Presencia
Desperté de golpe, con esa lucidez que
te hace sentir que eres de cristal, que tal como ves el mundo eres visto. Sin
transición, como en las visiones de un sueño, comencé a preguntarme que hora
era, y al tiempo, mientras dejaba de importarme eso, supuse que había despertado por una presencia
cercana, eufemismo que en lo paranormal significa fantasma o espíritu.
Mi educada mente racional colaboró
enseguida dándome pistas que soportaran esta hipótesis, (recuerda ‘El sexto
sentido’, ¿tienes la piel erizada? ¿te sientes observado?) mientras la parte
sensual, mi querido bicho primitivo, se preparaba para sentir algo de aprensión
por algo que ‘ ... es de mucho miedo’. El Descartes volvió a la carga: ‘no
estas preparado para dialogar con un espíritu, este no es momento de ponerte a
sentir miedo’. Así es la parte seria de mi coco: no es el momento, no es de
buen gusto. Ganó. Me di la vuelta y traté de dormir. A fin de cuentas me había
acostado más temprano para tener el día de un guerrero: a por todas con
energía.
Hubo algunas cosas mas, me planteé si
debía hacer un esfuerzo, algo ligero por lo menos, por querer a cualquier
espíritu que en su soledad probara conmigo ¿Cómo se quiere a un espíritu...? obvia
respuesta: como a uno mismo,¿se puede querer de otro modo? por lo que ahora sé
posiblemente no, o por lo menos eso no es amor, pero era un tema demasiado
gordo para enfrentarlo en ese momento, más de cuarenta años de pruebas y
experiencias no se resumen en un rato. Dormí.
He estado muy ocupado estas dos últimas
semanas, aunque más que ocupado debería decir embebido, me falta tiempo porque
se escurre como el agua por los cabellos y solo percibo lo que queda. La verdad
es que hacía tiempo que no me entregaba al trabajo como ahora. Hay algo
bueno y algo asfixiante en esto. Toda mesura es difícil. Como con el amor.
A veces creo percibir el lugar común de
las cosas, y no lo entiendo con el sentido peyorativo de lugar común, sino como
el punto en el que confluyen todas las cosas, sensaciones, deseos, emociones,
que son tu espíritu. El centro de uno mismo, donde está nuestra fuerza y
nuestra angustia. Es incomprensible, pero la sentimos como algo conocido.
El desconcierto es la mayor parte de mi
vida y en este momento lo quiero. De igual modo que me encanta escribirte esto,
me sale fácil porque te lo confío como los secretos de amigo a amigo.
A la sencillez se le suele calificar,
con malevolencia, de simpleza. Puede que sea un simple porque en este momento
todo mi deseo es conseguir una bombona de butano, y de este modo lo que haya
habido de lucidez en mi relato de un hecho insignificante, quedará reducido a
una estupidez, porque un simple solo produce simplezas. Esto forma parte del
desconcierto y hoy lo amo intensamente.
En Sevilla, Febrero de 2003
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