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Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Cuadernos de Casa Alta: MI tia Maria - Homenaje

domingo, 18 de marzo de 2018

MI tia Maria - Homenaje



La tía María.

1.   Cuando niños..

En el primer recuerdo de que tengo de la tía la veo, la imagino, con una falda de cuadros, con una larga trenza, caminando por el secadero llevando de las riendas al ‘Preferido’ o al ‘Caramelo’.

La tía María tenía algo especial, que nos atraía a todos, no solo que era risueña, bonita y divertida. Carecía de esa solemnidad que asociábamos a nuestras madres, o las otras tías que también eran madres. Era muy joven, casi como la prima mayor y, como para reñirnos ya estaban todas las demás, incluida la tía Merche, a ella le tocaba todo lo contrario: la diversión, los cantes regionales (el Belén y Villancicos) y las salidas al pueblo, al cine.

El que fuera la parte inseparable de la tía Merche, nos daba otro punto más de unión, porque podía tomar el papel de ‘poli bueno’ y rebajar, solo en algunos casos, las penas que la organizada e implacable tía Merche nos repartía, seguramente con toda la razón.

Estaba en todas partes, quiero decir que formaba parte del núcleo ‘solido’ de la familia. Ella, el abuelo y la tía Merche. Todos éramos familia, pero sentirte en el meollo de la familia lo notabas especialmente en la calle Dormitorio o en el Viso. Y allí, siempre estaba la tía Maria.

La independencia de la tía también era algo que a los más mayores nos llamaba la atención, y a mí en particular, que de niño  andaba siempre mezclando la fantasía con la modernidad, me impresionaba. Para colmo, desde muy joven ¡tenía coche! El remate del tomate. Mujer joven y con coche. Ahora parecerá un anuncio de búsqueda de trabajo de los 90, pero recién estrenados los 60, molaba como pocas cosas.

2.   La extranjera

Una tarde de finales de Junio, del 60-61, volvíamos Bosco y yo de la Huerta Chica pasando por el limonar que quedaba a la izquierda de la Granja.

Habíamos estado jugando con Blasito a indios y vaqueros, y a él, como de costumbre, le había tocado el papel de malvado indio solitario que se enfrentaba a dos valientes cow-boys representados, de forma indisoluble, por Bosco y yo mismo. Para estos menesteres usábamos el territorio del medio talado eucaliptar que lindaba con la Huerta Chica y la vecina plantación de jazmines. De los grandes tocones de eucaliptos habían crecido numerosos renuevos en su periferia, así que doblándolos un poco se podían hacer unos teepees indios de lo más chulo. Blas tenía el suyo y, a cierta distancia, que daba lo justo para no vernos directamente, teníamos el nuestro. El asunto no era tanto el entrar en salvaje pelea sino el hacer planes de emboscada y sorprender así al rival. Supongo que esa era la parte más aburrida para Blas, porque poco dialogo podía hacer con su escasa tribu, pero para los vaqueros era una de las partes más historiadas. Al final el juego en sí mismo era una versión del esconder que podríamos bautizar como ‘el sorprender’. Nadie quería una sangrienta cabellera, nos bastaba con una educada rendición, que además tenía la ventaja de poder reutilizar a los guerreros en un sinnúmero de conclaves, emboscadas y educadas rendiciones. 

Al salir a la cuesta de la granja vimos a la altura del Corralón a la tía Maria, con uno de esos bonitos vestidos floreados de finales de los 50, que venía acompañada de una chica vestida de puro verano con un elegante conjunto marinero en blanco y azul marino. Automáticamente Bosco y yo nos pusimos estiradamente a alisar ropas y pelos, preparándonos para la presentación.

-          Oye ¿la conoces?
-          No será una prima de Valencia, no?
-          Ni idea
-          Hola, dijo la tía, estos son mis sobrinos Bosco y Javier. Ella es Cristine.

Se nos subieron un poco los colores mientras le dábamos la mano, supongo que no confiábamos mucho en la limpieza de las manos de un vaquero.

Era rubia, muy clarita de piel, y era… francesa. Yo no tenía más de 8 años, y Bosco 10, pero una francesa es una francesa, aunque tú seas un niño.

De voz muy suave y sabiendo poco español, vimos por allí nuevas posibilidades de hacer el verano más interesante. Y nos llenaba de orgullo tener una tía que tenía amigas francesas. Casi nada la tía María.

