4. La
alberca: baño, fruta y juego
Parte I.
“Hace
calor a esta hora de la mañana. Bajando desde la granja, el sol calienta la
piel, y el reverbero de la cal en el
muro del corralón empieza a ser molesto. No bajamos corriendo porque el cubo de
tomates resulta un tanto pesado, y porque además sudaríamos y el ojo vigilante
de la tía Merche no se perdería el detalle, lo que pondría en peligro nuestro
baño de las 11. Todo se aprende y todo vale para que el día sea pleno. Llegamos
al muro del patio y nos vamos derechos al examen de la tía, y a ver si nos da
unas pipas, que tostó la tarde anterior. Pasamos por la cuadra, salimos al gran
patio interior del caserón, y por allí a la entrada de la cocina. Llevamos el
cubo con los tomates recién cogidos a que los vea el abuelo, que está sentado
en el salón, o muchas veces en la entrada del jardín tomando el sol de la
mañana
‘Bons,
bons. Ala, anéu a l’auia’ nos dice el abuelo, la voz pausada, el limpio olor a
heno de su piel.
‘tía,
dejamos los tomates y nos vamos a la alberca’.
La tía
sale de la despensa, con los antebrazos salpicados de la harina que cubre los
molletes de Marchena. Nos sonríe, la cosa va bien
‘Ale, ya
habéis terminado?. Pues venga a bañarse y tenguiu cuidao’.”
La pintura
de la gran puerta del jardín se ha calentado y aporta un olor especial que
acabamos por confundir con el olor del verano. El emparrado crea una luz imposible
de definir y al fondo, a nuestra derecha, brillando al sol se ve la torrecilla
y el tobogán por el que cae el agua recién salida del pozo hacia la pileta y la
alberca. Corremos, trepamos por el tinaor (*) y a pulso subimos al muro de la
alberca (así es mas machote). Casi siempre tenias que mirar en busca de avispas
o, mejor, en busca de un hueco por el que pasar. No siempre terminaban bien
esos pasos de las Termópilas avispadas y algún que otro llanto daba fe de la
intolerancia de unas y la inexperiencia de otros. Lo importante era pasar.
(*) Pileta alta poco profunda con agua para abrevar el ganado.
El agua huele a limpísimo, a frescura, a pozo.
La pileta que precede a la alberca es el sitio de entrenamiento para los más
pequeños, o los menos atrevidos. Es un mal signo lo de meterse allí. Además los
tíos Juan y Rafael, sobre todo el tío Juan, lo usan como lugar de caza de los más
despistados. Hay que estar con mil ojos por si alguno se acerca, pero eso es
otra historia...”
El camino
oficial a la alberca pasa por delante de la torrecilla y sube por una rampa muy
amplia que salva un metro y medio de desnivel y da a una especie de llano
circular con el brocal del pozo en el medio. El brocal es de ladrillo encalado
y tiene en algunas zonas musgo gris y liquen amarillo. Es un sitio tentador,
huele a eterno, a frescura, y es ‘perillós’, por eso daremos muchas vueltas a
su alrededor y miraremos, apoyados en él y con los píes de puntillas, el brillo
del agua al fondo, las telarañosas paredes, mientras oímos los ecos de las
gotas de agua que caen de las paredes y también de nuestro pelo recién
mojado... Las ves caer y multiplicarse en pausadas y perfectas circunferencias
que avanzan delicadamente hacia todas las paredes del pozo. Luego retroceden y
tejen efímeras mallas en la antes lisa superficie del agua...
Si querías
mas emociones podías llegar hasta muy cerca del nivel del agua, No era fácil,
había que convencer a algún mayor para que abriera la puerta que daba paso a
una rampa en galería por la que se llegaba a una estancia circular en cuyo
centro se abría la boca del pozo, y que recibía la fantástica luz, que
iluminaba por igual todas las direcciones del
lugar. Bajar al pozo siempre te daba un ‘plus’ ante los que no lo habían
logrado todavía.
“ El motor
está en marcha y el agua cae rápida por el tobogán hasta la pileta y la
alberca. Voy tieso como un palo luciendo mi Meyba y su botón-escudo metálico
(hoy sería algo parecido a un pin)“..como los que llevan los deportistas
famosos” o eso me parece a mi. En cualquier caso lo tengo y no pienso dárselo a
nadie, excepto a Bosco si me lo pidiera, pero espero que no pierda el suyo y se
lo tenga que dar. Es que Bosco es muy ordenado, dicen mi madre y mis tías, pero
también es un desastre para todo lo demás, y hay que estar pendiente de que no
se despiste mucho. Ahí viene ya. Maria la de Blas le dice algo y lo entretiene
y yo estoy loco por meterme en la alberca.
