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Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Cuadernos de Casa Alta: Historias del Viso. Cap 4. La alberca: baño, fruta y juegos

jueves, 16 de febrero de 2012

Historias del Viso. Cap 4. La alberca: baño, fruta y juegos


4. La alberca: baño, fruta y juego


Parte I.

“Hace calor a esta hora de la mañana. Bajando desde la granja, el sol calienta la piel,  y el reverbero de la cal en el muro del corralón empieza a ser molesto. No bajamos corriendo porque el cubo de tomates resulta un tanto pesado, y porque además sudaríamos y el ojo vigilante de la tía Merche no se perdería el detalle, lo que pondría en peligro nuestro baño de las 11. Todo se aprende y todo vale para que el día sea pleno. Llegamos al muro del patio y nos vamos derechos al examen de la tía, y a ver si nos da unas pipas, que tostó la tarde anterior. Pasamos por la cuadra, salimos al gran patio interior del caserón, y por allí a la entrada de la cocina. Llevamos el cubo con los tomates recién cogidos a que los vea el abuelo, que está sentado en el salón, o muchas veces en la entrada del jardín tomando el sol de la mañana

‘Bons, bons. Ala, anéu a l’auia’ nos dice el abuelo, la voz pausada, el limpio olor a heno de su piel.

‘tía, dejamos los tomates y nos vamos a la alberca’.

La tía sale de la despensa, con los antebrazos salpicados de la harina que cubre los molletes de Marchena. Nos sonríe, la cosa va bien

‘Ale, ya habéis terminado?. Pues venga a bañarse y tenguiu cuidao’.”

La pintura de la gran puerta del jardín se ha calentado y aporta un olor especial que acabamos por confundir con el olor del verano. El emparrado crea una luz imposible de definir y al fondo, a nuestra derecha, brillando al sol se ve la torrecilla y el tobogán por el que cae el agua recién salida del pozo hacia la pileta y la alberca. Corremos, trepamos por el tinaor (*) y a pulso subimos al muro de la alberca (así es mas machote). Casi siempre tenias que mirar en busca de avispas o, mejor, en busca de un hueco por el que pasar. No siempre terminaban bien esos pasos de las Termópilas avispadas y algún que otro llanto daba fe de la intolerancia de unas y la inexperiencia de otros. Lo importante era pasar.

(*) Pileta alta poco profunda con agua para abrevar el ganado.

 El agua huele a limpísimo, a frescura, a pozo. La pileta que precede a la alberca es el sitio de entrenamiento para los más pequeños, o los menos atrevidos. Es un mal signo lo de meterse allí. Además los tíos Juan y Rafael, sobre todo el tío Juan, lo usan como lugar de caza de los más despistados. Hay que estar con mil ojos por si alguno se acerca, pero eso es otra historia...”

El camino oficial a la alberca pasa por delante de la torrecilla y sube por una rampa muy amplia que salva un metro y medio de desnivel y da a una especie de llano circular con el brocal del pozo en el medio. El brocal es de ladrillo encalado y tiene en algunas zonas musgo gris y liquen amarillo. Es un sitio tentador, huele a eterno, a frescura, y es ‘perillós’, por eso daremos muchas vueltas a su alrededor y miraremos, apoyados en él y con los píes de puntillas, el brillo del agua al fondo, las telarañosas paredes, mientras oímos los ecos de las gotas de agua que caen de las paredes y también de nuestro pelo recién mojado... Las ves caer y multiplicarse en pausadas y perfectas circunferencias que avanzan delicadamente hacia todas las paredes del pozo. Luego retroceden y tejen efímeras mallas en la antes lisa superficie del agua...

Si querías mas emociones podías llegar hasta muy cerca del nivel del agua, No era fácil, había que convencer a algún mayor para que abriera la puerta que daba paso a una rampa en galería por la que se llegaba a una estancia circular en cuyo centro se abría la boca del pozo, y que recibía la fantástica luz, que iluminaba por igual todas las direcciones del  lugar. Bajar al pozo siempre te daba un ‘plus’ ante los que no lo habían logrado todavía.

“ El motor está en marcha y el agua cae rápida por el tobogán hasta la pileta y la alberca. Voy tieso como un palo luciendo mi Meyba y su botón-escudo metálico (hoy sería algo parecido a un pin)“..como los que llevan los deportistas famosos” o eso me parece a mi. En cualquier caso lo tengo y no pienso dárselo a nadie, excepto a Bosco si me lo pidiera, pero espero que no pierda el suyo y se lo tenga que dar. Es que Bosco es muy ordenado, dicen mi madre y mis tías, pero también es un desastre para todo lo demás, y hay que estar pendiente de que no se despiste mucho. Ahí viene ya. Maria la de Blas le dice algo y lo entretiene y yo estoy loco por meterme en la alberca.