Con la tía Merche y sobre todo con el abuelo, aprendimos rápidamente como hablar con un extranjero: despacito y con voz muy alta. Fácil. Después vimos en las películas españolas que eso era lo que hacían todos
-          ¿Qué, a que aquí se está mejor que en Francia? ¿Te gustan las naranjas? Ahora casi no hay pero tenemos mucha fruta ¿Te gustan las ciruelas? , tronaba el abuelo entre almuerzos y cenas
-          ¿Vols mes ous? ¿te gustan mes fets, mas hechos, jijiji? Le soltaba la tía Merche algo más suave.

Cristine, decía que si a casi todo, mientras la tía Maria, para nuestra sorpresa le hablaba algo en francés y sobre todo en un tono tan suave, que a Bosco y a mí, nos parecía seguramente inadecuado después de lo bien que lo había hecho el abuelo. En fin ella sabría, para algo era su amiga.

Creo que fue más idea de Bosco que mía propia la de aprender algunas palabras en francés, supongo que por lo de quedar bien con Cristine, ya que ella nos preguntaba a menudo como se decía esto o aquello. Pero pronto se nos ocurrió otro uso más fantasioso, más propio de la edad que teníamos

-          Oye ¿a que estaría bien que pudiéramos decir algo que no entendiera Blasito? Así podríamos hacer planes delante de él y ni caso
-          ¿Como un lenguaje de espías?¿Como una clave?, pregunté yo
-          No, menos lioso. En francés, contestó Bosco como si me estuviera revelando el Secreto de Fátima.
-          ¿En serio? Pues estaría bien, aunque seguro que es difícil.
-          Le preguntaremos a Cristine, pero palabra por palabra, para que no se dé cuenta.

Aquí Bosco alcanzó una cumbre en la predisposición conspirativa, pero creo que fue más por su carácter teatrero que por pura insidia mafiosa.

Y así, a lo largo de unos días, como Gila en el tratamiento sicológico que hay que adoptar como investigador policial en un crimen dejando caer ante el sospechoso frases como

-          Aquí ha muerto alguien
-          La gente no se muere asesinada porque si…
-          Alguien ha matado a alguien….

hasta que el sospechosa se derrumbaba ante pruebas tan evidentes, Bosco y yo alternándonos le preguntábamos a Cristine

-          ¿Cómo se dice cuchillo en francés?
-          ¿Cómo se dice matar en francés?

O, para despistar, la pregunta iba en otro tono..

-          ¿En Francia hay indios? ¿Y cómo les llamáis? 

Y, así hasta tener una temible frase conspirativa, o dos..

‘Cow-boy avec couteau endian tuer’

Literalmente

‘Caoboy con cuchillo indio matar’

¡¡De traca!! Los caoboys hablando en francés como puñeteros indios. La realidad siempre supera a la ficción.

Durante un par de semanas hicimos el gilipollas diciendo como pavos la estúpida frasecita en los alrededores de Blasito, como si fuera una novedad después de un verano de instantáneas y educadas rendiciones.

Llevamos a Cristine por toda la finca, las albercas, los pozos, la Granja, la casa de Marina y con la tía al volante fuimos a Carmona, el Viso y Mairena. Pero un viaje quedo especialmente en mi memoria…

3.   A la playa! Mi primer viaje a Cádiz. 

Como buena Grau, la tía Maria era tempranera, ¡que manía de familia! Así que salimos del Viso, una mañana como a las 7, los cuatro rumbo a Cádiz. 

El Citroën de la tía era de los que tenían los asientos flotantes, sujetos con anillas y gomas negras a los tubos del bastidor. Era muy cómodo, al menos para los niños. Aquella manera de balancearse era de lo mejor. Eso, lo especial que era el coche, tan diferente y sencillo, también encajaba muy bien con el carácter de la tía. Moverte sin complicaciones.

Del viaje, aparte de lo tranquilo, la tía nunca fue de pedal a fondo, recuerdo que al pasar por El Torbiscal, tan bonito su cortijo, el palmeral y la capilla, nos pasó por encima una vieja avioneta biplano, que andaba fumigando el algodonal. Le vi el casco al piloto, un clásico casco de cuero marrón, y aún recuerdo el olor del insecticida y el combustible de avión. Cuando en la película ‘Apocalipsis Now’ el chalado coronel surfista medio atufado de Napalm suelta aquello de ‘Esto huele…. a victoria!!’ me trae al recuerdo aquel viaje con mi primera extranjera, con aquel avión y yo mismo pensando ‘Huele… a modernidad!!’. No imaginaba entonces que algún día detestaría como a la peste tanta modernidad futura..

