: “Yo mandé tomar cierto asiento con Pedro del Alcázar y Alonso Fernández
de Jerez, vecinos de Sevilla, e Luis de Bolabos, vecino de Sanlúcar, por sí y
en nombre de las personas susodichas e de los otros que con ellos entraren e
quisieren entrar en el dicho asiento e contratación”. La negociación se
llevó a cabo con Pedro de Villacís, Receptor del Santo Oficio.
La
composición definitiva de 1511 aumenta la cantidad exigida a 80.000 ducados que
incorporaba a los privilegios anteriores (adquisición de bienes confiscados,
licencia para Indias) la posibilidad de vivir sin nota, ni infamia, ni mácula y
la posibilidad de ejercer oficios y cargos públicos y los repone al estado
anterior, no pudiendo sólo ser asistentes, corregidores y alcaldes con
jurisdicción criminal. Por estas fecha (1511) Fernando V se encuentra en
Sevilla reuniendo una armada en el
Guadalquivir para la campaña africana, aunque tuvo que abandonar el proyecto
debido a los sucesos de Italia, como nos indica Ortiz de Zúñiga (13) que
también nos informa que ese año era alcalde de la Santa Hermandad de Sevilla por
los hijosdalgo precisamente Pedro del Alcázar. En el padrón citado, junto al
nombre y apellido y en muchos casos el oficio, figura la cantidad que deben
aportar, correspondiéndole a Pedro del Alcázar la segunda cantidad más alta,
800 ducados, después de Alonso Fernández de Jerez, aunque por una carta de
Villacís se asegura que con anterioridad Pedro ya había entregado 1.000
ducados. En 12 de febrero de 1515 Diego de Deza, arzobispo e Sevilla, promulga
el decreto de limpieza de sangre. En 1516 estaba encargado de la recaudación
Pedro del Alcázar junto con Gonzalo Fernández y Manuel Sisbón y ya tres años
después, con Carlos I en el reino, los conversos seguían pagando la deuda.
I I I.- Coetáneo de este Pedro del Alcázar nos
encontramos a su pariente (no sabemos en qué grado y parece ser que algo más
joven) Francisco del Alcázar, ambos posiblemente fueran nietos del Pedro del
Alcázar que en 1486 fue multado por no rendir cuentas a tiempo en su calidad de
recaudador, como antes vimos. Este actual Francisco del Alcazar fue el padre
del Don Francisco que aparece en la época que nos ocupa y que es nombrado con
frecuencia en el Cabildo del Concejo de La Puebla; además fue el padre de Baltasar del
Alcázar el poeta como nos dice Ortiz de Zúñiga en el pasaje antes también
citado de sus “Anales”. Todo indica
que este Francisco es el que constituye el gran patrimonio fundando diversos
mayorazgos a favor de sus hijos. Pero vayamos por partes, a partir de aquí
debemos seguir a Manuel Jiménez Fernández
que es el que nos da una reseña mas completa de nuestro personaje y su
tiempo al biografiarnos a Fray Bartolomé de las Casas (14). Don Manuel Jiménez
Fernández hace gala de una escasa simpatía hacia el sector de conversos muy
numeroso en Sevilla, muy rico y, por supuesto, influyente. Nos muestra la
situación política de Sevilla en 1520: “Si
el gobierno eclesiástico de Sevilla en manos de Deza, de linaje de conversos,
Dominico no predicador, gran nepotista, autor plagiario de Capreolo y ante todo
y sobre todo politicastro acomodaticio, dejaba mucho que desear, no ocurría
menos con el secular, donde se echaba de menos una autoridad digna de tal
nombre, pues el Concejo era hechura de la Casa de Medina que no había sabido impedir
tuvieran acceso al mismo destacados conversos como los veinticuatro o Regidores
Alonso Gutiérrez de Madrid Y Francisco del Alcázar o los jurados Antón Bernal y
Juan de Torres”. Los Guzmanes (duques
de Medina Sidonia y condes de Niebla), protectores de los conversos y con todos
los resortes del poder sevillano en sus manos, estuvieron favorecidos por
Fernando V cuya nieta, Ana de Aragón,
llegó a ser la duquesa de Medina
Sidonia; era hija natural del Arzobispo de Zaragoza y Regente de Aragón, Alonso