‘Como está de fría Javi?’.
‘Pues
fatal, ¿No ves que están regando y que el agua del pozo está siempre helada?’.
Nos
quedamos en el borde de la pileta con los pies metidos en la piquera que la une
con la alberca.
‘Podemos
coger algunas ciruelas y meterlas en el agua’ digo.
‘¿Podemos
comerlas y no nos pasa nada con la digestión?’
‘Pero
Bosco, si ya lo hemos hecho muchos días y no pasa nada’.
‘Vale
Javi, pero que no nos vea la tía por si acaso’ .
Los
ciruelos están casi en frente de la entrada al pozo, al otro lado del camino
que lleva a los chalets. Tienen mas frutas que ningún árbol del mundo y nunca
se acaban. Son 5 o 6 árboles y todos los días los saqueamos y, a pesar de eso,
siempre hay más ciruelas caídas de maduras que las que podemos comer. Son
moradas, y pesan mucho. Un buen ciruelazo te deja medio tonto y más cabreao que
un miura, y siempre hay algún idiota que empieza la pelea. Pero hoy es un día
tranquilo porque no han llegado aun todos los primos y cogemos unas cuantas y
las llevamos a la pileta. Las ciruelas se hunden a medias, ya nos las comeremos
cuando estén mas frías.
El motor
ha parado y el agua se va quedando como un espejo. Hay un fuerte olor a limpio en
el aire. Toda la vida recordaré la fragancia única del agua del pozo. “
Parte II.
El ritual
que precedía al baño alcanzaba el cenit cuando estábamos todos, por fin,
gozando del verano. El tema principal era el control de los bañistas, tanto por
pasar lista, como por verificar otras realidades. Una de ellas era la hora.
El bonito
reloj de péndulo que estaba sobre la puerta principal era el corazón de la
casa. Estoy seguro que en timeshare el reloj era tan visto como la tele. La
casa se movía en un conteo regular del tiempo: cada cosa en su momento. Aunque
nosotros teníamos dos horas principales a vigilar: las 11 de la mañana y unas
muy toreras 5 de la tarde, que señalaban las dos aperturas de baños del día.
La tía
Merche controlaba la salida de la cocina, que al principio no era la más
habitual, pues solíamos bañarnos en la alberca cercana a la casa. Pero al
crecer íbamos con más frecuencia a la de las colmenas. Su buena memoria, y su
ojo vigilante, se complementaban de maravilla en supervisar la salida. En
rápidos desplazamientos ‘.. aprofitant q’anava a la despensa per d’aixo y
d’alló..’ controlaba también la del jardín, el gran portón
‘¿ Cuanto
hase del desayuno?¿Has hecho ya la digestión? En lo menos 2 hores y mitxa, que
ens podeu agarrar un corte de digestió y morirse al momento..’
Y toda la
andanada de una vez, bendita la energía de la tía Merche, que te dejaba con la
maquinaria digestiva a todo tren, que no quedara ni una miga por digerir no te
fueras a morir de golpe. Y el tono raras veces podía diferenciarse de una
bronca. De uno en uno o en grupo, nadie escapaba al examen.
Hay que
decir, en defensa de la eugenesia predicada, que nunca se murió nadie ‘per
agarrar un corte de digestió..’
Varias
madres, también celosamente implicadas en el apostolado de la eugenesia,
apoyadas por las correspondientes tatas, supervisaban, eso sí con un ojo menos
crítico, la balneárica salida. Algunos de nosotros podíamos contar con esta
permisiva aduana, pero otros casi preferían el examen de Guardia Civil ‘cocinera’
antes que el de sus propios padres.
Los
primeros ya estaban en la pileta del pozo cuando llegábamos los demás, trepando
por el tinaor ‘ .. que
es mas machote’...
Siempre se
montaba alguna peleilla por coger la cámara de tractor que hacia de ‘flota’. Lo
normal, también cada día, era que alguno saliera gritando con la pancita ‘en
coló carne’ achicharrada al abrazar el neumático recalentado por horas al sol.
Inolvidable aquella mezcla de olores: caucho, piel y fragante agua del pozo,
intensamente evocadores.
A veces,
incluso antes del primer chapuzón general, se iniciaba una caza del lento, para
echar al agua a los menos decididos. Las
estampidas fuera del poyete de la alberca eran también la sal de cada día.
El rebaño
se juntaba y una pequeña etapa de cada
uno a lo suyo, se disfrutaba con ganas
‘Mira,
esta no se mueve’ ‘Ni esta. Vamos a revivirla’.
Cada uno
coge una avispa, de las que siempre hay por el borde la alberca. Los chapuzones
y el agua que nos echamos en las peleas, derriban alguna avispa al interior de
la alberca y en poco tiempo quedan flotando y vuelven a ser lanzadas al borde
por las pequeñas olas que levantamos.
