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Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Cuadernos de Casa Alta: Historias de Cotos - La temporada (I)

viernes, 23 de marzo de 2012

Historias de Cotos - La temporada (I)

LA TEMPORADA

'La vida son esas cosas que te pasan cuando no estas haciendo algo importante'

(Dedicado a los lectores de fuera de España, en especial a los fieles seguidores alemanes y rusos. Me gustaría conocerlos.)

La llegada

-      Aaamaaa, un camiooon de orberiscooooo!!!!

Pastori, la hija de Joselito el albañil, rompía la quietud de la joven tarde con su clásico grito anunciando la llegada de un grupo de temporeros en la viajera de la tarde. Dado que muchos venían de Olvera, el termino ‘orberiscos’ los designaba a todos. En Cotos, claro.

-      Niña, cuantah vese  te disho que no griteh tantooo!!!

La madre, como muchas otras veces negoció a gritos con su hija un poco de discreción. Tampoco se iba a discutir mucho al respecto,  ya era hora de entrar al colegio de nuevo. Cuatro de la tarde, mediados de Abril de 1964, Cotos Regables del Guadalquivir. 

Por la curva de la cantina de Becerra aparece la viajera, sonando como un somier de recién casados, soplan los frenos, retiembla la chapa, se abate sobre el campo colindante la densa estela de polvo, el autobús que regresa de Sevilla. Es de color ‘barsa’ desteñido, polvoriento. Aun es de los de morro prominente, con correas de cuero y hebillas para cerrar las tapas laterales del motor. Su parte trasera, con esa fea forma redondeada que recuerda a los barrocos coches fúnebres de los años 40, tiene en el lateral derecho una marinera escala que sirve para llegar a la inmensa baca que ocupa todo el techo del autobús. 

Nicolás Zapata, propietario de la Empresa Carvajal, y conductor del autobús de la empresa, se ha bajado del mismo y anima a la gente a darse prisa en bajar y llevarse sus bultos, que él tiene que dar un  porte a Coria con su furgoneta. Su suegro, Salvador ‘Sarvaó er Quebrao’, lo saluda desde lejos asomado a la esquina de su casa, lindera con la de Juan José el herrero. Salvador siempre anda como en una medio reverencia y es que lo del Quebrao no es broma, y las múltiples hernias le hacen caminar algo encorvado y estar todo el tiempo pendiente de posturas, toses y estornudos, por no hablar del  ‘cuidaito que hay que tene ar dá de cuerpo.. que fatiguita..’ . Ya que está allí se dejará caer por el bar del Maja y se tomará un cafelito. Nicolás le hace un gesto distraído, él ya está con la cabeza en lo de Coria. Es de mediana edad, treinta y pocos, activo, emprendedor y aficionado a gastar bromas pesadas a su mujer, Joaquina:

-      Vengaaa, miarma, que no vamo a está toa la tarde pa esto.

Miguel, su mujer Encarna y su niño Luis, cada uno con los bultos y petates que podían cargar miran con curiosidad y cansancio el  entorno extraño, el raro poblado que era Er Coto, como se le conocía entre los pobladores y eventuales. Por esa época la viajera tenía la parada enfrente de Casa Cachopo, la tienda-bar-cine más grande de allí. Una extensión de tierra apisonada delante del bar, la polvorienta carretera de grava, el canal de desagüe y al otro lado El Tren Parao, la que iba a ser su vivienda en los próximos 6 meses si las cosas iban bien. La temporada del arroz era larga y aunque en ese tiempo había uno o dos meses de poco trabajo merecía la pena aguantar, porque podían trabajar los dos y quizás ‘hasta er chiquiyo podría jasse argo…’ y llevarse un dinerito para el pueblo y aguantar la invernada en la que no habría mas que unas pocas peonadas para él, aparte de la recogida de la aceituna.

-      Vaya usté y pregunte por Márquez, el listero, que es el encargao de la yave. Ya le dirá aonde le toca. Las mejore caza zon las der lao del caná, que hase meno caló en verano y yega mejó el fresco por la noshe.