de Aragón, a su vez hijo natural del rey
Fernando. Frente a los Guzmanes estaba los duques de Arcos y señores de Marchena, es decir, los
Ponce de León, que agrupaban a todos los descontentos, especialmente a un
sector de la nobleza menor que se hallaba empobrecida, arruinada, a causa de la
supresión de los acostamientos y llena de resentimiento contra los conversos
muy enriquecidos con el nuevo tráfico mercantil. El jefe de este grupo de
conversos era Don Francisco del Alcázar,
con su hermano el capitán Hernán Suárez y su pariente ya mencionado, Pedro del
Alcázar. En 1518, Don Francisco viaja en secreto a Roma a fin de interesar al
Papa León X en la supresión o al menos en la reducción de atribuciones de la Inquisición
castellana, con escaso éxito. Curiosamente nuestro hombre se agrupaba en el
sector de los Ponce de León a quien protegía económicamente, hasta que acompañó
al duque de Arcos a Barcelona, en 1519,
donde estaba la corte del recién llegado Carlos I y se apercibió de la poca
importancia que se le daba al duque, por lo que llegado a Sevilla, cambió él y los suyos de bando y se
agruparon con los Guzmanes . “Con
ello los Ponce y sus amigos se vieron
privados de las ventajas que de aquella amistad nacían, y que habían llegado a
gruesos préstamos garantidos con tributos sobre la hacienda del duque de Arcos,
y otros a sus nobles parientes y amigos, de cuya cuantía puede dar idea el
detalle de que Francisco del Alcázar
pudo permitirse el lujo de romper ante un grupo de caballeros el albalá
representativo de un préstamo de doscientos mil maravedíes hecho a Don Juan de
Guzmán, veinticuatro de Sevilla.”
Por aquellos
días, Don Francisco, además de veinticuatro era arrendador del Almojarifazgo
para el periodo 1516 – 1519 y había logrado comprar el oficio de Tesorero del
mismo a Luís de Medina. En septiembre de
1519, mediante puja compra el señorío de La Palma y la torre y heredad de Alpízar, que tuvo
que vender Diego de Colón, II Almirante
de las Indias, arruinado por los dispendios y cohechos a los flamencos que
precedieron y acompañaron a Carlos I “arrebatando
tan pingüe negocio a Don Diego y Don
Pedro Suárez de Castilla, destacados partidarios de los Ponce, captándose
además la gratitud de la casa de Medina Sidonia al pagar a fines del mismo año
los cuatro mil ducados del precio de aquel señorío que Don Diego Colón había
dejado aplazado al comprarlo en
7-VIII-1516 en 11.800.000 maravedis a los hermanos Don Juan, Duque de Medina
Sidonia, Don Juan Alonso de Guzmán, Don Pedro de Zúñiga y Don Pedro de Guzmán.”
Por estos años
, una compañía formada por Don Francisco, su esposa, Leonor de Prado (también
de origen converso), su hermano el capitán Hernan Suárez y su pariete Pedro del
Alcázar, pujaron el encabezamiento o arriendo en remate de las alcabalas en
Sevilla que elevarona a 34.000 ducados en beneficio del equipo gobernante
flamenco y en claro perjuicio de la ciudad. Además logran una Real Cedula para
la saca de ochenta mil cahices de trigo andaluz
con lo que en pocos días subió el precio en la Alhóndiga de Sevilla
veinticinco o treinta maravedíes la fanega, lo que irritó al pueblo hasta el
punto de apedrear su casa en la calle
Alcázares junto a la Iglesia
de San Pedro, hoy Santa Ángela de la Cruz.
En 1520 la Guerra de las Comunidades
de Castilla y las Germanías de Valencia estaba en marcha y hay en Sevilla un
clima prebélico alentado por los Ponce de León que en realidad lo que querían
era su parcela de poder y, desde luego, eliminar, es decir matar, a cuanto
converso rico encontraran. En los días 16 y 17 de septiembre de 1521 se produce
el motín capitaneado por Juan de
Figueroa, hermano menor del duque de Arcos, que fracasó, no siendo preciso
extendernos más en ello, porque como de costumbre nuestro Don Francisco salió
indemne acostumbrado ya a todas las intrigas y maquinaciones.