 ‘Como está de fría Javi?’.

‘Pues fatal, ¿No ves que están regando y que el agua del pozo está siempre helada?’.

Nos quedamos en el borde de la pileta con los pies metidos en la piquera que la une con la alberca.

‘Podemos coger algunas ciruelas y meterlas en el agua’ digo.

‘¿Podemos comerlas y no nos pasa nada con la digestión?’

‘Pero Bosco, si ya lo hemos hecho muchos días y no pasa nada’.

‘Vale Javi, pero que no nos vea la tía por si acaso’ .

Los ciruelos están casi en frente de la entrada al pozo, al otro lado del camino que lleva a los chalets. Tienen mas frutas que ningún árbol del mundo y nunca se acaban. Son 5 o 6 árboles y todos los días los saqueamos y, a pesar de eso, siempre hay más ciruelas caídas de maduras que las que podemos comer. Son moradas, y pesan mucho. Un buen ciruelazo te deja medio tonto y más cabreao que un miura, y siempre hay algún idiota que empieza la pelea. Pero hoy es un día tranquilo porque no han llegado aun todos los primos y cogemos unas cuantas y las llevamos a la pileta. Las ciruelas se hunden a medias, ya nos las comeremos cuando estén mas frías.

El motor ha parado y el agua se va quedando como un espejo. Hay un fuerte olor a limpio en el aire. Toda la vida recordaré la fragancia única del agua del pozo. “

Parte II.

El ritual que precedía al baño alcanzaba el cenit cuando estábamos todos, por fin, gozando del verano. El tema principal era el control de los bañistas, tanto por pasar lista, como por verificar otras realidades. Una de ellas era la hora.

El bonito reloj de péndulo que estaba sobre la puerta principal era el corazón de la casa. Estoy seguro que en timeshare el reloj era tan visto como la tele. La casa se movía en un conteo regular del tiempo: cada cosa en su momento. Aunque nosotros teníamos dos horas principales a vigilar: las 11 de la mañana y unas muy toreras 5 de la tarde, que señalaban las dos aperturas de baños del día.

La tía Merche controlaba la salida de la cocina, que al principio no era la más habitual, pues solíamos bañarnos en la alberca cercana a la casa. Pero al crecer íbamos con más frecuencia a la de las colmenas. Su buena memoria, y su ojo vigilante, se complementaban de maravilla en supervisar la salida. En rápidos desplazamientos ‘.. aprofitant q’anava a la despensa per d’aixo y d’alló..’ controlaba también la del jardín, el gran portón

‘¿ Cuanto hase del desayuno?¿Has hecho ya la digestión? En lo menos 2 hores y mitxa, que ens podeu agarrar un corte de digestió y morirse al momento..’

Y toda la andanada de una vez, bendita la energía de la tía Merche, que te dejaba con la maquinaria digestiva a todo tren, que no quedara ni una miga por digerir no te fueras a morir de golpe. Y el tono raras veces podía diferenciarse de una bronca. De uno en uno o en grupo, nadie escapaba al examen.

Hay que decir, en defensa de la eugenesia predicada, que nunca se murió nadie ‘per agarrar un corte de digestió..’

Varias madres, también celosamente implicadas en el apostolado de la eugenesia, apoyadas por las correspondientes tatas, supervisaban, eso sí con un ojo menos crítico, la balneárica salida. Algunos de nosotros podíamos contar con esta permisiva aduana, pero otros casi preferían el examen de Guardia Civil ‘cocinera’ antes que el de sus propios padres.

Los primeros ya estaban en la pileta del pozo cuando llegábamos los demás, trepando por el tinaor ‘ .. que es mas machote’...

Siempre se montaba alguna peleilla por coger la cámara de tractor que hacia de ‘flota’. Lo normal, también cada día, era que alguno saliera gritando con la pancita ‘en coló carne’ achicharrada al abrazar el neumático recalentado por horas al sol. Inolvidable aquella mezcla de olores: caucho, piel y fragante agua del pozo, intensamente evocadores.

A veces, incluso antes del primer chapuzón general, se iniciaba una caza del lento, para echar  al agua a los menos decididos. Las estampidas fuera del poyete de la alberca eran también la sal de cada día.

El rebaño se juntaba  y una pequeña etapa de cada uno a lo suyo, se disfrutaba con ganas

‘Mira, esta no se mueve’ ‘Ni esta. Vamos a revivirla’.

