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Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Cuadernos de Casa Alta: En recuerdo a Bosco. Micromundos

martes, 7 de abril de 2020

En recuerdo a Bosco. Micromundos


En recuerdo a Bosco. Micromundos


El pequeño túnel de ladrillo, bajo la carretera que lleva a las Arenas Blancas, desemboca en la pequeña y aplanada acequia de arena que, tras años de riego, ha creado una fina capa de arcilla subterránea que retiene el agua tras el riego, formando pequeños charcos de aguas cristalinas.


A la salida del túnel, viejas piedras de albero han sido recubiertas por un musgo aterciopelado, tan intensamente verde que sería la envidia de los devotos de San Patricio.


Al final de esta suave costa, minúsculas playas de arena ofrecen sitio a una baja y olorosa selva de hierbabuena y marrubio que se adentra en las aguas nítidas y mágicas de la pequeña laguna en la que se ha convertido la acequia tras el riego. La menta y la fragancia fresca del agua de pozo parecen capaces de mantener en suspenso el tiempo, en el que crecen las fantasías.


Con cuidado, con los ojos casi a la altura del agua, colocamos dos minúsculas canoas que hemos tallado de un estrecho cañote (apio silvestre). Navegan suaves, tan mínimo es su peso, que ni levantan ondas. Paradas quedan en el centro de este paraíso de apenas medio metro de largo.


Medio palmo por debajo de la canoa, un fondo de rojiza arena del naranjal salpicada de pequeñas rocas de amarillo albero, minúsculos cantos rodados y delicadas perlas de gravilla blanca, esconde tesoros para el aventurero que se atreva a intentarlo. En este lugar todo es posible, pero incluso más que los viejos cofres de roble, de herrumbrosos remaches, repletos de oro y rubíes, soñamos con hallar una vieja espada toledana, o la auténtica falcata de Viriato.


No hacemos trampa, ni buscaremos en el fondo de arena cuando el efímero charco se retire. Cuando el agua se va, también se van los tesoros.


Asi eran los micromundos que Bosco y yo, adorábamos y guardamos durante años, durante toda una vida. Asi imaginas todo lo que es secreto, oculto, intimo.


Ayer, al anochecer salí al jardín, recordándote. Miré el cambiante color de las flores cuando la luz se marcha, y al igual que cuando éramos niños, adiviné que no es la luz la que decide el color con que pasaran la noche, sino que es el alma de la flor la que atrapa su color para ser esplendida, para mostrarse en plena noche como cada una es.


Igual hacen los poetas, no describen el mundo a la cruda luz que todos llaman realidad, la que cualquiera vé; el que mira bien siempre ve el verdadero color, la belleza del alma.


Para ti estas flores, hermano.











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