Dando las gracias Miguel y Encarna  echan a andar precedidos por Luis, que ha visto como unos niños hacen fila entrando en la escuela. Se vuelve hacia sus padres y no dice nada. 

-      Nos tenemo que enterá de lo que hay que hasé pa que el Luis vaya a la escuela y no pierda el año, que lo lleva bien el chiquiyo.

Miguel asiente y caminan hacia las viviendas. Luis, rezagado, mira hacia los últimos niños que entran en el cole. Corre un poco y alcanza a sus padres.

El listero.

Márquez es un hombre de poca estatura, rubiasco, de ojos claros y prematuramente calvo, Cuando habla suele tener una media sonrisa constante y baja los ojos lo que le da un toque de timidez y afabilidad. Es extremeño y su hablar es suave, también lo son sus modales. Tiene el raro cargo de Listero, literalmente el que pasa lista, en la compañía propietaria de la mitad de los terrenos de Cotos. Tiene las llaves de todas las viviendas de esta empresa y no para en todo el día de uno a otro lado. Todos lo tratan con familiaridad y un poco en broma, pero no por su aspecto: se sabe que ha cruzado el rio a nado mas de una vez para llevar encargos con urgencia y el Guadalquivir ha matado a mucha gente, es ancho y su corriente es cansadora. El motivo de las risas y bromas es que la empresa no para de darle mas responsabilidad cada vez que él pide un aumento de sueldo

-    ¿Queee, Marquee? Otra yave má, nooo? Valiente suerdo que te gana, joiooo…..

El hace su trabajo y tiene paciencia

-          Sos quedáis en esta vivienda, que no es de las mas calurosas. Pa lo de la escuela lo mejo es que hablei con la señora y ella lo arregla con la maestra. Vive en la casa del medio del grupo en el que está la escuela. Tira payá y pregúntale a cualquiera. Tos la conocen. Y después te llega al cortijo y ya te digo donde te ponemo y con qué capataz. Condió.
 
Arranca la pequeña Guzzi y se aleja a poca velocidad entre el petardeo acompasado y algo asmático del motorcito. A los chavales les encanta que vaya tan despacio, todos pueden adelantarlo con sus bicis.

La señora.

La noche ha sido fresca en el tren parado, no será la norma en los próximos meses, pero se agradece y el cansancio del viaje ha quedado atrás. Encarna pone un anafre de desconchada porcelana blanca (hierro esmaltado) en el pequeño infiernillo de petróleo para hacer un café ligerito y ya tiene media telera abierta, que huele riquísimo a pan recién hecho, del horno de Juan José el Panaero, que es de La Puebla del Río, para hacer la tostá con buen aceite áspero de Coripe y unos salvajes ajos serranos. La vecina ya le ha dicho donde están las tiendas, la de Cachopo, la de Joaquina y el Economato, con alguno de los mozos cambiantes, Juan Antonio o Mateos, ‘...en er Colomato tienen er mejó bacalao y er tocino también lo despashan mu bien’. Comprará un poco en cada sitio y ya irá viendo. 

Miguel le dice a Encarna que se llegue ella a ver a la señora, que siendo entre mujeres se entenderán mejor.

Por el sendero de grava llega hasta el grupo de casas . La escuela es la primera, la mas cercana a la carretera. Despues viene la de la maestra, con un pequeño deposito de agua en la puerta. A continuación la de Demetrio y Dolores. La casa de la señora, la que está en medio del grupo tiene un pequeño aljibe al lado de la puerta de entrada, coronado por un depósito cilíndrico relleno de arena, que filtra el agua que viene del canalón del tejado. En el lado más cercano a la puerta una vieja bomba de vaivén, para sacar el agua del aljibe, pone una nota de tecnología decadente: nunca funcionó bien, ya no funciona siquiera, y la capa de cal recibida en varios generosos encalados, solo acentúa esa impresión de olvido de su función primera. La mitad del frente de la casa tiene una ancha acera de cemento que en verano se verá acogedora y fresca con el cañizo de un sombrajo en voladizo. Acera y sombra, todo un lujo en el polvoriento y caluroso verano de Cotos. Al otro lado de la puerta, pintada en un vivo verde hierba, tapando en parte la baja ventana del comedor, hay un albaricoque que sembró Javier varios años antes, rodeado de geranios de olor que perfuman con notas cítricas el aire del lugar. 