Cada uno coge una avispa, de las que siempre hay por el borde la alberca. Los chapuzones y el agua que nos echamos en las peleas, derriban alguna avispa al interior de la alberca y en poco tiempo quedan flotando y vuelven a ser lanzadas al borde por las pequeñas olas que levantamos.

Salimos, por el tinaor, claro, es de machotes, y con una avispa en la mano ya es de supermachote, además de esquivar las que están siempre allí, que no es fácil. 

Al  pie de la torrecita que lleva el agua del pozo siempre hay arena muy caliente. Ponemos la avispa allí y la tapamos con mas arena, hasta hacer un montoncito, al que los mas virgueros darán forma de pequeña tumba en el desierto (para algo vemos las pelis del oeste). Nos buscamos un poco de sombra y esperamos. Pasan dos o tres minutos y la arena del túmulo comienza a derrumbarse y agitarse. Asoma una delgada pata amarilla. La arena se abre por completo y una avispa pataleando se agita en el centro. Se pone en pie

‘La mía es mas rápida’.

Se limpia las alas con mucho mimo. Las antenas. Las mandíbulas. Se gira en una y otra dirección pero sin moverse del sitio. Hace vibrar las alas en cortos impulso. Sin despedidas ni agradecimiento vuela como si no hubiera pasada nada. A fin de cuentas nosotros también tomábamos pastillitas para revivir cuando un enemigo te apistolaba de improviso

‘Toma amigo. Tomate una de estas y te pondrás bien’

‘Ha sido a traición, pero en cuanto le ponga la vista encima lo dejo tieso...’

En la alberca las carreras (a lo largo para los mayores y a lo ancho para los menos mayores) eran uno de los principales pasatiempos. Y por debajo del agua ya ni te digo lo que prestigiaban. Como yo nadaba muy mal, aprendí antes a bucear que a hacer un buen crawl y era de los destacados en este arte. La prima Manola, Mariangeles y Rafa nadaban bastante bien. Bosco era amigo del flota aunque no nadaba mal. Joselu era más lanzado que buen nadador pero era muy competitivo. De todos modos siempre nos peleábamos por pillar un neumático (literalmente lo era) y en vez de montarlo como si fuera un donut, lo doblábamos hasta ponerlo como si fuera un gajo de naranja y lo montábamos como a caballo. Era muy difícil mantener el equilibrio y era normal que si te acercabas al borde alguien te diera un empujan y a tomar por saco el caballito. También jugábamos en grupos a tirar al otro grupo al agua y nunca, ningún santo día, faltaron las ahogadillas que tanto gustaban entre el publico asistente.

Por si no fuera suficiente con el grupito de primates, solían deleitarnos los tíos con algunas demostraciones de ‘Aprende a nadar pronto’, ‘Sin flota y a lo loco’ y otros inventos de la casa que eran muy apreciados entre los tíos, claro.

Si aparecía el tío Vicente, no pasaba nada. ‘Che, com está?’.’Buena tío, mu buena’. La tía Angelita, la tía Isabel Lobato, la tía Rosario o la tía Manola, eran todas del mismo talante. El tío Navarro, ni te digo. Un saludito y a seguir. Algo mas de emoción ponían a veces la tía Maria, La tía Concha o la tía Isabel Grau (y en algunas inesperadas ocasiones los tíos Silvio y Joaquín) Pero ¡ cuidadito la compañía si aparecía el tío Juan o el tío Rafael,! Estos dos eran de aupa. Mas valía que te pillara al otro lado de su lado porque sino aprendías algo nuevo sobre el agua en poco tiempo. Pronto supimos que tras aquellas amables palabras que invitaban a demostrar nuestras habilidades existía el perverso propósito de vernos nadar como si fuéramos la teniente O’neil y aquello fuera un centro de operaciones especiales.

‘Che, tu serias capas de nadar hasta donde esta el tío Rafael?’

’No se tío, esta un poco lejos’

’Che no sigues borinot y nada, collons, tanta explicasió’..

Y con un empujón tu aparecías en medio del helado Ártico e intentabas por todo los medios no llegar hasta donde el tío Rafael, que podía, o bien hacerte otra ingeniosa pregunta o bien decidir que

‘aun no has nadat prou y et be bé tornar pacallá!’.

O una ahogadilla recordatorio, algo así como el reflejo condicionado de Paulov,  para estimular la flotabilidad o algo por el estilo. La verdad es que daban emoción al baño y no puedo dejar de recordarlo con mucho cariño, aunque siendo yo, como era, un autentico cascarrabias no me extraña que me lo hicieran muchas veces, porque merecía la pena ver como me ponía, casi con espumarajos, y estaba claro que por el mismo precio, yo daba mucho mas espectáculo que otros mas pasivos.

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