I V.- Parece ser que a partir de estos sucesos Don
Francisco del Alcazar se dedicó a consolidar un rico patrimonio rural. Ya hemos
visto que en 1519 había comprado el
señorío de La Palma
y la próxima torre y heredad de Alpízar y entre esta fecha y 1530 compra la mitad de
Gelo, Collera, y Puñana. Así vemos que en 1532 constituye el Mayorazgo de Gelo
a favor de su hijo Jerónimo del Alcázar (15). Al solicitar la devolución de la
blanca de la carne concedida en 1538, se dice que eran hidalgo notorio y señor
de Collera, sobre la que parece constituyó mayorazgo a favor de su hija
Mariana. Es muy posible que ya en estas fecha había adquirido Puñana que junto
con la Palma, y
Collera en término de Huévar, constituyó mayorazgo a favor de su hijo,
Francisco del Alcázar, el citado en nuestras actas del Cabildo. Sabemos que
también compró el oficio de escribano de La Puebla, teniéndolo arrendado Juan de la Parra, hasta la recuperación
del mismo por el Concejo y Regimiento de Sevilla.
En 1546 estaba
considerado como una de las principales fortunas de Sevilla como se demuestra
en el pedido de ese año para la lucha contra los luteranos (16).
En 1.590. El que vuelve a reunir todas las
propiedades es Pedro del Alcázar, veinticuatro, que se presenta como señor de
la villa de la Palma,
Puñana, Gelo y Collera y así es
reconocido en la devolución de la blanca de la carne en 1599 (17). Los
herederos de este Pedro y otros alcázar se enfrascan en una serie de pleitos
sucesorios que ya no interesan porque
exceden el tiempo de nuestro estudio; no obstante el curioso lector puede
examinar los documentos recogidos por Don Luís Salazar y Castro (18).
NOTAS
1.- AHPNS, Legajo 2659, Año 1578, mayo.
2.- Actas del Cabildo, Jueves 9 de junio de 1583.
3.- Actas del Cabildo, Domingo 22 de enero de 1589.
4.- Jesús de la Ascensión
Salas Álvarez y Manuel Mesa Romero. “La dehesa de Puñana. Una alquería almohade en el sur del Aljarafe
sevillano”. Boletín de la Asociación
Española de Amigos de la Arqueología. Nº 41, 2001, págs. 131 –
148.
5.- Miguel Ladero Quesada. Cuadernos de HISTORIA, Anexos de la Revista Hispania 7, “Andalucía, de la
Edad Media
a la Moderna”.
Instituto Jerónimo Zurita, C.S.I.C., Madrid 1977, págs. 60 y ss.
6.- Inventario de
papeles del Mayordomazgo del siglo XV. Ayuntamiento de Sevilla, pág. 274.
7.- Ramón Carande Tovar y Juan de Mata Carriazo. “El Tumbo de los Reyes Católicos del Concejo
de Sevilla”. Sevilla 1968-1971. Tomos II y III (1477 – 1485)
8.- Ibidem. Tomo III (1480-1485), página 261.
9.- Ibidem. Tomo III (1480-1485), página
304.
10.- Ibidem. Tomo IV (1485-1489), página 115.
11.- Marcos
Fernández y Pilar Ostos. “El Tumbo de los
Reyes Católicos del Concejo de Sevilla”. Sevilla 2005, Tomo X (1501 – 1502), pág. 416.
12.- Claudio Guillén. “Un padrón de conversos sevillanos (1510)”.
Bulletin Hispánique. Tomo 65, núms.. 1 – 2, 1963, págs. 49 – 98 (Manuscrito de la Biblioteca Nacional
de París) “Cristianos nuevos e Andalucía a principios del XVI”.
13.- P. Ortiz de
Zúñiga. “Anales eclesiásticos y seculares
de la ciudad de Sevilla”, 1796, III, Pág. 282.