-          ¿Se puede?
-          Pase usted, que estoy aquí en la cocina con las habas. Me llamo Rosario, y usted?

La recibe una mujer de su estatura, de pelo castaño rojizo, ligeramente ondulado, de boca bien perfilada, unas gafas de muchas dioptrías, con una gran sonrisa y las manos secándose en el limpio delantal de pequeños cuadros verdes. 

-        Encarna, para servirle. Venia pa ve si podemo mete al chiquiyo en la escuela, que es mu buen estudiante y no queremo que pierda el año.
-    Hace usted muy bien. Ojala todas las madres pensaran como usted. Yo hablaré luego con Manolita la maestra y mañana mismo a las 9 puede ir el nene al colegio ¿cómo se llama? ¿que edad tiene?
-          Luis, señora, 10 año.
-         Como mi hijo Javier. Yo se lo diré para que lo presente a los otros chavales y se sienta mejor.  Se va a llevar usted una bolsa de habas que están riquísimas, antes de que se pongan pochas.
-          No se moleste usted.
-          Ande, ande, que no es molestia, si están aquí para eso.
-          Condió señora y mucha gracia.

La mañana alumbra un inmenso lago de plata, el agua tersa de los campos inundados. Miles de islitas, los terrones que sobresalen todavía, sugieren una fantástica Micronesia de Gulliver. El aire huele a agua y rica fritura de calentitos, el fogón tempranero de la madre de Rafael el churrero.

Estos, su familia y él son de Badolatosa, pasan largas temporadas en Cotos. Tienen cedido uno de los cuartitos del Tren Parado que usan como puesto de calentitos, que allí es la forma mas común de referirse a los churros. Ella es mujer bajita, rellena, morena y no demasiado habladora, muy diferente a su hijo Rafael, que charla por los codos en un estilo desafiante aunque poco agresivo. Esta todo el dia con el ‘que te pone que yo hago eso mejo que tu’, ‘que te pone que yo como ma que tu’, ‘que te pone que yo arrio una pedrá ma lejo que tu’, y asi entre desafíos consume jornada tras jornada sin llegar nunca a las manos. En el peculiar lenguaje de Cotos, en realidad una fusion lingüistica que ya se verá anticipa lo que luego popularizó 'Chiquito de la Calzada' gracias a Demetrio y otros residentes, 'que te pones' quiere decir 'que te apuestas'.





ESCUELA.

Se llena la escuela de gritos, sudores,
rumor de pies.
Empujón de maletas, entramos en dos filas.

Los cuadernos, en vuelo de mariposas,
muestran los repintados dibujos,
los renglones corregidos,
irremediablemente torcidos de Dios.

 Afuera se siente cálido el aire,
lleno de tierra, del agua que todo lo ocupa.
Los charranes gritan como niños
siguiendo la estela del tractor,
viejo barco de paletas para siempre encallado
en este efímero lago que nos llama y alimenta.
Llamadas de los pájaros,
picados sobre el agua que quiere ser espejo,
vieja foto en sepia de estos chillones viajeros.

No queremos estar en la escuela.
Nos llaman las aguas que suben,
la tierra que se desmorona perezosa y llena,
el fresco barro resbala entre los dedos,
y dorando la plata, la blanca piel del gris invierno,
el sol creciente.

Para algunos, nada queda.
La vida al día borra el lento calar
del alma insistente del maestro.
Voz repetida, palabras inolvidables por repetidas.
 
Mañana lo olvidaremos todo,
olvidaremos todos.
Tan sólo el nombre del maestro,
como un petroglifo, permanecerá
tallado, incólume
en un joven resalte de nuestra memoria,
al lado de alguna oración
que tampoco olvidaremos.