‘Cádiz salada claridad…’ La ciudad fue un impacto para mí, cuando pasé Puerta de Tierra y paramos junto al Ayuntamiento, con el puerto y sus grandes barcos a un lado y sobre todo cuando vi el precioso Reloj-Jardín con sus hermosos rosales. Mire a la tía y aunque ella no se diera cuenta, la quise con toda mi alma por llevarme a un sitio tan bonito. Como decía Bosco, en una tarde con la lluvia en los cristales del coche del abuelo, 

Éramos niños con la mejilla ardiendo,
al este del edén camino de un teatro.
Si todo es plenitud en estas horas
no parece que pueda dibujarse
mejor el paraíso.’

El desayuno tardío, las compras, las bonitas postales de recuerdo, el paseo hacia playa Victoria, y la playa con su densa frescura salina. El día llenó mi caja de recuerdos, hasta rebosar. El camino de vuelta, el olor a Nivea en el balanceante Citroën, la piel enrojecida de vida y un suave sopor… realmente estuvimos en el Paraíso de la tía Maria.

4.   De marcha…

Con aquel Citroën, y con los siguientes, hicimos muchas salidas. Las clásicas de Navidad y muchas otras a Carmona, el Viso, Mairena.

Las más repetidas fueran las de Carmona. Germán, Bosco, la tía y yo, cuando a ella le dio por las visitas ‘culturales’ a tiro hecho. La cosa iba de ver ‘Casas Nobles’. Comenzábamos con una paradita en la heladería La Ibense o La Alicantina, que estaba enfrente de la iglesia que tenía una torre parecida a la Giralda. Una vez estuvimos allí con el abuelo, y venia Maxi, el hijo de Maximiliano, el que habitaba la casa de la Huerta Chica. Maxi era de hablar bien cerrado, más de la zona de Tocina. Así que nos bajamos del coche al lado de la torre y Maxi de lo más emocionado y señalando hacia arriba le gritaba al abuelo:

-          Señoritu, anyanrriba hay unniu enciguennña.
-          ¿Qué diu el xiquet? No l’antenc res.

Hasta el tercer o cuarto pregón no cayó el abuelo en lo de las cigüeñas. Bosco y yo nos llevamos más de un sermón de la tía porque nos pasamos toda la semana haciendo de Maxi. No lo hacíamos tan mal…

-          No está bien burlarse de los que no saben hablar mejor porque no han tenido una educación como la vuestra

Eso era otra cosa..

Volviendo al tema cultural, cucurucho de helado en mano, de fresa o de limón, tirábamos adentro por el bonito barrio viejo de Carmona. En cuanto la tía hallaba un noble portón, que daba a un no menos noble patio, sin cortarse un pelo llamaba a la puerta:

-          Buenas tardes, es que estamos de visita y nos gustaría si no es molestia para ustedes mirar el patio. No es necesario que nos abran, desde aquí ya podemos..

El cebo estaba echado y funcionaba perfectamente la mayor parte de las veces

-          Faltaría más. Pasen ustedes y mírenlo el tiempo que necesiten.
-          Qué bonito!! Miradlo bien niños, que están cosas ya no se hacen…

Y los nobles señores de la noble casa se quedaban tan anchos. Y nosotros vimos muchos bonitos patios. Todos contentos

Pero donde la tía mostró la mejor mano de volante que tenía fue en Carratraca. Aparecía por allí y se quedaba a pasar el día. A media mañana nos íbamos hacia el embalse del Chorro o a ver algún sitio bonito entre Alora y Ardáles. Las carreteras de la zona eran de aúpa: cuestas abruptas, curvas cerradas, caminos de grava y con frecuencia cuando estábamos en lo más alto decía la tía:

-          Y ahora a ahorrar. Pongo el coche en punto difunto y a dejarnos llevar

Y dicho y hecho. Cuesta abajo sin marchas. Menos mal que aquellos coches no tenían servofreno porque con el motor parado ya podíamos ir frenando con las uñas. A mí me parecía estupendo pero no todo el mundo opinaba igual ¿verdad Olimpia?