14.- Manuel
Giménez Fernández. “Bartolomé de las
Casas” Volumen II, Sevilla 1960, págs. 948 – 955.
15.- Página Web del Ayuntamiento de
Benacazón
16.- Manuel Fernández Álvarez. “Corpus documental de Carlos V”, Tomo I I
(1539 – 1548)
Documento CCCLI,
pág. 494
De Felipe II (príncipe) a su padre
Carlos V.
RELACION DE LOS PRÉSTAMOS PEDIDOS EN
CASTILLA A PARTICULARES
Madrid, 7 septiembre 1546
Cuaderno sobre lo de los empréstitos para
ayuda de la empresa contra luteranos. Hízose el despacho de Su Alteza en
conformidad de los que S.M. mandaba, en Madrid, a 7 de septiembre de 1546.
Las personas que paresció que con más
comodidad podían prestar a S.M. y la cuantidad que a cada una se demandaba, así
por S.M. como por su Alteza, son las siguientes:
SEVILLA
El Duque de
Medina-Sidonia, diez mil ducados…………………………………..…10.000 ducados
El Duque de Arcos, diez mil ducados.........................................................10.000 “
El Conde de Ureña,
diez mil ducados……………………………………………………..10.000 “
Mercaderes de
Sevilla, treinta mil ducados, aunque por
La memoria de S.M.
se señalaban veinte mil………………………………………….30.000 “
Marqués de Tarifa,
diez mil ducados………………………………………………………10.000
“
Condesa de Gelves,
cinco mil ducados……………………………………………………
5.000 “
Conde de Olivares,
cinco mil ducados…………………………………………………….
5.000 “
Pedro del Alcázar,
cuatro mil ducados....................................................... 4.000 “
Que suma todo
ochenta y cuatro mil ducados........................................ 84.000 ducados
Lo de los mercaderes de Sevilla se
encomendó al Marqués asistente, y se le enviaron dos cartas en blanco para dar
a mercaderes que favoresciesen la negociación
y copia de todo.
Lo de los Señores se encomendó a Sancho de
Paz que estaba en Sevilla, y se le enviaron copias de las cartas de S.M. y de
su Alteza e instrucción de todo lo que había de hacer, y se hizo un pliego de
todo y se entregó a Loyando, que despachó correo a 9 de septiembre de 1546.
(Sigue luego la relación de Burgos,
Madrid, Guadalajara, Córdoba, Valladolid, etc., etc.)
17.- José Díaz de
Noriega y Pubul. “La blanca de la carne
en Sevilla”, 1975, tomo I, págs. 180-181.
18.- Baltasar
Cuartero y Huerta y Antonio de Vargas Zúñiga y Montero de Espinosa. “Ïndice de la colección de Don Luís Salazar y Castro” (Real
Academia de la Historia),
Madrid 1976. Tomo XLVI- Pleitos sobre Mayorazgos y Señoríos.
X-56, 1494, Leg.
73.490, 3 (pág. 314) – “Por Doña Mariana
del Alcázar contra Don Pedro, Don Luís y Doña Beatriz de Alcázar en el pleito sobre la tenuta del Mayorazgo de
Collera, que se pretende haber
fundado Francisco del Alcázar y Doña Leonor de Prado, su mujer, vecinos de
Sevilla.” (X-54, folios 28
a 47).
Nota.- El pleito
original se conserva en el Archivo Histórico Nacional, Sección Consejo de
Castilla y llena los núms. 1879 y 2331 del Catálogos de Pleitos.
Leg. 73.492, 5
(pág. 314) – “Por Doña Mariana del
Alcázar con Don Pedro, Doña Beatriz y Don Luís del Alcázar sobre la tenuta del
Mayorazgo de Gelo, que fundaon
Francisco del Alcázar y Doña Leonor de Prado, su mujer, vecinos de Sevilla”
(X-56, folios 66 a
85).
Leg. 73.493, 6
(pág. 314) – “Por Doña Mariana del
Alcázar con Don Pedro del Alcázar en
respuesta de su información sobre la tenuta del Mayorazgo de Collera” (X-56, folios 86 a 97).
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