Corre la mañana, y el recreo libera
el enjambre de hormigas aladas.
De las palabras, del silencio, al ardor del juego.
Eliges compañero,
buscas las cañas, caballos indómitos,
armas inagotables que nunca fallan,
que nunca matan.
Gran compañero el que acepta morir
para que tú seas el héroe.
Buscar, correr, jugar a ocultarse.

Adiós al enjambre.
De nuevo las filas, las bancas  que crujen,
y otra vez la voz
que dicta, que amansa.

Mañana las aguas colmarán
los grises campos inundados,
y fluirá por los verdosos tubos y piqueras,
cascadas  imposibles de este mundo plano.

6 comentarios:

  1. Efectivamente,Márquez no paraba en todo el día; pero antes de tener la Guzzi que le proporcionó la "compañía" todo lo hacía andando,pasar lista por las cuadrillas repartidas en la finca,hacer recados,llevar una carta o una razón "al pueblo" (Los Palacios), no paraba. Mi padre le ofreció una bicicleta o una moto, a lo que Márquez, con treinta años, contestó:
    -"Ande Vicente que disparate, que no ,que no, además ya con la edad que tengo voy a aprender quizá..."

    Aprendió a conducir y el petardeo de la Guzzi anunciaba su llegada con anticipación.
    Fué una buena persona, recuerdo al mayor de los hijos Jose Maria,le seguía Manuel Jesús y el inolvidable Práxedes "Pracedito" que dió momentos de gloria a las historias del Coto.

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  2. En una versión mas relajada y coteña se le llamaba 'Placidito', y tenia una forma muy peculiar de cantar.
    Marquez me recordaba a la tia Merche en esa costumbre que tenia de reirse por lo bajinis mientras hablaba, con una especie de nerviosismo como el 'axina, per alla, jiji' tan clasico de la tia, pero en extremeño. Como tu, opino que fué una buena persona.

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  3. No soy anónimo... Soy la Beno, la prima Mercedes, pero a mi esto de los registros en Internet me causan perezas extremas... Muchas cosas por apuntar... Reivindico la rama femenina de los Márquez: La Madre, María, y la Niña, la Rosi (Osi)... grandes momentos.

    Fíjate que después de leer todo esto, por estas cosas que te juega la memoria, me vienen a la mente sobre todo 2 cosas: ese "efecto espejismo" - o cómo se llame - que formaba el calor desprendido por la lumbre de los calentitos sobre el Tren Parao (degún se veía desde mi casa)y el montón de habas frescas que traía mi padre, en la cocina de casa (pintada de verde) y cómo nos acercábamos a comer crudas las más tiernas...

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  4. Gracias Beno. Tanto a ti como a los que aportan recuerdos del tiempo y el lugar porque podré ampliar los detalles de personas (que no personajes) y entorno. Dentro de algún tiempo publicaré una revisión que incluya estos recuerdos.
    En cuanto a las habas lo mas frecuente era que las recogieramos entre todos, pues coincidia el máximo de cosecha con las vacaciones de Semana Santa. También saldrá en la historia lo que hacía la mamá con el dinero que sacaba de vender las habas a todo el que queria comprar y a mejor precio que en el 'Mercado'. Inolvidables las tortillas de habitas tiernas...

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  5. Beno, nuevamente... Me acuerdo perfectamente de ir a coger las habas, en la pata del canal... y a veces encontrábamos las ranas de San Antón... Creo que así se llamaban: ranas pequeñitas, de verde intenso y panza rosa.

    También la mamá nos llevaba merienda para ese día, y por la fecha, coincidía con la Pascua. Huevos duros y panou...

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  6. En la parte III se contará algo más sobre las ranitas de San Anton. Y quizas añada también la parte de Pascua al hablar del cole y las 'giras', que era el nombre que se daba a lo salir de excursion todos los chavales, normalmente a un secadero por varias razones: estaban algo alejados de los canales principales (menos riesgos de cafrerias y aventuras), nos podiamos sentar en una superficie lisa y mas o menos limpia y sobre todo se podian hacer juegos de grupo como la comba o el teje o el pañuelo, etc o jugar al futbol.

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