También, aprovechando que el velocímetro tenía la tapa rota…

-          ¿A cuánto queréis que lo ponga? Vale, a 100!!

Un toque con el dedo y allá iba el Citroën marcando 100. Sencillo, como la tita María..

5.   Los rojos, esa izquierda..

-          Y estos..? Que sinvergüenzas. Que no han dado nunca un palo al agua, y hablando de dar ejemplo. Y venga a pedir impuestos por esto y por lo otro, y ellos con coche oficial y tan campantes. Y que no hay forma de echarlos. 30 años agarrados al sillón como garrapatas y los que caigan. ¿Socialistas? ¡Narices! ¿a ti que te parece Javier? Y cuando trabajaste para la Junta ¿te pagaron a tiempo alguna vez? Y que me vas a decir de los sinvergüenzas de la UGT ¿Cuánto te deben?. ¡¡Compañeros, contra el empresario!! ¡ya ves! lo explotador que tú eres, que eres el último en cobrar en tu empresa… Y que no se les pueda meter mano…

Cuantos días, de esta guisa, en las veces en que coincidíamos en casa de mi padre, o en la de la tía Concha, o en las Primadas, me ponía la tía en solfa a los rojos, als roixos, como decíamos en broma. Y con razones o sin ellas, una cosa era innegable: yo trabajaba y no cobraba. Y ahí sí que no se podía hacer otra cosa que aparecer como un explotador de viudas y huérfanos y viure com un pobret. Aunque debo añadir que al final en la UGT hubo gente honrada y cobré todo lo debido… tarde pero cobrado.

Con todo, Manolo Chávez a un lado, al que más manía le pilló fue al infausto, al intragable, al ubicuo Monteseirin. Mentarle a este era mentar al diablo en el convento. Y como ahí coincidíamos en todo, debo decir que cuando salió Zoido de alcalde fue también la primera vez en mi vida en que voté a alguien que me gustaba poco para echar a alguien que no me gustaba nada. Y así sigo. Yo ya no voto para poner sino para echar. No quiero ser perro fiel, sino pateador de culos. Bueno, eso es otra historia. Pero esa primera vez se lo dediqué a mi tía. 

No sería justo dejar las cosas aquí. Porque no he hablado del profundo sentido de la injusticia de la tía María. No es que simplemente esté contra la izquierda por principios heredados. Porque hay más gente en la familia que trabaja mucho y cobra poco…

-          Y el primo Manolo? Tú y el primo Manolo sois los que más habéis trabajado y los que menos mérito y dineros habéis sacado de eso. Que injusto…

Y el primo Manolo no es una víctima de los rojos, sino de todo lo contrario. A él son las multinacionales azules las que lo ponen en rojo. Lo humano es estar al lado de la familia y es, a veces, el amor por lo propio lo que nos hace injustos, pero también nos lleva por encima de creencias y manías.

6.   Epílogo

Y llegamos a la parte final de este escrito. Y el final siempre nos gusta que sea bueno,  incluso lo mejor de la historia. Hay que reconocer que los recuerdos de niño a estas alturas de nuestra vida siempre nos parecen más hermosos, más luminosos. Y no solo porque tienen el toque de lo inocente y lo inexplorado, sino porque alrededor del niño están sus padres, sus hermanos, primos, tíos, abuelos. Todos están allí. Y por eso tienen ese peso mágico. Esa dulzura irresistible. Las historias de mayores son más hoscas, más fugaces porque fuimos mayores a costa de dejar que el tiempo se moviera muy de prisa. Así que una historia de recuerdos sigue el paso del tiempo y eso no se puede evitar. ¿Está entonces lo mejor al principio?  

No. No somos Peter Pan. No nos hemos negado a crecer y hemos aceptado a veces con lágrimas y otras con alegría y alivio, los cambios de la vida. Por eso sabemos que no importa en qué parte fuimos un trozo de la vida de otros. Lo que importa es haber formado parte de esas vidas, como tú has sido desde siempre parte de las nuestras, querida tía Maria.



1 comentario:

  1. Gracias. Interesado por referencias en "A la playa!. Mi primer viaje a Cádiz". Agradecería respuesta. rubiales@us.es

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Por ignorancia en el manejo del blog no estaba permitida la escritura de comentarios. Les animo a hacerlos, si les place,,,