Salimos,
por el tinaor, claro, es de machotes, y con una avispa en la mano ya es de
supermachote, además de esquivar las que están siempre allí, que no es fácil.
Al pie de la torrecita que lleva el agua del
pozo siempre hay arena muy caliente. Ponemos la avispa allí y la tapamos con
mas arena, hasta hacer un montoncito, al que los mas virgueros darán forma de
pequeña tumba en el desierto (para algo vemos las pelis del oeste). Nos
buscamos un poco de sombra y esperamos. Pasan dos o tres minutos y la arena del
túmulo comienza a derrumbarse y agitarse. Asoma una delgada pata amarilla. La
arena se abre por completo y una avispa pataleando se agita en el centro. Se
pone en pie
‘La mía es
mas rápida’.
Se limpia
las alas con mucho mimo. Las antenas. Las mandíbulas. Se gira en una y otra
dirección pero sin moverse del sitio. Hace vibrar las alas en cortos impulso.
Sin despedidas ni agradecimiento vuela como si no hubiera pasada nada. A fin de
cuentas nosotros también tomábamos pastillitas para revivir cuando un enemigo
te apistolaba de improviso
‘Toma
amigo. Tomate una de estas y te pondrás bien’
‘Ha sido a
traición, pero en cuanto le ponga la vista encima lo dejo tieso...’
En la
alberca las carreras (a lo largo para los mayores y a lo ancho para los menos
mayores) eran uno de los principales pasatiempos. Y por debajo del agua ya ni
te digo lo que prestigiaban. Como yo nadaba muy mal, aprendí antes a bucear que
a hacer un buen crawl y era de los destacados en este arte. La prima Manola,
Mariangeles y Rafa nadaban bastante bien. Bosco era amigo del flota aunque no
nadaba mal. Joselu era más lanzado que buen nadador pero era muy competitivo.
De todos modos siempre nos peleábamos por pillar un neumático (literalmente lo
era) y en vez de montarlo como si fuera un donut, lo doblábamos hasta ponerlo
como si fuera un gajo de naranja y lo montábamos como a caballo. Era muy
difícil mantener el equilibrio y era normal que si te acercabas al borde
alguien te diera un empujan y a tomar por saco el caballito. También jugábamos
en grupos a tirar al otro grupo al agua y nunca, ningún santo día, faltaron las
ahogadillas que tanto gustaban entre el publico asistente.
Por si no
fuera suficiente con el grupito de primates, solían deleitarnos los tíos con
algunas demostraciones de ‘Aprende a nadar pronto’, ‘Sin flota y a lo loco’ y
otros inventos de la casa que eran muy apreciados entre los tíos, claro.
Si
aparecía el tío Vicente, no pasaba nada. ‘Che, com está?’.’Buena tío, mu
buena’. La tía Angelita, la tía Isabel Lobato, la tía Rosario o la tía Manola,
eran todas del mismo talante. El tío Navarro, ni te digo. Un saludito y a
seguir. Algo mas de emoción ponían a veces la tía Maria, La tía Concha o la tía
Isabel Grau (y en algunas inesperadas ocasiones los tíos Silvio y Joaquín) Pero
¡ cuidadito la compañía si aparecía el tío Juan o el tío Rafael,! Estos dos
eran de aupa. Mas valía que te pillara al otro lado de su lado porque sino
aprendías algo nuevo sobre el agua en poco tiempo. Pronto supimos que tras
aquellas amables palabras que invitaban a demostrar nuestras habilidades
existía el perverso propósito de vernos nadar como si fuéramos la teniente
O’neil y aquello fuera un centro de operaciones especiales.
‘Che, tu
serias capas de nadar hasta donde esta el tío Rafael?’
’No se
tío, esta un poco lejos’
’Che no
sigues borinot y nada, collons, tanta explicasió’..
Y con un empujón tu
aparecías en medio del helado Ártico e intentabas por todo los medios no llegar
hasta donde el tío Rafael, que podía, o bien hacerte otra ingeniosa pregunta o
bien decidir que
‘aun no
has nadat prou y et be bé tornar pacallá!’.
O una
ahogadilla recordatorio, algo así como el reflejo condicionado de Paulov, para estimular la flotabilidad o algo por el
estilo. La verdad es que daban emoción al baño y no puedo dejar de recordarlo
con mucho cariño, aunque siendo yo, como era, un autentico cascarrabias no me
extraña que me lo hicieran muchas veces, porque merecía la pena ver como me
ponía, casi con espumarajos, y estaba claro que por el mismo precio, yo daba
mucho mas espectáculo que otros mas pasivos.
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